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domingo, 12 de noviembre de 2017
domingo, 1 de marzo de 2015
LA PSICOLOGÍA DE MASAS DEL FASCISMO
¿Cómo es posible que en Alemania, el país con el movimiento obrero más organizado de Europa, millones de trabajadores apoyaran a Adolfo Hitler a pesar de su carácter reaccionario? Una respuesta interesante pero controvertida a esta pregunta la ofreció Wilhelm Reich en su libro “La psicología de masas del fascismo”: el apoyo masivo al nazismo habría sido consecuencia de la represión sexual propia de un modelo de familia autoritario muy extendido entre las clases medias y entre gran parte de los trabajadores. La represión de los instintos sexuales más profundos y desde la más tierna infancia habría creado individuos con grandes carencias y frustraciones que habrían tratado de compensar participando en un movimiento autoritario y obedeciendo a un líder que reproducía a nivel político esas mismas estructuras autoritarias de la familia...
miércoles, 28 de enero de 2015
EL ISLAM EUROPEO Y SUS ORIGENES
Durante los últimos años, entre el terrorismo y la inmigración, el Islam en Europa se ha convertido en un tema muy polémico. Casi todos los países europeos han registrado un aumento muy significativo en su población musulmana durante las últimas décadas, y, por tener costumbres y creencias bastante distanciadas de los valores modernos del Occidente, se ha convertido en la minoría más «visible».
Según encuestas recientes, la mayoría de los europeos sigue percibiendo el Islam como una religión foránea y todos los musulmanes son por defecto «extranjeros» que han «venido» a Europa. Con este artículo me gustaría resumir la historia y la actualidad de la comunidad musulmana en Europa..
Durante los últimos años, entre el terrorismo y la inmigración, el Islam en Europa se ha convertido en un tema muy polémico. Casi todos los países europeos han registrado un aumento muy significativo en su población musulmana durante las últimas décadas, y, por tener costumbres y creencias bastante distanciadas de los valores modernos del Occidente, se ha convertido en la minoría más «visible».
Según encuestas recientes, la mayoría de los europeos sigue percibiendo el Islam como una religión foránea y todos los musulmanes son por defecto «extranjeros» que han «venido» a Europa. Con este artículo me gustaría resumir la historia y la actualidad de la comunidad musulmana en Europa.
Los Balcanes y Rusia - un legado histórico
Las regiones con mayor porcentaje de musulmanes se sitúan en los Balcanes, gracias al legado del Imperio otomano que ocupó este territorio durante más de 400 años.
Los únicos países europeos de mayoría musulmana son Albania, Kosovo y Bosnia Herzegovina. Se estima que en Macedonia y Bulgaria, el 20% de la población es de religión musulmana. Aquellas comunidades descienden de habitantes autóctonos de origen eslavo, albanés, turco y tártaro que se habían convertido al Islam durante los siglos XVI y XVII.
Rusia es otro país donde la población musulmana supone la mayoría en ciertas zonas, como en el bajo Volga y en el norte del Cáucaso. De hecho, Islam ha sido la religión dominante en los pueblos autóctonos ahí desde el siglo XIV, mucho antes que el imperio ruso les conquistara en el siglo XVIII. Pero a pesar de 200 años bajo un emperador cristiano y 70 años de comunismo, los habitantes siguen manteniendo su fe.
En general, tanto en Rusia como en los Balcanes, casi todas las comunidades musulmanas han convivido durante siglos con pueblos de otras confesiones y, en la actualidad, sus costumbres se asemejan más a las de sus vecinos europeos que a la de los musulmanes de Oriente Medio. Aunque celebran festividades islámicas, muchos consumen alcohol, pocas mujeres llevan velo, y, en los espacios cotidianos suele haber menos separación de sexos. Para ellos, el Islam es más bien parte de su herencia histórica que una norma que gobierna su vida cotidiana.
Europa Occidental - comunidades inmigrantes
En 2015, hay unos 19 millones de musulmanes en la Unión Europea, un 3,8% de la población total. La gran mayoría son sunitas con una minoría de chiitas. Los países con mayor porcentaje de población musulmana son Francia, Bélgica, Holanda, Reino Unido, Alemania y Suecia.
Los orígenes de las comunidades musulmanas en Europa occidental son muy distintos a los de Europa del este, porque la mayoría desciende de la inmigración posterior de los años 50 aunque, a día de hoy, llevan ya hasta 3 generaciones en Europa. Los principales países de origen son Turquía, Marruecos, Argelia, India, Pakistán, Bangladesh y los países balcánicos. Sus creencias, costumbres cotidianas y nivel de integración varían de país en país entre distintos grupos étnicos y niveles socioeconómicos.
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Najat Vallaud Belkacem es ministra de educación francesa |
Francia
La población musulmana de Francia asciende al 8% de la población total. La mayoría es de ascendencia magrebí, y se concentra en las grandes ciudades como París y Marsella. Aunque ha habido comunidades de argelinos y marroquíes viviendo en Francia desde los años 20, la gran oleada llegó durante los años 50 y 60 debido a la descolonización del imperio francés en África y la búsqueda de mano de obra barata durante la posguerra. A partir de los años 70, llegaron más oleadas inmigrantes desde Turquía, Senegal, Mali y Costa de Marfil.
El grado de religiosidad entre musulmanes en Francia varía de individuo a individuo, comunidad a comunidad. Entre la generación inmigrante la mayoría tiene valores conservadores, pero entre la generación nacida en Francia algunos se declaran no-practicantes mientras otros se han convertido en religiosos radicales. Pero, en general, la integración de musulmanes en la sociedad francesa ha tardado más que la de otros inmigrantes. Muchos de la tercera generación aun viven en barrios humildes aislados en la periferia de las grandes ciudades, estudian en colegios segregados, y sufren una tasa de fracaso escolar más alta que la media. Hasta los que tienen estudios sufren una tasa de paro del doble de la de sus compatriotas con nombres y apellidos franceses.
Algunos atribuyen esta desigualdad a la diferencia cultural entre la sociedad magrebí y la Francia laica, otros al pasado colonial y las barbaridades cometidas durante la sangrienta guerra de independencia de Argelia, que plantaron las semillas de odio entre franceses y musulmanes africanos. Los conflictos en la convivencia cotidiana han sido explotados por el partido ultraderechista FN para sacar millones de votos con sus discursos populistas, retratando a la comunidad musulmana como una amenaza a la identidad francesa.
Sin embargo, Francia también es el país europeo con más ciudadanos de origen musulmán ocupando altos puestos políticos, trabajando como funcionarios, sirviendo en las fuerzas de seguridad y como personajes conocidos de la cultura popular. Durante los últimos 10 años también ha aumentado de forma notable la tasa de parejas mixtas entre franceses de origen magrebí y europeos. Los optimistas opinan que los franceses de ascendencia magrebí acabarán siguiendo el mismo camino de integración que los inmigrantes italianos, españoles y vietnamitas, solo que tardarán un par de generaciones más.
Reino Unido
El 5% de la población británica es de religión musulmana. La comunidad tiene diversos orígenes, pero el mayor contingente procede de Asia del Sur: Pakistán, Bangladesh e India. También existen minorías árabes, iraníes y, durante los últimos años, refugiados de Somalia y Afganistán.
La gran oleada de inmigración pakistaní y musulmanes indios tuvo lugar durante los año 50 y 60, después de la partición de India y Pakistán. Los bengalíes llegaron más tarde durante los años 70. En el lenguaje cotidiano, se les suelen referir como «musulmanes asiáticos».
En comparación con la inmigración hindú, los inmigrantes pakistaníes y bengalíes poseían un nivel de estudios mucho menor y muchos procedían de zonas rurales. La mayoría trabajaba en las fabricas textiles y en el sector del automóvil, concentrándose en ciudades como Birmingham, Leicester, Bradford y Londres. Después de la desindustrialización a finales de los años 70, muchos se quedaron en el paro y hasta el día de hoy, los «musulmanes asiáticos» siguen sufriendo una tasa de pobreza más del doble de la media nacional. Sin embargo, las nuevas generaciones están haciendo importantes avances, especialmente en el campo de la educación, ya que la tasa de universitarios entre jóvenes británicos de ascendencia paquistaní ya es ligeramente superior a la media nacional.
Debido a que Pakistán y Bangladesh son sociedades profundamente conservadoras, los mismos valores también se trasmiten en las comunidades de «musulmanes asiáticos» en el Reino Unido. Hasta las generaciones más jóvenes se declaran «creyentes y practicantes» que observan las normas del Corán en su conducta cotidiana, aunque pocas mujeres llevan el velo. Un gran porcentaje de matrimonios son concertados por los padres, aunque no necesariamente de modo forzoso.
