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miércoles, 14 de enero de 2015

LA RISA DE EUROPA

El terrorismo criminal y cobarde tiene la enorme virtud de ser la mejor máquina de obligar creada por el hombre. Obliga a las derechas a extremar su crueldad antes contenida, obliga a las izquierdas a justificar el terrorismo, y obliga a los bienpensantes a identificarse plenamente con las víctimas. Si algún día lográramos evadir esas extorsiones, el terrorismo sufriría su primera derrota en años...






La parte que me toca es la de ponerme el cartel de las víctimas inocentes, esos hombres que se dedicaban a hacer humor y que fueron masacrados por el fascismo fanático y brutal que corona su intolerancia con sangre y muerte. Me tocaría repudiar y repetir: “Yo soy Charlie Hebdo.”

Bien, como hombre del oficio debo decir que el humor político siempre hiere a alguien. Y uso la palabra “herir” y no “criticar”, porque salvo que usted se siente con su hijo a criticar sus conductas, todas las demás críticas en el fondo son lesivas, son rechazos, burlas, o menoscabos. En mi caso hago humor provocándole algún daño a los opositores al gobierno, mientras otros hacen humor lastimando al gobierno. Y así, el blanco se ríe del negro, el petiso del alto, el sudaca del gringo, el gringo del resto del mundo, el muerto del degollado, y viceversa para todos los casos. Pero en este ring-side donde el humor político se pone los guantes, los contendientes utilizan y entienden y aceptan más o menos las mismas reglas.

Dicho lo anterior, Charlie Hebdo agitando la bandera de la más libre libertad de expresión se dedicó a burlarse y a escarnecer la religión de la población más oprimida, más pobre, castigada y discriminada de la culta Europa. Con el pelito pa’ la vieja de ser orgullosos ciudadanos de la République Française –a pesar de considerarse anarquistas– hasta se rieron de los musulmanes cuando más de 1000 de ellos fueron acribillados en Egipto. La tapa que hacía referencia al hecho traía como humorada el dibujo de un musulmán atravesado por las balas mientras trataba de protegerse con el Corán. El título de la revista decía “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”. Quizá esas cosas tengan su gracia y yo no me doy cuenta. El tema es que la libertad de expresión de este medio de comunicación francés hecho por franceses, coincide sin ninguna comicidad con la política de Francia que segrega a los musulmanes de su país, y los bombardea con drones en sus tierras. La violencia en dibujitos se llama violencia simbólica, pero para comprender que lo de “simbólico” es un escamoteo de la semiología, basta imaginar –y salve las diferencias– qué sentiría usted, un argentino cualquiera, con el chiste de un soldado en Malvinas que se cubre con nuestra bandera mientras es acribillado por las balas inglesas. Imagine que está dibujado por humoristas ingleses como un simpático monito y que el texto dice “Guerra en las Falklands. La bandera argentina es una mierda: no detiene la balas”. Y no es un golpe bajo, trato de que podamos comprender que la libertad de expresión también puede ser violencia pura, un gesto cruel del imperialismo, un ejercicio de dominación y un lujo sibarítico que se puede dar el opresor en su supremacía.

La blanca y limpia y culta Europa tiene problemas muy graves. No sabe qué hacer con esos millones de negros cabezas llegados desde sus vergonzosas colonias de ayer. Negros que tuvieron hijos negros, y que piensan como los negros, tienen la religión de los negros, y son segregados como negros. La blanca y limpia y culta Europa tiene el problema de haber colaborado para que algunos de esos negros cabezas se fanatizaran, se llenaran de odio, y después los armaron para combatir a los gobiernos que Occidente ya no le sirven. La blanca y limpia y culta Europa tiene el problema de creerse blanca y limpia y culta.

Hoy la gran mayoría de los hijos de los empobrecidos musulmanes están sin trabajo, sin futuro, y sólo se los invoca como un problema demográfico, social, cultural, policial… lo que sea que signifique un problema. Son eso: un problema para los demás. O son chistes donde su sagrado profeta tiene sexo con un cerdo.

No hay manera de justificar ni de comprender la intolerancia fascista, la crueldad, la locura asesina de salir a matar a un tipo que hace un dibujo. Porque es cierto que abstenerse de ser un asesino es una posibilidad al alcance de cualquiera. Y no se trata de gente que no tiene sentido del humor como dijo un famoso periodista argentino con una imbecilidad ilimitada. Se trata de una escalada de violencia que busca más violencia, y que seguramente la va a conseguir dado que cada quien reaccionó como los terroristas –islamistas y capitalistas– lo necesitan.

