Mostrando entradas con la etiqueta movimientos sociales. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta movimientos sociales. Mostrar todas las entradas

jueves, 25 de septiembre de 2014

LA EMIGRACIÓN CHINA Y LA RED BAMBÚ

Entre todas las nacionalidades del mundo, la china es una de las que más han emigrado fuera del país. Actualmente, hay más de 50 millones de descendientes de emigrantes chinos viviendo por todo el mundo.

En este post me gustaría hacer un resumen de la historia de la emigración china y las comunidades que han fundado en los países extranjeros...





La definición de ser "chino"

En estados europeos como España, Francia o Alemania, el ser español, francés o alemán se entiende por poseer un pasaporte de estos países, o en el sentido más estricto, de haber nacido en el país. Para los chinos, la cuestión es mucho más compleja debido a los siguientes factores históricos:

Desde el siglo XIX, millones de chinos han emigrado a otros países, donde formaron comunidades en las que han conservado su idiosincrasia. Sus descendientes, a pesar de poseer la nacionalidad de los países donde han nacido, siguen identificándose como "chinos" en el sentido étnico.
Debido a la compleja historia de invasiones extranjeras y guerras civiles, a parte de la República Popular de China, hay varios estados independientes donde casi toda la población es de origen chino, como Taiwan, Singapore y Hong Kong (hasta 1997, pero sigue siendo un territorio con autonomía especial). Los ciudadanos de estos países se consideran "chinos" culturalmente, pero no son "ciudadanos de China".
En español usamos la palabra "chino" para designar tanto a los ciudadanos de china como los descendientes de emigrantes chinos de cualquier ciudadanía, causando muchos casos de confusión. En chino las palabras son distintas.

Refiriéndose a un ciudadano de china, se dice 中国人 (chon guó ren)
Refiriéndose a un descendiente de chinos nacidos en el extranjero, se dice 華人 (jua ren)

La historia de la emigración china

Durante gran parte de los siglos XIX y XX, China había vivido una época muy turbulenta, con muchas hambrunas, revoluciones, guerras civiles, invasiones extranjeras y dictaduras genocidas. Muchos chinos escaparon de la miseria buscándose la vida en países extranjeros. Los destinos más populares eran los países vecinos de Sudeste de Asia, pero algunos también aventuraron más lejos, hasta EEUU, Canadá, Perú y México.

Los primeros chinos que emigraron casi todos procedían de las regiones costales, de las provincias Guangdong y Fujian, y eran de origen social humilde. En los países de destino, se dedicaron a realizar trabajos manuales que no deseaban los autóctonos, otros montaron negocios para servir las necesidades de sus compatriotas.

A partir de los años 1960, EEUU, Canadá y Australia empezaron a buscar mano de obra cualificada en Asia, y concedieron visados a millones de "chinos", primero de Taiwan y Hong Kong, luego de la Republica Popular de China. La mayoría de los emigrantes eran médicos, ingenieros, investigadores, profesores y científicos. A día de hoy, esta oleada y sus descendientes son el grupo demográfico más dominante entre los chinos de Norteamérica.

Paralelo a la emigración legal, también está la ilegal, cuyo número es difícil de estimar. Durante los últimos 20 años, millones de chinos han emigrado de modo clandestino a EEUU, Europa y Australia, y a la mayoría trabajan en talleres ilegales o en la cocina de restaurantes. Los que consiguen el permiso de residencial suelen abrir su propio negocio dentro de la comunidad china.

Durante el siglo XXI, uno de los continentes donde se ha visto el mayor aumento de inmigración china es África. Debido a relaciones comerciales entre China y las economías emergentes de África, miles de chinos se han instalado en Sudáfrica, Chad, Namibia, Zambia y Nigeria, tanto como "trabajadores invitados" o como empresarios.

En el sudeste asiático

Demograficamente, la gran mayoría del diáspora chino se concentra en países de S.E. Asia: Tailandia, Myanmar, Vietnam, Filipinas, Malasia, Singapur e Indonesia, cuyo número supera los 25 millones.

La gran mayoría de la comunidad china en S.E. Asia desciende de emigrantes de finales de siglo XIX y principios de siglo XX. Aunque llegaron a estos países como "muertos de hambre", lograron mejorar su situación socioeconómica en una generación. Durante los años 1950, la gran mayoría de los chino-descendientes eran propietarios de negocios prósperos o profesionales cualificados, y en la época actual, forman la élite que dominan el sector comercial y financiero.

En países de tradición musulmana como Malasia, Indonesia y Brunei, los chinos se han mantenido como una comunidad a parte, viviendo en sus propios barrios donde los hijos atienden colegios de lengua china. Matrimonios mixtos son todavía muy escasos, a pesar de haber convivido durante 4 generaciones con malayos.