Durante los últimos años, ha ganado mucha popularidad la literatura y el cine, ambientado en la comunidad musulmana de Inglaterra, como las novelas de Monica Ali y Hanif Kureishi y películas como "Oriente es Oriente", películas que tratan del tema del conflicto intergeneracional entre los padres inmigrantes y los hijos criados en la sociedad británica.
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Película 'Oriente es Oriente' que trata sobre la vida de una familia pakistaní. |
Alemania
El 6% de la población de Alemania se declaran musulmán y la gran mayoría (63%) traza sus orígenes familiares a Turquía, con minorías procedentes de Pakistán, Irán y la antigua Yugoslavia. Muchos turcos llegaron a Alemania durante los años 60 para trabajar en las fábricas junto a miles de inmigrantes españoles, italianos y griegos. La idea inicial era que su estancia en Turquía fuera solamente temporal, pero muchos acabaron quedándose y trajeron a sus familiares. En la actualidad, hay entre 1 y 2 millones de alemanes de ascendencia turca, junto a 1,5 millones de ciudadanos turcos residentes en Alemania.
Durante los años 60 y 70, Alemania hizo poco para integrar a la comunidad turca cuya presencia era solo considerada temporal, así que permitía la formación de comunidades cerradas en muchas ciudades y pueblos. Hasta finales de los 90, la mayoría de los hijos de inmigrantes turcos nacidos en Alemania aun carecían de ciudadanía alemana y vivían en barrios aislados con poca interacción con el resto de la sociedad alemana, muchos hasta hablaban alemán con un fuerte acento turco.
Durante los últimos 15 años, la segunda y tercera generación ha mostrado un grado de integración mucho más avanzado, donde cineastas, cantantes, escritores y deportistas de ascendencia turca han llegado a la fama internacional. Pero en general, la comunidad turca, o la musulmana en general, sigue siendo un colectivo muy estigmatizado en la sociedad alemana.
Los países bajos
La comunidad musulmana de Bélgica y Holanda desciende principalmente de la inmigración marroquí y turca durante los años 60 y 70 del siglo pasado. Aunque constituye solamente un 6% de la población de cada país, se concentra en grandes ciudades como Rotterdam y Bruselas, donde llega a formar el 25% de la población.
En general, tanto los inmigrantes como sus descendientes son practicantes de Islam y viven en barrios segregados. La segunda y tercera generación ya tiene una activa participación política con varios miembros ocupando puestos de ministros y alcaldías.
Suecia
El mayor contingente de musulmanes llegó a Suecia en los años 80 como refugiados desde Irán e Iraq. Durante los últimos años, han llegado nuevas oleadas de refugiados huyendo de las guerras civiles en Irak y Siria. A día de hoy, un 5% de Suecos son de origen musulmán, pero solo la mitad se declara como «practicantes». El resto se identifica con la religión por herencia familiar.
La mayoría de la población iraní constaba de gente de clase media con costumbres laicas. Sus descendientes, en su gran parte, tienen estudios superiores y se encuentran totalmente integrados en la sociedad sueca y ocupan profesiones cualificadas.
Los iraquíes llegaron en varias oleadas, desde la guerra Irán-Iraq durante los años 80 hasta la ultima Guerra del Golfo después de 2003. Constaban gentes de varios grupos étnicos (árabes, kurdos), afiliaciones religiosas (sunitas, chiitas) y grados de religiosidad.
La gran oleada de refugiados que llegaron desde Siria e Iraq durante los últimos 10 años ha levantado preocupaciones entre muchos suecos, que cuestionan la capacidad de su sociedad de integrar a tantos musulmanes. La mayoría ha sido alojado en barrios periféricos algo aislado del resto de la sociedad. Pero aún es pronto para hablar del éxito o fracaso de su integración.
Integración y convivencia
En general, los musulmanes procedentes de grandes ciudades de países con una arraigada tradición laica, como Irán, Turquía y Túnez, no suelen tener muchos problemas a la hora de integrarse en la sociedad europea. Eso también se aplica a la mayoría de los musulmanes alevíes (una rama de chiismo al que pertenece el 20% de la población de Turquía), que tiene una interpretación más liberal de la religión y que reivindica la igualdad de sexos y el respeto hacia otras creencias.
Pero, en el otro extremo, muchos de los inmigrantes musulmanes procedentes de las sociedades conservadoras de Pakistán, Oriente Medio y el Magreb viven en comunidades aisladas donde practican costumbres que chocan con las normas europeas, como el uso del hiyab de las mujeres, la estricta separación de de los sexos en la vida cotidiana, la negación de que sus hijas practiquen deporte en el colegio, el matrimonio concertado, el rechazo a la homosexualidad y la creencia de Dios como la única y absoluta verdad. Eso, combinado con el auge de islamismo radical en los paises musulmanes, ha convertido a toda la comunidad musulmana en el chivo expiatorio de los políticos populistas.
La percepción del porcentaje de musulmanes suele ser mucho mayor que las cifras reales. Por ejemplo, en España la población musulmana apenas llega al 2% de la población, pero la percepción popular es del 16%, o sea, 8 veces mayor.
En muchos países, los problemas de integración de la comunidad musulmana no se debe exclusivamente a la causa religiosa, sino a la socio-económica, ya que muchos pertenecen a la clase marginal que vive en las barriadas marginales, estudia en colegios con pocos recursos, tiene pocas salidas profesionales y encuentra discriminación a la hora de buscar empleo. Su fisionomía, nombre y apellidos los identifican como «extranjeros perpetuos» aunque hayan nacido en el país. Por ejemplo, las revueltas en las barriadas de París en 2005: muchos periódicos lo habían denominado como una «revuelta de inmigrantes», cuando en realidad, solo el 7% de los detenidos había nacido en otro país. La gran mayoría eran ciudadanos franceses nacidos en Francia.
Islamismo y terrorismo
Debido al hecho de que los terroristas, que pusieron bombas en el metro de Londres en 2005 y los hermanos Kouachi que cometieron la masacre en Charlie Hebdo en Paris en 2015, eran ciudadanos de nacimiento británico y francés, los medios nos han alimentado con la idea de que las nuevas generaciones de musulmanes nacidos en Europa se están volviendo cada vez más radicales. Nadie duda de que algunos musulmanes nacidos en Europa se hayan unido al movimiento yihadista, ¿pero esta generalización se puede aplicar a toda la comunidad musulmana?
Entre los 19 millones de musulmanes residentes en la Unión Europea, menos de 1000 han sido detenidos por delitos de terrorismo desde 2001 y unos 3000 se han unido a las filas del Estado Islámico en Siria e Iraq.
Según una encuesta realizada en 2006, la inmensa mayoría de musulmanes britanicos y franceses se consideran «musulmanes» antes de «europeos», pero a la vez sienten fuertemente identificados con el estado-nación donde residen, y, en caso de los británicos, más «patrióticos» que el ciudadano medio. Muchos tienen valores conservadores acerca de temas familiares y relaciones sexuales, pero tolerantes con los que no comparten su modo de vida.
Después de los atentados de 2011 en EEUU, 2004 en Madrid, 2005 en Londres y 2015 en París, los musulmanes de toda Europa han mostrado su rechazo a las masacres cometidas en nombre de su religión, igual que hacia las atrocidades que está cometiendo el estado islámico ISIL en Iraq.
¿Es el Islam compatible con la sociedad occidental?
En mi opinión, creo que igual con el cristianismo, judaísmo y budismo, todo depende de la forma en que practica la religión; mientras que respetan los valores fundamentales como la igualdad de sexos, el derecho de las minorías y la libertad sexual de hombres y mujeres, pues sí que es compatible, pero de otros modos, no. Por eso, creo que a la mayor parte de la comunidad musulmana en Europa todavía le queda bastante camino que recorrer en la cuestión de integración.
Publicado en origen : https://elimperiodedes.wordpress.com/2015/01/24/el-islam-en-europa/
sábado, 1 de marzo de 2014
EUROPA: EL GRAN ERROR ESPAÑOL
La idea europea de los derechos humanos y la fraternidad de los pueblos se aleja diametralmente de lo que su historia y engranaje institucional ponen de manifiesto. El apaño institucional europeo, que está haciendo aguas de manera vergonzosa y humillante para muchas familias, no es capaz de garantizar materialmente ni el bienestar, ni la paz, ni la concordia de sus súbditos.