Hace días nomás EE UU mostró al mundo cómo la CIA viene torturando a quien se le ocurre, en el lugar del mundo que le parezca. Pero nadie dijo “Yo soy un torturado por la CIA”. Y no pasó nada, y nadie habló de la amenaza del terrorismo cristiano internacional. (De asesinatos de la CIA no se dijo nada porque no debe haber. Obvio.)

Y creo que este es mi homenaje a los humoristas franceses asesinados. Víctimas de una Europa que se pudre. Masacrados absurdamente por hacer humor con cosas que no hacen reír a nadie. Desde aquí, este negro sudaca también los saluda.

Carlos Barragán

lunes, 10 de marzo de 2014

BRUJAS DEL NUEVO MILENIO

Temblad, malditas, porque las brujas están de moda. Lo que quiere decir que las firmas de alta costura ya han pensado en explotar el estereotipo en su colección otoño-invierno 2015; que las revistas que marcan tendencia pondrán todo su ingenio a trabajar en aunar compras y aquelarres; que la maquinaria de ficción exprimirá el potencial de hacer dinero con personajes como Maléfica, en las carnes de Angelina Jolie, e insistirá en el atractivo de las tipologías –¿Qué bruja te pides ser?– con series de televisión como American Horror Story. Aseguran de la futura Salem, nuevo experimento seriado, donde se narran los famosos juicios ocurridos en dicha localidad (y alrededores) en el siglo XVII, que traerá una imagen “atrevida y rompedora” de las brujas. El mito, y su potencial como metáfora, explotados por el mercado...

Brujas del siglo XXI como metáfora subversiva inherente al discurso feminista, recuperado hoy por artistas, filósofas y guionistas de cine, cómic y televisión. Ilustración: Daniel Luna Sol


En Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (Traficantes, 2010), Silvia Federici amplía los límites semánticos al recordar que la hechicera no era sólo la partera, la mujer que evitaba la maternidad o la mendiga; también era la libertina, la promiscua antisistema, la adúltera y la prostituta; “todas aquellas mujeres que practicaban su sexualidad fuera de los vínculos del matrimonio y la procreación”. La culpa era inherente a la mala reputación. Esta herramienta de control, de sumisión, buscaba (y busca) coartar a la mujer que habla en el ágora; “a la rebelde que contestaba, discutía, insultaba y no lloraba bajo tortura”. Ya sea en la plaza, tribuna o estrado, lo que la institución patriarcal ha intentado a lo largo de la Historia, y especialmente a través de la Caza de Brujas, entre los siglos XVI y XVII, ha sido degradar, demonizar y destruir el poder social de un colectivo organizado; negarle la voz, y la palabra. No hay que olvidar que fue, precisamente, en ese espacio público y político –las hogueras y las salas de tortura– donde se cimentaron los principios burgueses de feminidad y domesticidad que tan útiles le siguen siendo, hoy por hoy, al sistema.

De las insistentes y aleccionadoras muertes en la hoguera, se le permite a la prostituta sobrevivir a cambio de la muerte de la bruja. ¿Por qué? Hablamos del arquetipo, de la metáfora hecha carne, carne de mujer. El necesario control sobre la “lujuria insaciable”, según los demonólogos que firmaron el Malleus Male­ficarum, y la institucionalización de la “debilidad moral y mental” como origen de la perversión femenina, tal y como aseguraron Martín Lutero y los humanistas de la época. Las mujeres y su relación con el Diablo como argumento vertebrador. Federici insiste: “La caza de brujas transformó la relación de poder entre el Diablo y la bruja. Ahora la mujer era la sirvienta, la esclava, el súcubo en cuerpo y alma, mientras el Diablo era al mismo tiempo su dueño y amo, proxeneta y marido”.

Empuñar la palabra

La ensayista y crítica literaria Francesca Serra ya lo advertía en Las buenas chicas no leen novelas (Península, 2013): tanto el instinto como la mercancía son asignadas a género, codificadas “mujer”, por una razón, la obediencia. Existen dos funciones encomendadas a las brujas domesticadas, ahora sumisas consumidoras: hacer dinero y potenciar la figura del intelectual varón. No por casualidad, Serra recuerda que las mujeres han llegado tarde al sistema capitalista y juegan con las reglas de los otros, resguardándose en la voz pasiva. De la conciencia de esta servidumbre, surgen resurrecciones y reapropiamientos, como el de la Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno (W.I.T.C.H.), que entre los años 1968 y 1970 recupera y resignifica el arquetipo de la bruja: “W.I.T.C.H. significa romper el concepto de mujer como criatura biológica y sexualmente definida. Implica la destrucción del fetichismo de la pasividad, el consumismo y la mercancía”.