Pero en países de tradición budista (Tailandia, Myanmar, Vietnam) y cristiana (Filipinas), los chinos llevan generaciones mezclándose con la población local. A día de hoy, hay varios grados de mestizaje, donde se conservan a distintos niveles las tradiciones chinas, pero siempre hay un "núcleo duro" de la comunidad que resiste a la asimilación.

Según estadísticas oficiales, 1/4 de los ciudadanos de Malasia y la mayoría de la población de Singapur, son de ascendencia china.

En otros países como Filipinas, Vietnam, Tailandia, Myanmar y Laos, la comunidad china consta menos de 5% de la población total, pero en realidad, hasta un 1/3 de la población tiene algún antepasado chino.

En Norteamérica

En Canadá hay más de 1,3 millones de chino-descendientes (3.4% de la población nacional). En EEUU el número supera los 3.9 millones (1.3% de la población).

La población china de Canadá y EEUU desciende de diversos orígenes: obreros cantoneses a finales de siglo XIX, profesionales de Hong Kong y Taiwan durante los años 60-80, refugiados vietnamitas de ascendencia china, estudiantes de la República Popular de China e inmigrantes ilegales, para comentar algunos ejemplos.

Comunidades chinas existen en casi todas las ciudades importantes, y suelen agruparse en distintos barrios por nivel económico, dialecto, y grado de asimilación en la sociedad americana.

Es difícil generalizar sobre el grado de integración. Por un extremo, hay chino-descendientes totalmente asimilados en la cultura americana que se niega a conocer nada de la cultura china; por otro extremo, hay otros que llevan toda su vida dentro de los confines de Chinatown sin ninguna interacción con forasteros. La tasa de matrimonios mixtos aumenta con el número de generaciones que lleva en América.

Pero en general, lo que más destaca de la comunidad china en Norteamérica es el nivel académico: más de 51% tienen estudios universitarios frente al medio nacional de 28%. Aunque los propios inmigrantes realizan diversas ocupaciones desde camareros hasta investigadores científicos, la generación nacida en América tiene una fuerte presencia en las profesiones cualificadas, especialmente en el sector tecnológico.

En América Latina

El país latinoamericano que recibió la mayor tasa de inmigración china es Perú, y a día de hoy, un 5% de peruanos tienen ascendencia china.

La mayor parte de la inmigración ocurrió en el siglo XIX, cuando importaron a obreros cantoneses para sustituir los esclavos negros como mano de obra barata. Como los inmigrantes eran casi todos hombres, la mayoría se casaron con mujeres cholas, andinas o africanas, y en la actualidad hay pocos chino-peruanos de sangre pura. Sin embargo, aún hay barrios chinos en muchas ciudades y los chino-descendientes han mantenido ciertas costumbres, como la gastronomía.

Otros países como México, Cuba y Argentina también recibieron inmigración china, pero durante los últimos años, el país donde mayor presencia china ha registrado es Panamá, gracias a las empresas que gestionan el comercio por canal.

En Europa

En el Reino Unido, la mayoría de la población china llegó entre los años 50 y 80 y procedía de Hong Kong, una antigua colonia británica. El negocio más típico de los inmigrantes eran restaurantes, pero la mayoría de los hijos nacidos en el Reino Unido tienen estudios superiores y realizan trabajos cualificados.

En Francia, la mayor parte de la comunidad "china" realmente vino desde Vietnam, una antigua colonia, donde mucha población son chino-descendientes. Esta oleada llegó durante los años 50 y 60 y sus descendientes están totalmente asimilados en la sociedad francesa.

En España, la inmigración china es un fenómeno relativamente reciente, y la gran mayoría procede de la región de Qingtiang. Hasta el día de hoy, la mayoría se dedican a negocios de alimentos y la venta de productos baratos importados de China. En general, sigue siendo una comunidad bastante cerrada.

Durante los últimos 2 décadas, la mayor fuente de inmigración china a todos los países europeos procede la República Popular de China, tanto por vía legal como estudiantes, empresarios o profesionales cualificados, o por vía ilegal como mano de obra esclava.

Los tópicos y la discriminación 

Las comunidades chinas en diaspora en todos los países parecen siempre obedecer el mismo tópico: llegan pobres, pero se hacen ricos en menos de una generación.

En casi todos los países donde la comunidad china lleva más de una generación, suele tener un nivel de estudios y de ingreso familiar bastante más alto que el medio nacional. En EEUU les llaman "la minoría modélica", o "los nuevos judíos".