Por poner un ejemplo que nos permita comparar fácilmente el arreglo institucional de Europa, diremos que la UE ni es EE.UU ni es Suiza. La UE no tiene más identidad política que la de la prolongación de la guerra fría por otros medios y el mantenimiento del superávit comercial alemán, lo que la lleva a ser un bloque en expansión perpetua y a promocionar la política de la secesión nacional para crear unidades sin anclaje histórico a las que poder someter de forma más fácil...
sábado, 31 de agosto de 2013
EXTRAÑO AUMENTO DE MORTALIDAD ENTRE LOS ANCIANOS EUROPEOS : 600 MUERTES A LA SEMANA
Desde hace meses hay 600 fallecimientos ‘extra’ sin razón.
El patrón de persona que muere es el de aquel mayor de 65 años, y particularmente los que superan los 85. Es algo muy extraño, y de momento no hay respuesta pese al empeño que pone el periodista británico Nigel Hawkes, que investiga con ahínco el caso.
Y es que cada semana se mueren, desde hace ya varios meses y sin que se sepa la razón, una media de seiscientas personas más de lo habitual. Se observa desde el año 2012 en varios países europeos como Inglaterra o Bélgica.
EL INFORME
Así lo determina el informe publicado por la revista ‘British Medical Journal’, del que se hace eco el diario ‘ABC‘, y que se titula: ‘El curioso caso de las 600 muertes adicionales a la semana‘, firmado por el mentado:
“Hasta los 65 años, no hay cambios en la mortalidad, pero en grupos de más edad, se observa un considerable aumento, especialmente marcado en los mayores de 85″.
Los datos de la Oficina Nacional de Estadística de Inglaterra muestran que la tasa de mortalidad ha aumentado un 5% en 2012 tanto para los hombres como para las mujeres, mientras que en las primeras semanas de 2013 ha habido un aumento general del 5,6%.
“Es una cifra enorme. Si eso hubiera ocurrido durante una epidemia de gripe, estas decenas de miles de muertes se hubieran atribuido a esta influencia pero no hay epidemia, no hay una causa obvia. Es todo muy extraño. Por supuesto, el primer pensamiento es el de que lo que está influyendo es la recién aprobada Ley de sanidad y atención social, que ha cambiado de manera significativa el funcionamiento del Sistema Nacional de Salud inglés, probablemente reduciendo la eficacia de los servicios. Y más en general, el pensamiento se dirige a los recortes presupuestarios y reducciones en el personal de salud, con la crisis que se han extendido por toda Europa. Sin embargo, el aumento en las muertes también está presente en Escocia, donde la reforma sanitaria no está activa”.
INFORMES OFICIALES
Por su parte, el Instituto Científico belga de Salud Pública reportó un aumento del 10% de la mortalidad en junio de 2013 (correspondiente a 700 muertes adicionales por mes), en los mayores de 65 años. En su caso no identifica ninguna causa probable como origen ya que las circunstancias climatológicas, los niveles de contaminación del aire y las visitas al médico por las enfermedades derivadas de estos factores fueron normales. Sin embargo, sí se esperaba que la ola de calor de julio contribuiría aún más a un aumentar la mortalidad.
Bélgica es uno de los 18 países europeos que vigila el exceso de mortalidad en el marco del llamado proyecto Euro-MOMO. El incremento de mortalidad se ha observado a través de este sistema de vigilancia de las últimas semanas de 2012 a lo largo de los 4 primeros meses de 2013, pero ha vuelto a la normalidad desde la semana 17.
Por otro lado, un análisis de Dinamarca refleja una mayor mortalidad que en las últimas tres temporadas, posiblemente porque era uno de los pocos países en los que la gripe H3N2 y B eran las principales cepas circulantes.
Con todo, se están desarrollando nuevos análisis a nivel europeo ante la tendencia de estos aumentos de mortalidad. Una combinación de las enfermedades infecciosas y la influencia climática parece ser una de las explicaciones que más fuerza cobra a la hora de justificar este cambio.
Ver noticia original.
Tan conveniente para un Estado quebrado la muerte de estos ancianos, que son considerados y únicamente “gasto social”, que no se puede creer que sea casualidad...
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Publicado en: Entérate, Llamados a la conciencia
martes, 6 de agosto de 2013
LA RUTA DEL ORO NAZI : INTERESES ENTRE FASCISTAS
Canfranc podría ser el escenario de una película como Casablanca, aunque la historia de este paso fronterizo durante la Segunda Guerra Mundial está todavía por escribir. La ruta del oro nazi a la Península Ibérica, la presencia de las SS y la Gestapo, la puerta para la fuga de muchos judíos y hasta de los alemanes perdedores, y episodios de contraespionaje dignos de una novela de John Le Carré. Todo eso sucedió en Canfranc entre 1942 y 1945.
La aduana internacional fue reabierta después de estar cerrada durante la Guerra Civil española (1936-39) para evitar una invasión desde Francia. Poco después, en los años 1942 y 1943, vivió una actividad que jamás volvió a recuperar hasta su cierre definitivo en 1970. La supuesta neutralidad de España en el conflicto provocó que en esa época de convulsión en Europa llegaran a pasar 1.200 toneladas de mercancías mensuales en la ruta Alemania-Suiza-España-Portugal -entre ellas 86 del oro nazi robado a los judíos.
La aduana internacional fue reabierta después de estar cerrada durante la Guerra Civil española (1936-39) para evitar una invasión desde Francia. Poco después, en los años 1942 y 1943, vivió una actividad que jamás volvió a recuperar hasta su cierre definitivo en 1970. La supuesta neutralidad de España en el conflicto provocó que en esa época de convulsión en Europa llegaran a pasar 1.200 toneladas de mercancías mensuales en la ruta Alemania-Suiza-España-Portugal -entre ellas 86 del oro nazi robado a los judíos.
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Un documento que ahora sale a la luz da cuenta de cómo el banco central
británico permitió a Hitler hacerse con los lingotes del Banco Central
Checoslovaco http://www.abc.es/internacional/20130801/abci-praga-201307312039.html |
Alemania controló la aduana internacional de Canfranc durante la Segunda Guerra Mundial (1939-45) con un grupo de oficiales de las SS y miembros de la Gestapo, que residían en el hotel de la estación y en otro del pueblo. España no estaba en guerra, pero Franco tenía una postura de no beligerancia «sui generis». Debía devolver la ayuda que Hitler le proporcionó en la Guerra Civil, lo que se tradujo en enviar a Alemania toneladas de volframio de las minas gallegas, un mineral fundamental para blindar sus tanques y cañones. Muchas de esas explotaciones fueron abiertas por empresas alemanas que operaban en España a través de la sociedad Sofindus (Sociedad Financiera Industrial), un holding alemán muy bien conectado con Demetrio Carceller, director del Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME), único organismo que podía comprar oro.
Los «documentos de Canfranc», cuyo contenido fue desvelado por 'Heraldo', prueban que a cambio de esa ayuda estratégica para prolongar la contienda, España recibió al menos 12 toneladas de oro y 4 de opio, en tanto que a Portugal llegaron 74 toneladas de oro, 4 de plata, 44 de armamento, 10 de relojes y otros enseres, producto del expolio a los judíos. Estos datos puede ser sólo la punta del iceberg. Los originales de estos papeles, enviados al jefe de tráfico de mercancías de Madrid, no existen. Portugal era la puerta de entrada de mercancías de Suramérica y, al final de la Segunda Guerra Mundial, la de salida de muchos alemanes que se refugiaron en Argentina, Uruguay, Brasil o Paraguay. Por eso, recibía más oro. «Había quesos de Argentina con una piel muy gruesa para aguantar el viaje o azúcar que llegaba a Lisboa», recuerda Julio Ara. En Irún o Port Bou los nazis permanecieron al otro lado de la frontera, en la Francia ocupada, pero en Canfranc residieron en la parte española ya que en la estación, situada en España, había doble jurisdicción.