Lo performativo como arma. La palabra como puñal. Las siglas W.I.T.C.H. escondían a una guerrilla feminista formada por brujas que ejercitaban el arte como revolución y la acción directa como despertador de conciencias. Precursoras de las Guerrilla Girls (1985-2013) en lo que al uso de la performance se refiere, elaboraron “hechizos” en los que se alentaba a la transformación: “Una chica se convierte en mujer cuando define su propia vida y deja de ser controlada por su familia, su novio o su jefe. Cuando aprende a levantarse y luchar por sí misma y por otras mujeres, porque ha aprendido que sus problemas no son únicamente suyos”.

Villanas, brujas, mujeres

Tanto en el cine fantástico y de terror, como en el cómic del mismo género, las brujas han devenido superheroínas. Poderes que, con un superlativo delante, minimizan la herencia mitológica y acercan al gran público una idea más divina que revolucionaria. Si buscáramos coherencia subversiva en esta expresión del mito, serían las villanas las verdaderas antisistema. Acabar con la realidad consensuada, de raíz, equivale a hacer magia y hackear el código. Lo han intentado autores de cómic sensibles a la magia; porque, como recuerda Alan Moore en su cómic Promethea, toda buena maga estaría de acuerdo con la idea del Apocalipsis.

En esta línea, la de la propuesta apocalíptica en manos de villana o heroína, reside la esencia de un cómic de terror, recientemente editado en España, que profundiza en el mito de la bruja a través de la historia oculta de un pueblo llamado Manson y su herencia envenenada. Rachel Rising (Norma, 2013), firmado por el estadounidense Terry Moore –autor conocido por su interés en las representaciones de género en series como Strangers in Paradise o Echo– se alimenta del folclore popular para construir una “boca del infierno” que esconde una historia de crímenes relacionados con la Caza de Brujas.

Habla Terry Moore en esta obra de la pérdida total de la inocencia por el simple hecho de la asignación “niña”. No porque el demonio habite sus carnes o por algún desliz de una antepasada mitológica, sea esta Eva o Pandora. El “pecado original” está ligado a la obediencia, a la educación, a la norma. Arrasarlo todo para acabar con un sistema opresor pasa por hacer justicia, por asolar el “paraíso pintoresco” donde prosperan los descendientes de quienes intentaron liquidar a Lilith. Pero la primera mujer siempre ha estado sola, y Moore gusta de las hermandades entre géneros en sus historias; de ahí que la heroicidad de esta Rachel que renace esté, precisamente, en las redes creadas, en el espesor de las relaciones y en el compromiso con lo decidido. Aunque en este primer volumen publicado se instale la duda.

“Lo peor de todo es que éramos sólo cuatro, pero como no podían estar seguros, mataron a toda mujer sin hijos por encima de los quince años. Cien mujeres… asesinadas para que el pueblo se deshiciera de cuatro brujas que los habían protegido del hambre y de la enfermedad. Yo pensé: seguramente Dios los matará a todos, pero llegó la mañana y Manson seguía en pie… cubierto de ceniza blanca de los abedules quemados”. Lilith le explica a Rachel que la única salida es el exterminio de los que sobrevivieron. Ella no tendrá piedad, especialmente de aquellos que se han atrevido a olvidar.

lunes, 6 de enero de 2014

EL CÓMIC NO OLVIDA

EL GÉNERO GRÁFICO RECUPERA LA MEMORIA HISTÓRICA



Cosas de viejos. ¿A quién interesan ya? Batallitas de guerras. Heridas que sangran. El pasado sin cicatrizar. Cosas de viejos es la excusa que le pone el último testigo de La Novena al autor de cómic Paco Roca para evitar hablar de sus recuerdos como soldado de la II División Blindada, que luchó durante la II Guerra Mundial por liberar a Francia del yugo nazi. “Yo creo que deberían interesarles a todos, para que no volvamos a sufrir algo así por culpa de las ideas fascistas, ¿no?”, le responde el dibujante...