Pero este éxito también despierta recelos y envidias. Al ser una minoría étnica que carece de poder político, durante tiempos de crisis, muchos políticos populistas difunden bulos de que la comunidad china mantenga su prosperidad enriqueciéndose a costa de los demás, que esconda grandes cantidades de dinero negro, o que tengan  tratos de favoritismo por la administración pública sólo por el hecho de ser chinos.

En el Sudeste asiático, la mayoría de los disturbios raciales se dirigían contra la comunidad china, con la más reciente en Jakarta, 1998, donde quemaron cientos de negocios chinos. Muchos chino-descendientes, para evitar hostilidades, cambiaron sus apellidos para pasarse más desapercibidos.

Y la respuesta...

Pero en general, debido al sentido de orgullo, los chinos raras veces luchan contra la discriminación reivindicando sus derechos como una "minoría reprimida" porque no quieren ser vistos como "víctimas". En cambio, lo que suelen hacer es trabajar duro para crear un tópico todo lo opuesto a lo que tenía antes.

Por ejemplo, hasta los años 60, los chinos en EEUU tenían fama de ser una población analfabeta, cerrada, ignorante e incapaz de integrarse en la sociedad americana. Los nuevos inmigrantes hicieron todo para deshacerse de ese tópico, obligando sus hijos a estudiar carreras y ejercer profesiones cualificadas.

Pero a partir de los 90, los chinos se han creado otro tópico: lo del empollón: gente tímida, poco asertiva y asexuada que pasa todo el tiempo delante de un ordenador con poca vida social. De nuevo, los jóvenes chino-descendientes están trabajando duro para quitarse este tópico. Muchos han empezado a vestirse como raperos y practicar bailes latinos o breakdance para dar una imagen más "guay" y "callejera".

La "red bambú"

Muchos sociólogos han atribuido la causa del éxito del diáspora chino en la mayoría de los países a la "red bambú". Se refiere a una red social formada por emigrantes chinos en el extranjero a través de relaciones familiares y personales, que se ayudan entre sí a la hora de prestar dinero, realizar inversiones y hacer negocio.

Por ejemplo, cuando un empresario quiere montar un negocio y el banco no le presta dinero, puede acudir a la "red bambú" para conseguir un préstamo. Si un trabajador humilde quiere mandar su hijo a la universidad pero no puede pagar la matrícula, también puede acudir a la "red" para pedir una "beca".

Quizás debido a este apoyo informal de la comunidad, muchos emigrantes chinos de situación humilde ha podido conseguir la oportunidad de estudiar una carrera o montar un negocio, y muchos negocios familiares chinos han podido sobrevivir años de vacas flacas y remontarse cuando la situación mejore.


domingo, 21 de septiembre de 2014

LA CRISIS COMO EXCUSA PARA UNA DOCTRINA DEL SHOCK

El Gobierno se sirve de la crisis para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada. A pesar de que nos presentan los recortes como inevitables, organismos como el FMI están pendientes de la reacción ciudadana en España.

Dice Naomi Klein que la estrategia de la doctrina del shock, ideada por el economista Milton Friedman y puesta en práctica por sus poderosos seguidores -desde presidentes estadounidenses hasta oligarcas rusos, pasando por dictadores del Tercer Mundo, catedráticos de universidad o directores del Fondo Monetario Internacional-, consiste en “esperar a que se produzca una crisis de primer orden o estado de shock, y luego vender al mejor postor los pedazos de la red estatal a los agentes privados mientras los ciudadanos aún se recuperan del trauma, para rápidamente lograr que las “reformas” sean permanentes”. 

El propio Friedman describió así la táctica del capitalismo contemporáneo:

“Solo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo depende de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”. 



Chile se convirtió en el primer escenario donde se aplicó la doctrina del shock. Allí la “crisis aprovechable” fue el golpe de Estado de Pinochet y la represión impuesta por él. Aquello allanó el camino para imponer grandes transformaciones económicas en un breve periodo de tiempo. Friedman, que asesoró a Pinochet, predijo que las características de esos cambios económicos provocarían una serie de reacciones psicológicas en la gente que “facilitarían el proceso de ajuste”. A ese proceso lo llamó el “tratamiento de choque” económico. 

En el caso de Irak el shock colectivo lo provocó la invasión, los bombardeos, dentro de una operación denominada precisamente “Conmoción y pavor” - ”Shock and awe”- con el objetivo de “controlar la voluntad del adversario, sus percepciones y su comprensión, y literalmente lograr que quede impotente para cualquier acción o reacción”, según los autores del documento de doctrina militar que llevaba el mismo nombre. Tras ello, Paul Bremer decretó privatizaciones masivas en Irak y la liberalización del mercado.