«Los alemanes vivían en la estación y celebraban hasta conciertos de piano en el comedor. Eran muy educados. Bailaban valses con las chicas de Canfranc y les regalaban chocolate. Ellos eran ingenieros o químicos y nosotros, unos ignorantes que tenían mucha hambre después de la guerra», confiesa un vecino de Canfranc que por aquel entonces tenía 14 años y ahora prefiere el anonimato. Si alguna historia de amor se fraguó, como en Casablanca, no perduró. «Aunque estaban destinados en la parte francesa, no tenían inconveniente en pasar a la española. Algunos vivían en la fonda Marraco. Había seis oficiales fijos y otros de paisano, de la Gestapo, pero otras veces llegaban grupos de unos veinte soldados uniformados que venían del frente a descansar», agrega. Los vecinos de Canfranc, sacudidos todavía por los efectos de la Guerra Civil que hizo huir a algunos hacia Francia, casi no podían moverse del pueblo. Necesitaban un salvoconducto. «Desde Anzánigo, era una zona impermeabilizada», advierte un vecino.
Uno de los «documentos de Canfranc», fechado el 24 de mayo de 1940 y firmado por el comisario jefe de la Unidad de Investigación y Vigilancia, recuerda que «todo aquel que viva en un punto distinto del 18 de julio de 1936 debe presentarse en ocho días en la comisaría con la relación de los que vivan en su casa, avales de dos personas y certificado de sus empresas». «El incumplimiento llevará consigo el regreso forzoso a su antigua residencia», advierte. Los carabineros, la Guardia Civil y los oficiales de las SS eran inflexibles con los robos de mercancías como los relojes que se llevaban a Portugal. «Se llevaron una caja y estuvieron buscándolos. Un chaval se llegó a ahorcar y a otro le pusieron una multa muy alta», cuentan en Canfranc.
A la falta de libertad de movimientos se unía el hambre, mitigada por las mercancías que descargaban. El salario medio de un obrero era de 200 pesetas al mes. Por eso, siempre se escapaba algo de los trenes para casa. «Cogíamos latas de sardinas, azúcar, aceite, café o la mistela que enviaban los portugueses de Madeira. Menos mal que pasaba mucha mercancía y podíamos llevarnos cosas, porque había mucha hambre», cuenta Daniel Sánchez, de 87 años, uno de los pocos canfraneros que puede contar que cargó cajas con lingotes de oro a sus espaldas. El oro nazi llegaba en tren a Canfranc, según los documentos encontrados por el francés Jonathan Díaz en la estación en noviembre del 2010 a raíz de la grabación de un anuncio de Lotería de Navidad. Entre julio de 1942 y diciembre de 1943 llegaron 45 convoyes, seis de ellos con destino España («importación» aparece en el papel) con 12 toneladas de oro, y el resto de «tránsito», rumbo a Portugal, que recibió 74 toneladas del metal precioso.
Daniel descargaba el oro de los trenes de Suiza por el puente internacional y lo colocaba en unos camiones suizos que se encargaban de llevarlos hasta Madrid y a Portugal, a través de los pasos fronterizos de Badajoz, Valencia de Alcántara y Fuentes de Oñoro. El historiador Pablo Martín Aceña, director de la comisión española que investigó las compras de oro nazi por España, recuerda que la Península Ibérica recibió estos cargamentos hasta agosto de 1945, por Hendaya, Port Bou o Canfranc, aunque no sabe en qué proporción. «Los servicios secretos de los aliados contabilizaron 135 envíos de salida en la frontera franco-suiza de Bellegarde hacia la Península Ibérica», apunta. Esos convoyes transportaron «un total de 300 toneladas». «Portugal compró mucho oro que había salido de Bélgica y Holanda.
Lo que recibió España (el IEME) está claro por las cuentas que se investigaron en el Reichbank, el Banco Nacional Suizo y el IEME. Otra cosa es que empresas españolas suministradoras de Alemania cobraran en oro y lo depositaran en Londres o Zurich. Calculamos que entraron a España 20 toneladas de oro a cambio de volframio», señala Martín Aceña. Ese volframio todavía se puede ver, 60 años después, en las vías muertas y muelles de la estación de Canfranc. Portugal y España exportaron este mineral a Alemania incluso cuando en 1944 los aliados presionaron al régimen de Franco para que dejara de hacerlo con el fin de concluir la guerra.
Fuente: heraldo
Uno de los «documentos de Canfranc», fechado el 24 de mayo de 1940 y firmado por el comisario jefe de la Unidad de Investigación y Vigilancia, recuerda que «todo aquel que viva en un punto distinto del 18 de julio de 1936 debe presentarse en ocho días en la comisaría con la relación de los que vivan en su casa, avales de dos personas y certificado de sus empresas». «El incumplimiento llevará consigo el regreso forzoso a su antigua residencia», advierte. Los carabineros, la Guardia Civil y los oficiales de las SS eran inflexibles con los robos de mercancías como los relojes que se llevaban a Portugal. «Se llevaron una caja y estuvieron buscándolos. Un chaval se llegó a ahorcar y a otro le pusieron una multa muy alta», cuentan en Canfranc.
A la falta de libertad de movimientos se unía el hambre, mitigada por las mercancías que descargaban. El salario medio de un obrero era de 200 pesetas al mes. Por eso, siempre se escapaba algo de los trenes para casa. «Cogíamos latas de sardinas, azúcar, aceite, café o la mistela que enviaban los portugueses de Madeira. Menos mal que pasaba mucha mercancía y podíamos llevarnos cosas, porque había mucha hambre», cuenta Daniel Sánchez, de 87 años, uno de los pocos canfraneros que puede contar que cargó cajas con lingotes de oro a sus espaldas. El oro nazi llegaba en tren a Canfranc, según los documentos encontrados por el francés Jonathan Díaz en la estación en noviembre del 2010 a raíz de la grabación de un anuncio de Lotería de Navidad. Entre julio de 1942 y diciembre de 1943 llegaron 45 convoyes, seis de ellos con destino España («importación» aparece en el papel) con 12 toneladas de oro, y el resto de «tránsito», rumbo a Portugal, que recibió 74 toneladas del metal precioso.
Daniel descargaba el oro de los trenes de Suiza por el puente internacional y lo colocaba en unos camiones suizos que se encargaban de llevarlos hasta Madrid y a Portugal, a través de los pasos fronterizos de Badajoz, Valencia de Alcántara y Fuentes de Oñoro. El historiador Pablo Martín Aceña, director de la comisión española que investigó las compras de oro nazi por España, recuerda que la Península Ibérica recibió estos cargamentos hasta agosto de 1945, por Hendaya, Port Bou o Canfranc, aunque no sabe en qué proporción. «Los servicios secretos de los aliados contabilizaron 135 envíos de salida en la frontera franco-suiza de Bellegarde hacia la Península Ibérica», apunta. Esos convoyes transportaron «un total de 300 toneladas». «Portugal compró mucho oro que había salido de Bélgica y Holanda.
Lo que recibió España (el IEME) está claro por las cuentas que se investigaron en el Reichbank, el Banco Nacional Suizo y el IEME. Otra cosa es que empresas españolas suministradoras de Alemania cobraran en oro y lo depositaran en Londres o Zurich. Calculamos que entraron a España 20 toneladas de oro a cambio de volframio», señala Martín Aceña. Ese volframio todavía se puede ver, 60 años después, en las vías muertas y muelles de la estación de Canfranc. Portugal y España exportaron este mineral a Alemania incluso cuando en 1944 los aliados presionaron al régimen de Franco para que dejara de hacerlo con el fin de concluir la guerra.
Fuente: heraldo
miércoles, 3 de julio de 2013
LA UNIÓN EUROPEA : UN SUEÑO NAZI HECHO REALIDAD
Nos han vuelto a tratar de engañar. Siguen con
la cantinela de que la unidad europea se ideó después de la II Guerra Mundial y
no antes. Dicen que la unidad europea se edificó para superar el nacionalismo y
evitar guerras intestinas; que el nazismo había sido una experiencia funesta
para Europa y que Europa debía ser lo contrario del nazismo. Siguen tratando de
hacernos creer que las naciones conducen al nacionalismo, el cual es perverso
por sí mismo porque, a su vez, conduce a la guerra. Quieren hacernos creer que
el proyecto de integración europea nació después de la II Guerra Mundial como
antídoto contra las rivalidades nacionalistas internas. Aseguran que durante ese
conflicto el chovinismo había alcanzado sus mayores cotas y los europeos
comprendieron repentinamente que sus pequeños estados respectivos debían quedar
unidos por instituciones supranacionales para que la guerra no volviera a causar
estragos en el viejo continente.
Sin embargo, es falso que la idea original de
la unificación europea sea posterior a la II Guerra Mundial; es falso que esa
idea fuera concebida en oposición a la rivalidad imperialista anterior. Por el
contrario, no solo los nazis, sino los fascistas y los colaboracionistas de
muchos países europeos utilizaron el europeísmo para justificar la agresión. Los
nazis, los vichystas, los fascistas italianos y muchos otros pasaron muchos años
antes y durante la guerra elaborando sofisticados programas de integración
política y económica de Europa...
EL MODELO ALEMÁN
A mediados del siglo XIX Alemania no existía como Estado unificado. Por tanto, cuando estalla la I Guerra Mundial apenas hacía 50 años que Alemania había entrado en el concierto de los Estados europeos con una sola voz. Fue una loca carrera en la que pasaron velozmente de un situación casi feudal al capitalismo monopolista más salvaje, y de los problemas de construcción interna de un Estado federal al trampolín del control de su propia zona de influencia en el exterior. De vértigo. Una vez edificado su propio país, los imperialistas alemanes creyeron que su modelo federal era válido también para su entorno económico. Se convencieron ellos a sí mismos y se esforzaron en con—vencer a los demás. Su federalismo nacional lo convirtieron en un federalismo internacional, o por lo menos europeo. Surgió el pangermanismo porque fuera de las fronteras aún quedaban alemanes por unificar, desde el Báltico hasta el Mar Negro. Esos países que aún quedaban fuera, las reliquias del Imperio austro-húngaro o del zarista, diezmado por la Revolución bolchevique de 1917, estaban muy atrasados con respecto a la locomotora alemana. Incorporarse a Alemania era como incoporarse al siglo XXI partiendo del siglo XVII. Es bien sabido que los imperialistas alemanes, siempre generosos, se declararon dispuestos a compartir con los demás sus conquistas y sus progresos, antes y después de 1933.
A mediados del siglo XIX Alemania no existía como Estado unificado. Por tanto, cuando estalla la I Guerra Mundial apenas hacía 50 años que Alemania había entrado en el concierto de los Estados europeos con una sola voz. Fue una loca carrera en la que pasaron velozmente de un situación casi feudal al capitalismo monopolista más salvaje, y de los problemas de construcción interna de un Estado federal al trampolín del control de su propia zona de influencia en el exterior. De vértigo. Una vez edificado su propio país, los imperialistas alemanes creyeron que su modelo federal era válido también para su entorno económico. Se convencieron ellos a sí mismos y se esforzaron en con—vencer a los demás. Su federalismo nacional lo convirtieron en un federalismo internacional, o por lo menos europeo. Surgió el pangermanismo porque fuera de las fronteras aún quedaban alemanes por unificar, desde el Báltico hasta el Mar Negro. Esos países que aún quedaban fuera, las reliquias del Imperio austro-húngaro o del zarista, diezmado por la Revolución bolchevique de 1917, estaban muy atrasados con respecto a la locomotora alemana. Incorporarse a Alemania era como incoporarse al siglo XXI partiendo del siglo XVII. Es bien sabido que los imperialistas alemanes, siempre generosos, se declararon dispuestos a compartir con los demás sus conquistas y sus progresos, antes y después de 1933.
Incluso sus planes de integración europea
aseguraban que mantendrían intacta la soberanía nacional de los estados miembros
de Europa. No se trataba de una incorporación sino de una integración. No podían
presentar sus planes al exterior como una expansión imperialista sino como una
integración europea. En la futura Europa nazi no habría amos ni siervos sino
socios. Eso es lo que dijo su propaganda durante toda la II Guerra Mundial,
consagrando enormes esfuerzos a convencer al resto de Europa de que los
progresos económicos alemanes, la infraestructura de transporte y la economía en
general eran mucho mejores que en el resto de Europa y que, en consecuencia,
Europa debía integrarse según el modelo alemán. Más que los alemanes eran los
propios europeos los que debían estar interesados en esa integración. El plan de
Hitler de establecer una sola entidad política en toda Europa, su necesidad de
buscar respaldo en los propios países ocupados, y muchos elementos centrales de
la filosofía nazi, todo ello formaba parte de su pensamiento europeísta.
Los proyectos elaborados por los nazis proclamaban que los estados miembros de la futura Confederación Europea tenían que asegurar que en su territorio no se cometieran actos incompatibles con la solidaridad europea y las obligaciones europeas. En 1943 en una Nota sobre la fundación de una Confederación Europea, Cecile von Renthe-Fink, que ocupaba el rango diplomático de ministro con Hitler, sostenía que las naciones europeas tenían un desarrollo común; decía que Alemania deseaba unir a Europa sobre una base federal; proclamaba que no había intención de inmiscuirse en los asuntos internos de otros países: Lo único que se requiere de los estados europeos es que sean miembros leales y proeuropeos de la comunidad y colaboren voluntariamente en sus tareas [...] El objeto de la cooperación europea será promover la paz, la seguridad y el bienestar de todos los estados europeos y su población. No se trataba de que un estado o grupo de estados dominara a otros sino de que se establecería una relación de alianza y lealtad mutua en vez de los métodos imperiales de la era anterior. En un tono similar, Werner Daitz declaraba que Europa no se puede administrar de forma centralizada: se debe conducir de modo descentralizado.
Una versión avanzada del plan nazi sobre la futura Confederación Europea volvía sobre el tema del federalismo con la esperanza de encontrar así una solución a la rivalidad entre las potencias imperialistas europeas. Argumentaban que el problema europeo era que una multiplicidad de pueblos tenía que vivir en una superficie relativamente reducida en una combinación de unidad e independencia:
Los proyectos elaborados por los nazis proclamaban que los estados miembros de la futura Confederación Europea tenían que asegurar que en su territorio no se cometieran actos incompatibles con la solidaridad europea y las obligaciones europeas. En 1943 en una Nota sobre la fundación de una Confederación Europea, Cecile von Renthe-Fink, que ocupaba el rango diplomático de ministro con Hitler, sostenía que las naciones europeas tenían un desarrollo común; decía que Alemania deseaba unir a Europa sobre una base federal; proclamaba que no había intención de inmiscuirse en los asuntos internos de otros países: Lo único que se requiere de los estados europeos es que sean miembros leales y proeuropeos de la comunidad y colaboren voluntariamente en sus tareas [...] El objeto de la cooperación europea será promover la paz, la seguridad y el bienestar de todos los estados europeos y su población. No se trataba de que un estado o grupo de estados dominara a otros sino de que se establecería una relación de alianza y lealtad mutua en vez de los métodos imperiales de la era anterior. En un tono similar, Werner Daitz declaraba que Europa no se puede administrar de forma centralizada: se debe conducir de modo descentralizado.
Una versión avanzada del plan nazi sobre la futura Confederación Europea volvía sobre el tema del federalismo con la esperanza de encontrar así una solución a la rivalidad entre las potencias imperialistas europeas. Argumentaban que el problema europeo era que una multiplicidad de pueblos tenía que vivir en una superficie relativamente reducida en una combinación de unidad e independencia:
*Su unidad debe ser tan firme como para que nunca más pueda haber guerra entre ellos y los intereses externos de Europa se puedan salvaguardar en su conjunto. Al mismo tiempo, los estados europeos deben conservar su libertad e independencia, para actuar de acuerdo con sus diferentes situaciones y misiones nacionales y cumplir su función particular dentro del marco más amplio, en un espíritu alegre y creativo. La fuerza y la seguridad de Europa no dependen de la subordinación impuesta o exigida por una potencia europea a la otra, sino de la unión de todos. El problema europeo solo se puede resolver sobre una base federal por la cual los estados europeos resuelvan por libre voluntad, basados en un reconocimiento de esta necesidad, unirse en una comunidad de estados soberanos. Esta comunidad se puede designar confederación europea.*
Hasta la hoy famosa y fracasada Constitución Europea es una iniciativa de los nazis. El borrador nazi de Constitución para la Nueva Europa proclamaba el derecho de cada país a organizar su vida nacional como considere adecuado, siempre que respete sus obligaciones hacia la comunidad europea. Otros documentos repetían la misma idea. La actual guerra es también una guerra por la unidad y libertad de Europa, escribió Renthe-Fink:
*Sus objetivos son crear y garantizar una paz duradera para los países europeos [...] eliminar las causas de las guerras europeas, sobre todo el sistema de equilibrio de poder [...] superar el particularismo europeo mediante la cooperación libre y pacífica entre los pueblos europeos. La lealtad a Europa no significa sujeción sino cooperación franca basada en igualdad de derechos. Cada pueblo europeo debe participar a su manera en la nueva Europa. El único requerimiento es que los estados europeos sean francamente leales a Europa, de la cual son miembros.*
Finalmente, Renthe-Fink añadía:
*Cada estado continental debe permanecer consciente de su responsabilidad hacia la Comunidad Económica Europea. El autor de los proyectos hitlerianos sostenía que no deseaba una burocracia supranacional, ni siquiera un sistema de conferencias intergubernamentales. Cualquier pretensión supraracional podía generar sospechas hacia ambiciones imperialistas alemanas.*
EL EUROPEÍSMO NAZI
El europeísmo es, pues, un invento nazi; ellos fueron los primeros en elaborar planes (económicos y políticos) de integración europea. Si extractáramos algunos discursos de la época de Hitler, Goebbels, Ribbentrop y otros dirigentes nazis sin mencionar la fuente, muchos pensarían que son actuales y que se trata de parlamentarios de la eurocámara.