Friedman era ya un anciano cuando se produjo la inundación de Nueva Orleans en 2005, pero también vio en aquello una oportunidad. Y así lo escribió en The Wall Street Journal: “La mayor parte de las escuelas en Nueva Orleans están en ruinas. Esto es una tragedia. También es una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo”.

Dicho y hecho. Tras el huracán Katrina, think tanks y grupos estratégicos se abalanzaron sobre la ciudad estadounidense con el propósito de convertir los colegios de Nueva Orleans en “escuelas chárter”; es decir, escuelas públicas que pasarían a ser gestionadas por instituciones privadas. ¿Os suena?

Aquí en España el escenario del shock no lo provoca un golpe de Estado ni una invasión ilegal con bombardeos masivos, ni una inundación de consecuencias catastróficas, sino la propia crisis económica. Es ella la justificación de la que se sirve el Gobierno -y sobre todo, los poderes económicos y financieros que auspician sus medidas- para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada hasta provocar un cortocircuito en nuestra capacidad de respuesta o, dicho en palabras de Friedman, reacciones psicológicas que facilitan “el proceso de ajuste”.

Con la excusa de responder contra la crisis, se nos impone más crisis para crear una modificación permanente a través de recortes drásticos en derechos y servicios sociales: Nada volverá a ser lo que era.  No hay mes en que no nos desayunemos con alguna nueva medida que quiebra aún más nuestra posibilidad de vivir con cierta dignidad y bienestar. No hay tiempo para asimilar. La rapidez con la que se están acometiendo las ‘reformas’ impide una capacidad de reacción continuada ante tantos nuevos frentes. Cuando se denuncia el desagüe por el que se nos esfuma la educación pública, nos comunican nuevos tijeretazos en la sanidad; cuando ponemos empeño en detener desahucios, se reforman las pensiones para devaluarlas. Y así, un largo etcétera. 

Pero incluso en este negro escenario la reacción de la sociedad civil importa, y mucho. Por ello organismos como el Fondo Monetario Internacional están pendientes de la respuesta ciudadana. Cuando en el Egipto de 2008 surgieron grandes protestas en ciudades y fábricas, la preocupación era que estas pudieran “impedir a Mubarak acometer su reforma económica”, consistente en la liberalización del mercado, privatizaciones masivas y recortes de los servicios sociales. 

Ahora que el FMI vigila a España de cerca -con su propio “hombre de negro” destinado en nuestro país para supervisar de cerca el rescate de la banca con nuestro dinero-, es interesante observar qué dice de nosotros. Su informe de agosto destaca que “la situación política parece estable pero la tensión social podría comprometer el esfuerzo de reforma. El gobierno tiene una amplia mayoría, no habrá elecciones generales hasta finales de 2015 y solo se ha enfrentado a disturbios sociales limitados”. Y prosigue:
“Pero el contexto económico ha reducido la popularidad de los dos principales partidos, lo que podría hacer que el apoyo público a nuevas y difíciles reformas fuera más complicado”.

En los despachos del poder se observa con preocupación el descenso de las dos organizaciones políticas que sostienen el bipartidismo y se mide el pulso de la sociedad civil, de la ciudadanía activa. Hasta ahora, los ‘disturbios’ sociales les parecen limitados. ¿Y si crecieran? Probablemente aumentaría la carga de electroshocks, con todo tipo de estrategias: mayor represión, medidas que crean más pobreza, e incluso mecanismos para hacer tambalear, desde dentro, a los grupos organizados.

Mientras que 2011 fue el año del despertar, de las revueltas árabes, de los indignados, del movimiento Occupy, 2013 podría ser su reverso. Hubo un momento hace dos años en que la calle fue capaz de imponer agenda en el debate público. Pero el poder tomó rápidamente la delantera, y ahora la agenda oficial nos bombardea. Aun así se ha construido tejido social y político con capacidad para responder a determinadas estafas. No es todavía suficiente para evitar el tratamiento de choque. Pero todo suma.

Mientras haya memoria, conciencia y resistencia, se estará abriendo un camino para un futuro diferente al que nos tienen preparado. De momento se está erosionando el monopolio de la verdad. El poder tiene los mecanismos para seguir gobernando contra los intereses de la mayoría. Pero no está siendo capaz de inocular su mentira en la sociedad. Por ahora dispone de impunidad, pero carece de hegemonía moral. Y esto, ya de por sí, simboliza toda una grieta en el tenebroso tratamiento de choque de la doctrina del shock.

Artículo de Olga Rodríguez, visto en el diario.es