Mucho antes de llegar al poder, en 1932, el dirigente nazi Alfred Rosenberg ya asistió a un congreso de Europa en Roma. Luego Hitler y todos sus portavoces hicieron frecuentes referencias a Europa durante su época de dominación terrorista, incluso antes de la guerra. Hay varias compilaciones, entre ellas un libro profusamente ilustrado, titulado simplemente Europa, cuya introducción escribió Ribbentrop. En 1937, por ejemplo, declaró en el mitin del partido nazi en Nuremberg que quizá estemos más interesados en Europa de lo que otros países necesitan estarlo. Nuestro país, nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestra economía han surgido de condiciones europeas generales. En consecuencia, debemos ser enemigos de cualquier intento de introducir elementos de discordia y destrucción en esta familia europea de pueblos.
Poco después, en 1938, Rudolf Hess organizó una presentación en el Congreso del partido Nazi, llamada La lucha por el destino de Europa en el Este, que explicaba por qué la colonización alemana de Rusia llevaría la civilización europea a los bárbaros eslavos.
En 1940 Joseph Goebbels dijo: Estoy convencido de que dentro de cincuenta años la gente ya no pensará en términos de países. El jefe nazi de propaganda creía que el federalismo alemán podía ser un modelo para Europa porque la absorción de los estados alemanes por parte del imperio alemán había funcionado. Así los estados europeos se podían integrar armónicamente sin atentar contra su identidad: Si nosotros, con nuestra perspectiva de la Gran Alemania, no tenemos interés en atentar contra las peculiaridades económicas, culturales o sociales de, por ejemplo, los bávaros y los sajones, tampoco tenemos interés en atentar contra la individualidad económica, social o cultural de, por ejemplo, el pueblo checo.
Los lacayos europeos de los nazis también aceptaban que Alemania era un modelo: Vidkun Quisling declaró que la Confederación Alemana podía servir como modelo para la cooperación con otros estados europeos. Goebbels aseguraba que nunca hemos tenido la intención de imponer por la fuerza este nuevo orden o reorganización de Europa. De ningún modo debéis pensar que cuando los alemanes traemos un nuevo orden a Europa lo hacemos con el propósito de sofocar a otros pueblos. Se explayaba sobre el carácter realista de la integración europea: A mi juicio la concepción que una nación tiene respecto de su propia libertad se debe armonizar con los hechos actuales y las simples cuestiones de eficiencia y propósito. Así como ningún miembro de una familia tiene derecho a turbar la paz por motivos egoístas, no se puede permitir que ninguna nación europea se interponga en el camino de un proceso general de organización. En el mismo tono, un funcionario del ministerio nazi de Empleo declaró que Alemania podía afirmar que no estaba luchando por sí misma, sino por Europa. Una versión del proyecto nazi de Confederación Europea sostenía que el papel de Alemania en Europa consistía en reconciliar los intereses particulares de los estados europeos con los intereses de Europa en su conjunto. A esta aspiración se sumaba la opinión de que los intereses y necesidades de Alemania están esencial e inseparablemente ligados con los de Europa.
Con frecuencia los nazis enfatizaban que los estados debían unirse voluntariamente a la nueva Europa. Liderazgo no significa dominación sino protección externa y responsabilidad interna, era su consigna. Hitler y Mussolini no querían sometimiento sino cooperación sincera: Todos los pueblos europeos que se han probado históricamente son bienvenidos como miembros de la nueva Europa. Su desarrollo nacional y cultural en libertad e independencia está garantizado. Cínicamente alegaban que los ejemplos de Finlandia, Hungría, Bulgaria, Rumanía, Croacia y Eslovaquia, países militarmente ocupados todos ellos, demostraban que no había intención de intervenir en los asuntos internos de otros estados: Nuestro único requerimiento es que los estados europeos sean miembros sinceros y entusiastas de Europa. Los imperialistas alemanes creyeron encontrar, por fin, un nuevo modo de dirigir Europa sin dominarla: La idea del liderazgo, que será el concepto dominante de la nueva vida internacional de Europa, es la negación de los métodos imperialistas de una época pasada: significa reconocimiento de la confiada cooperación de estados menores e independientes para abordar las nuevas tareas comunales.
De la misma manera, Arthur Seyss-Inquart escribió que nadie deseaba ver una Europa dominada por Alemania:
*Nuestro único deseo es que surja una Europa que sea realmente europea y consciente de su misión europea.*
Después de la invasión de la Unión Soviética, Signal, un periódico de circulación masiva en los tiempos gloriosos del III Reich, señaló también que no habría una Europa alemana:
*En realidad los soldados del Reich no sólo defienden la causa de su patria sino que protegen cada nación europea digna de ese nombre. El problema estaba en quienes no eran dignos de ese nombre...*
Una constante en la estrategia imperialista nazi consistía en hablar de sus socios y vecinos y pregonar la idea de que la búsqueda común de intereses compartidos había reemplazado a la rivalidad y la competencia capitalistas. Los hitlerianos también fueron pioneros de la globalización y dedicaron mucha atención a asuntos como el sentido europeo de comunidad. Anton Reithinger, gerente del monopolio I. G. Farben, en la conferencia de la Comunidad Económica Europea de 1942, habló del equilibrio entre los diversos intereses de los socios del espacio económico europeo, por una parte, y los intereses comunes de todos los pueblos europeos, por la otra: Para poner estos intereses en práctica se requiere [...] una creencia en la idea europea y en la misión europea de Alemania.
El europeísmo es, pues, un invento nazi; ellos fueron los primeros en elaborar planes (económicos y políticos) de integración europea. Si extractáramos algunos discursos de la época de Hitler, Goebbels, Ribbentrop y otros dirigentes nazis sin mencionar la fuente, muchos pensarían que son actuales y que se trata de parlamentarios de la eurocámara.
Mucho antes de llegar al poder, en 1932, el dirigente nazi Alfred Rosenberg ya asistió a un congreso de Europa en Roma. Luego Hitler y todos sus portavoces hicieron frecuentes referencias a Europa durante su época de dominación terrorista, incluso antes de la guerra. Hay varias compilaciones, entre ellas un libro profusamente ilustrado, titulado simplemente Europa, cuya introducción escribió Ribbentrop. En 1937, por ejemplo, declaró en el mitin del partido nazi en Nuremberg que quizá estemos más interesados en Europa de lo que otros países necesitan estarlo. Nuestro país, nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestra economía han surgido de condiciones europeas generales. En consecuencia, debemos ser enemigos de cualquier intento de introducir elementos de discordia y destrucción en esta familia europea de pueblos.
Poco después, en 1938, Rudolf Hess organizó una presentación en el Congreso del partido Nazi, llamada La lucha por el destino de Europa en el Este, que explicaba por qué la colonización alemana de Rusia llevaría la civilización europea a los bárbaros eslavos.
En 1940 Joseph Goebbels dijo: Estoy convencido de que dentro de cincuenta años la gente ya no pensará en términos de países. El jefe nazi de propaganda creía que el federalismo alemán podía ser un modelo para Europa porque la absorción de los estados alemanes por parte del imperio alemán había funcionado. Así los estados europeos se podían integrar armónicamente sin atentar contra su identidad: Si nosotros, con nuestra perspectiva de la Gran Alemania, no tenemos interés en atentar contra las peculiaridades económicas, culturales o sociales de, por ejemplo, los bávaros y los sajones, tampoco tenemos interés en atentar contra la individualidad económica, social o cultural de, por ejemplo, el pueblo checo.
Los lacayos europeos de los nazis también aceptaban que Alemania era un modelo: Vidkun Quisling declaró que la Confederación Alemana podía servir como modelo para la cooperación con otros estados europeos. Goebbels aseguraba que nunca hemos tenido la intención de imponer por la fuerza este nuevo orden o reorganización de Europa. De ningún modo debéis pensar que cuando los alemanes traemos un nuevo orden a Europa lo hacemos con el propósito de sofocar a otros pueblos. Se explayaba sobre el carácter realista de la integración europea: A mi juicio la concepción que una nación tiene respecto de su propia libertad se debe armonizar con los hechos actuales y las simples cuestiones de eficiencia y propósito. Así como ningún miembro de una familia tiene derecho a turbar la paz por motivos egoístas, no se puede permitir que ninguna nación europea se interponga en el camino de un proceso general de organización. En el mismo tono, un funcionario del ministerio nazi de Empleo declaró que Alemania podía afirmar que no estaba luchando por sí misma, sino por Europa. Una versión del proyecto nazi de Confederación Europea sostenía que el papel de Alemania en Europa consistía en reconciliar los intereses particulares de los estados europeos con los intereses de Europa en su conjunto. A esta aspiración se sumaba la opinión de que los intereses y necesidades de Alemania están esencial e inseparablemente ligados con los de Europa.
Con frecuencia los nazis enfatizaban que los estados debían unirse voluntariamente a la nueva Europa. Liderazgo no significa dominación sino protección externa y responsabilidad interna, era su consigna. Hitler y Mussolini no querían sometimiento sino cooperación sincera: Todos los pueblos europeos que se han probado históricamente son bienvenidos como miembros de la nueva Europa. Su desarrollo nacional y cultural en libertad e independencia está garantizado. Cínicamente alegaban que los ejemplos de Finlandia, Hungría, Bulgaria, Rumanía, Croacia y Eslovaquia, países militarmente ocupados todos ellos, demostraban que no había intención de intervenir en los asuntos internos de otros estados: Nuestro único requerimiento es que los estados europeos sean miembros sinceros y entusiastas de Europa. Los imperialistas alemanes creyeron encontrar, por fin, un nuevo modo de dirigir Europa sin dominarla: La idea del liderazgo, que será el concepto dominante de la nueva vida internacional de Europa, es la negación de los métodos imperialistas de una época pasada: significa reconocimiento de la confiada cooperación de estados menores e independientes para abordar las nuevas tareas comunales.
De la misma manera, Arthur Seyss-Inquart escribió que nadie deseaba ver una Europa dominada por Alemania:
*Nuestro único deseo es que surja una Europa que sea realmente europea y consciente de su misión europea.*
Después de la invasión de la Unión Soviética, Signal, un periódico de circulación masiva en los tiempos gloriosos del III Reich, señaló también que no habría una Europa alemana:
*En realidad los soldados del Reich no sólo defienden la causa de su patria sino que protegen cada nación europea digna de ese nombre. El problema estaba en quienes no eran dignos de ese nombre...*
Una constante en la estrategia imperialista nazi consistía en hablar de sus socios y vecinos y pregonar la idea de que la búsqueda común de intereses compartidos había reemplazado a la rivalidad y la competencia capitalistas. Los hitlerianos también fueron pioneros de la globalización y dedicaron mucha atención a asuntos como el sentido europeo de comunidad. Anton Reithinger, gerente del monopolio I. G. Farben, en la conferencia de la Comunidad Económica Europea de 1942, habló del equilibrio entre los diversos intereses de los socios del espacio económico europeo, por una parte, y los intereses comunes de todos los pueblos europeos, por la otra: Para poner estos intereses en práctica se requiere [...] una creencia en la idea europea y en la misión europea de Alemania.
LOS ARQUITECTOS DE LA NUEVA EUROPA
Pero las múltiples declaraciones nazis que se puedan aportar son muy poco comparadas con los planes concretos que dibujaron para la integración económica y política de Europa. No hablamos de que se parezcan a las que luego se pusieron en práctica tras la guerra; lo que estamos diciendo exactamente es que son las mismas, es decir, que la Unión Europea fue diseñada por los nazis.
Los planes nazis de integración europea eran tanto políticos como económicos. Como dijo Heinrich Hunke, se reconoce la necesidad de un orden político para la cooperación económica de los pueblos. Desde mediados de 1941 Goebbels comenzó a intervenir más en la cuestión europea y le dedicó numerosos discursos, mitines y artículos periodísticos. Llenó las páginas de su semanario Das Reich con consignas europeístas: La nueva Europa, El nuevo orden europeo, el Lebensraum de Europa o La visión de una nueva Europa. Entretanto, Ribbentrop señalaba que la lucha contra el bolchevismo, que unía a muchos pueblos del este de Europa, evidenciaba una creciente unidad moral de Europa dentro del Nuevo Orden que nuestros grandes líderes han proclamado y preparado para el futuro de las naciones civilizadas. Aquí se encuentra el sentido profundo de la guerra contra el bolchevismo. Es signo de la regeneración espiritual de Europa.
Dentro del Ministerio del Exterior, ese interés culminó con la creación de un comité de Europa en el otoño de 1942. Integraban el comité funcionarios del Ministerio del Exterior y expertos del Instituto para el Estudio de Países Extranjeros. Las luminarias eran Alfred Six, director del Instituto de Asuntos Exteriores -que organizó en 1941 una conferencia llamada La nueva Europa, para 303 estudiantes de 38 países- y Werner Daitz.
En marzo de 1943, se habían trazado planes muy avanzados para una confederación europea. Esos planes adoptaron la forma de constituciones y tratados que delineaban las competencias y la estructura de la futura confederación. El 21 de marzo de 1943 Ribbentrop escribió una nota que comienza así: Soy de la opinión de que, como ya le he propuesto al Führer en mis actas anteriores, deberíamos proclamar cuanto antes, en cuanto hayamos alcanzado un éxito militar significativo, la Confederación Europea en forma muy específica. Lo único que paralizó a los nazis en la proclamación oficial de su Confederación Europea fue que el éxito militar significativo que Ribbentrop esperaba no se produjo y las hordas hitlerianas fueron aplastadas en Stalingrado.
El plan de Ribbentrop proponía invitar a los jefes de los estados en cuestión (Alemania, Italia, Francia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Croacia, Serbia, Grecia y España) para firmar el instrumento que daría existencia a la Confederación. Junto al memorándum había un borrador que hablaba del destino común de los pueblos europeos y del objetivo de garantizar que nunca estallen guerras entre ellos. También preveía la abolición de barreras aduaneras entre los estados participantes.
En junio de 1943, un funcionario presentó los elementos básicos de un plan para la nueva Europa a un miembro del Comité de Europa. En medio de los habituales mentiras merca del anhelo de paz de las naciones, la sección titulada La organización económica de Europa anticipaba un comercio basado en el principio de la preferencia europea frente a los países no europeos, con el objetivo de llegar a una unión aduanera europea, un centro de clearing europeo y tipos de cambio estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea; y la armonización de las condiciones laborales, lo que parece querer decir que todos los trabajadores europeos deberían ingresar en campos de concentración. El proyecto también anticipaba conferencias en cada especialidad (trabajo, agricultura y demás) para decidir las políticas aplicables a toda la Confederación.
Pero las múltiples declaraciones nazis que se puedan aportar son muy poco comparadas con los planes concretos que dibujaron para la integración económica y política de Europa. No hablamos de que se parezcan a las que luego se pusieron en práctica tras la guerra; lo que estamos diciendo exactamente es que son las mismas, es decir, que la Unión Europea fue diseñada por los nazis.
Los planes nazis de integración europea eran tanto políticos como económicos. Como dijo Heinrich Hunke, se reconoce la necesidad de un orden político para la cooperación económica de los pueblos. Desde mediados de 1941 Goebbels comenzó a intervenir más en la cuestión europea y le dedicó numerosos discursos, mitines y artículos periodísticos. Llenó las páginas de su semanario Das Reich con consignas europeístas: La nueva Europa, El nuevo orden europeo, el Lebensraum de Europa o La visión de una nueva Europa. Entretanto, Ribbentrop señalaba que la lucha contra el bolchevismo, que unía a muchos pueblos del este de Europa, evidenciaba una creciente unidad moral de Europa dentro del Nuevo Orden que nuestros grandes líderes han proclamado y preparado para el futuro de las naciones civilizadas. Aquí se encuentra el sentido profundo de la guerra contra el bolchevismo. Es signo de la regeneración espiritual de Europa.
Dentro del Ministerio del Exterior, ese interés culminó con la creación de un comité de Europa en el otoño de 1942. Integraban el comité funcionarios del Ministerio del Exterior y expertos del Instituto para el Estudio de Países Extranjeros. Las luminarias eran Alfred Six, director del Instituto de Asuntos Exteriores -que organizó en 1941 una conferencia llamada La nueva Europa, para 303 estudiantes de 38 países- y Werner Daitz.
En marzo de 1943, se habían trazado planes muy avanzados para una confederación europea. Esos planes adoptaron la forma de constituciones y tratados que delineaban las competencias y la estructura de la futura confederación. El 21 de marzo de 1943 Ribbentrop escribió una nota que comienza así: Soy de la opinión de que, como ya le he propuesto al Führer en mis actas anteriores, deberíamos proclamar cuanto antes, en cuanto hayamos alcanzado un éxito militar significativo, la Confederación Europea en forma muy específica. Lo único que paralizó a los nazis en la proclamación oficial de su Confederación Europea fue que el éxito militar significativo que Ribbentrop esperaba no se produjo y las hordas hitlerianas fueron aplastadas en Stalingrado.
El plan de Ribbentrop proponía invitar a los jefes de los estados en cuestión (Alemania, Italia, Francia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Croacia, Serbia, Grecia y España) para firmar el instrumento que daría existencia a la Confederación. Junto al memorándum había un borrador que hablaba del destino común de los pueblos europeos y del objetivo de garantizar que nunca estallen guerras entre ellos. También preveía la abolición de barreras aduaneras entre los estados participantes.
En junio de 1943, un funcionario presentó los elementos básicos de un plan para la nueva Europa a un miembro del Comité de Europa. En medio de los habituales mentiras merca del anhelo de paz de las naciones, la sección titulada La organización económica de Europa anticipaba un comercio basado en el principio de la preferencia europea frente a los países no europeos, con el objetivo de llegar a una unión aduanera europea, un centro de clearing europeo y tipos de cambio estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea; y la armonización de las condiciones laborales, lo que parece querer decir que todos los trabajadores europeos deberían ingresar en campos de concentración. El proyecto también anticipaba conferencias en cada especialidad (trabajo, agricultura y demás) para decidir las políticas aplicables a toda la Confederación.
Este documento fue seguido en agosto de 1943
por una Nota sobre la fundación de una Confederación Europea en la que
Renthe-Fink escribió:
*En la tremenda lucha por el futuro de Europa, los alemanes somos campeones de un nuevo y mejor orden donde todos los pueblos europeos hallarán un lugar legítimo y digno. Hasta ahora hemos evitado hacer una propuesta concreta en lo concerniente a la cuestión europea [...] Si ahora presentáramos la idea de una solución confederada, basada en la libre cooperación entre naciones independientes, ella consolidaría la confianza de los pueblos europeos en nuestra política y aumentaría su voluntad de seguir nuestra guía y trabajar por nuestra victoria.*
Aunque los principios encarnados en el acto constitutivo de la Confederación Europea anexos al memorándum especificaban que la Confederación era una comunidad de estados soberanos que se garantizaban mutuamente la libertad y la independencia, está claro que, bajo la batuta hitleriana, la confederación ejercería un control casi total sobre los asuntos internos de sus estados miembros: La economía europea será planificada conjuntamente por los estados miembros según sus intereses comunes y nacionales, decía el documento. El objetivo era incrementar la prosperidad material, la justicia social y la seguridad social en los estados individuales, y desarrollar los recursos materiales y laborales de Europa [...] para proteger la economía europea de las crisis y las amenazas económicas externas. Sugería que las barreras aduaneras que impiden aumentar el comercio entre los miembros de la Confederación se eliminarán gradualmente y que el sistema intraeuropeo de comunicaciones por ferrocarril, autopistas y vías fluviales y aéreas se desarrollará de acuerdo con un plan unificado.
El plan europeo de integración de Renthe-Fink
preveía la necesidad de un Consejo Económico compuesto por representantes de los
estados miembros, el cual se dividiría en comités destinados al comercio, la
industria y la navegación, los asuntos de economía y moneda, las cuestiones
laborales y sociales, la alimentación, la agricultura y los bosques. El
documento repetía los objetivos definitivos de la Confederación:
*La solución de los problemas económicos, con miras a la
inmunidad frente a un bloqueo; la regulación del comercio sobre la base de la
preferencia por Europa frente al resto del mundo, con miras a una unión aduanera
europea y un mercado libre europeo; un sistema central de clearing europeo y
tasas de cambio estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea. Los
objetivos incluirían la estandarización y mejoramiento de las condiciones de
empleo y seguridad social, así como la planificación de largo plazo de la
producción industrial, agropecuaria y forestal.*
Como vemos, la producción agropecuaria ocupaba un lugar prominente en los documentos nazis sobre Europa. Era preciso que la agricultura europea fuera autosuficiente.
Los documentos nazis también manifestaban que la integración de Europa era inevitable a causa del desarrollo tecnológico. Solían sostener que la fragmentación de los recursos económicos de Europa era un grave obstáculo para la prosperidad y el progreso social de los diversos países. Se requería coordinación y planificación económica: Con el objeto de alentar el comercio mutuo y crear un gran mercado europeo, se eliminarán progresivamente las aduanas y otras barreras entre los países.
Otro proyecto nazi es lo que cincuenta años después los europeístas llamaron redes transeuropeas, una avanzadilla de la modernidad actual. Según Renthe-Fink, la experiencia ha mostrado que el actual sistema de comunicaciones de Europa es inadecuado para el aumento de la demanda. La red interna de ferrocarriles, carreteras y líneas aéreas se desarrollará de acuerdo con un plan común. También el ministro vichysta Jacques Benoist-Méchin, lamentaba la centralización del sistema de transporte francés, como si París fuera el único centro del mundo, y exigía nuevas arterias que se conectaran con las carreteras alemanas e italianas para dar a la infraestructura de transporte de Francia un carácter genuinamente europeo. Un orador de la conferencia sobre la Comunidad Económica Europea proclamó que el futuro pertenece al transporte motorizado.
Las sorpresas de los adelantos nazis no tienen fin. Otro ejemplo es el Tratado Europeo contra el terrorismo de 1977, que está literalmente extraído del Pacto entre Hitler y Mussolini, el llamado Pacto Antikomintern, el acuerdo contra los comunistas. Por eso cuando Rumanía se incorporó a la Unión Europea, emitió una declaración contra el comunismo y, al mismo tiempo, rehabilitó con todos los honores la figura de Antonescu, la versión local de Hitler, Mussolini y Franco.
Europa es justamente eso y nada más que eso.
Como vemos, la producción agropecuaria ocupaba un lugar prominente en los documentos nazis sobre Europa. Era preciso que la agricultura europea fuera autosuficiente.
Los documentos nazis también manifestaban que la integración de Europa era inevitable a causa del desarrollo tecnológico. Solían sostener que la fragmentación de los recursos económicos de Europa era un grave obstáculo para la prosperidad y el progreso social de los diversos países. Se requería coordinación y planificación económica: Con el objeto de alentar el comercio mutuo y crear un gran mercado europeo, se eliminarán progresivamente las aduanas y otras barreras entre los países.
Otro proyecto nazi es lo que cincuenta años después los europeístas llamaron redes transeuropeas, una avanzadilla de la modernidad actual. Según Renthe-Fink, la experiencia ha mostrado que el actual sistema de comunicaciones de Europa es inadecuado para el aumento de la demanda. La red interna de ferrocarriles, carreteras y líneas aéreas se desarrollará de acuerdo con un plan común. También el ministro vichysta Jacques Benoist-Méchin, lamentaba la centralización del sistema de transporte francés, como si París fuera el único centro del mundo, y exigía nuevas arterias que se conectaran con las carreteras alemanas e italianas para dar a la infraestructura de transporte de Francia un carácter genuinamente europeo. Un orador de la conferencia sobre la Comunidad Económica Europea proclamó que el futuro pertenece al transporte motorizado.
Las sorpresas de los adelantos nazis no tienen fin. Otro ejemplo es el Tratado Europeo contra el terrorismo de 1977, que está literalmente extraído del Pacto entre Hitler y Mussolini, el llamado Pacto Antikomintern, el acuerdo contra los comunistas. Por eso cuando Rumanía se incorporó a la Unión Europea, emitió una declaración contra el comunismo y, al mismo tiempo, rehabilitó con todos los honores la figura de Antonescu, la versión local de Hitler, Mussolini y Franco.
Europa es justamente eso y nada más que eso.
Antorcha (censurada revista digital del PCE)
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