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martes, 4 de noviembre de 2014

TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN DE LAS MASAS

La idea de “masas” se define como la pérdida del individualismo  y con esta nueva imagen acerca de la sociedad surgió, a partir de 1930, un nuevo campo de investigación que se encargó de abordar el estudio de los medios masivos de comunicación y su fuerza par a manipular a la sociedad. Los estudios pretendieron abordar la propaganda política y sus efectos en la sociedad, la necesidad era obtener y divulgar conocimientos sobre el control de la opinión pública.



Con el recuerdo del nazismo,  que difundía contenidos propagandísticos para afirmar la noción de patriotismo y la necesidad de ofrendar la vida en la guerra, nace la idea de abordar teóricamente a la comunicación como un sistema de  manipulación para manejar las decisiones en pos de interés para el poder de turno. De acuerdo con esto podemos abordar lo que fue la primera teoría de la comunicación: La teoría de la aguja hipodérmica, elaborada por Harold Lasswell. Esta teoría supone un efecto directo de la propaganda sobre la masa a través de símbolos, películas, discursos. La idea conceptual de esta teoría nos permite pensar en la idea de penetración inmediata del mensaje y que este haga impacto en el individuo.

En esta tesis se plantea una sociedad que dentro del término de `masa` se encuentra aislado, y hacia ese punto es donde se dirigieron las críticas a esta teoría. Las mismas  a cargo de Raymond Bauer demostraron que el público nunca puede ser pasivo, sino que dentro de la sociedad hay una colectividad en la cual los individuos interactúan entre ellos y con otros factores externos. Se defiende una comunicación unidireccional, del emisor hacia el receptor que carece de interactuación. 

Otra teoría de la comunicación surgida durante la década de los 40 del siglo XX fue la de los efectos limitados, que sirvió como corrección de la teoría hipodérmica.  Paul F. Lazarsfeld y Robert K. Merton fueron los que impulsaron este estudio y defendían en el  la idea de que el efecto de los medios de comunicación en la sociedad era limitado. Abordaron la investigación desde la esfera política, moral y cultural, estudiaron la función política, las campañas políticas, la creación de estereotipos, la opinión pública. Llegaron a la resolución que existe una influencia recíproca entre los medios y la sociedad, el poder de los medios es limitado según esta idea por los circuitos de comunicación y por las vinculaciones que se establecen en los grupos sociales.  En este sentido se aborda a la sociedad como un factor activo que ejerce una presión sobre los medios y los mensajes que estos dan.

Después del surgimiento de la televisión  Elisabeth Noelle-Neumann retomó la idea del poder de los medios con su teoría llamada “la espiral del silencio”, esta establece la posición del medio en un punto importante de la atención social, estudia la opinión pública como una forma de control social y su tendencia del espiral del silencio es a enmudecer a quienes prestan o tienen posiciones diferentes a las mayorías. Otro aporte de esta teoría son los relacionados a la agenda setting, desde la cual se plantea que los medios de comunicación de masas, para influir y determinar el grado de atención al público, dan a conocer ciertos temas y ocultan otros.

En la década del 70 se formuló la teoría crítica, sus creadores fueron Max Horkheimer, Theodor Adorno y Jürgen Habermas quienes direccionaron su estudio en el análisis de quienes controlaban los mass medias y en la naturaleza comercial del sistema comunicativo. Pero el principal aporte de esta teoría fue el de Habermas, quien considera que la reformulación de la teoría crítica de la sociedad debe operarse desde el lenguaje pues es ahí donde pueden rastrearse los procesos de reconocimiento intersubjetivo que originan un modelo de acción. Este giro lingüístico significó el análisis de la acción comunicativa como un componente esencial de las formas de construcción de la realidad social.

domingo, 21 de septiembre de 2014

LA CRISIS COMO EXCUSA PARA UNA DOCTRINA DEL SHOCK

El Gobierno se sirve de la crisis para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada. A pesar de que nos presentan los recortes como inevitables, organismos como el FMI están pendientes de la reacción ciudadana en España.

Dice Naomi Klein que la estrategia de la doctrina del shock, ideada por el economista Milton Friedman y puesta en práctica por sus poderosos seguidores -desde presidentes estadounidenses hasta oligarcas rusos, pasando por dictadores del Tercer Mundo, catedráticos de universidad o directores del Fondo Monetario Internacional-, consiste en “esperar a que se produzca una crisis de primer orden o estado de shock, y luego vender al mejor postor los pedazos de la red estatal a los agentes privados mientras los ciudadanos aún se recuperan del trauma, para rápidamente lograr que las “reformas” sean permanentes”. 

El propio Friedman describió así la táctica del capitalismo contemporáneo:

“Solo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo depende de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”. 



Chile se convirtió en el primer escenario donde se aplicó la doctrina del shock. Allí la “crisis aprovechable” fue el golpe de Estado de Pinochet y la represión impuesta por él. Aquello allanó el camino para imponer grandes transformaciones económicas en un breve periodo de tiempo. Friedman, que asesoró a Pinochet, predijo que las características de esos cambios económicos provocarían una serie de reacciones psicológicas en la gente que “facilitarían el proceso de ajuste”. A ese proceso lo llamó el “tratamiento de choque” económico. 

En el caso de Irak el shock colectivo lo provocó la invasión, los bombardeos, dentro de una operación denominada precisamente “Conmoción y pavor” - ”Shock and awe”- con el objetivo de “controlar la voluntad del adversario, sus percepciones y su comprensión, y literalmente lograr que quede impotente para cualquier acción o reacción”, según los autores del documento de doctrina militar que llevaba el mismo nombre. Tras ello, Paul Bremer decretó privatizaciones masivas en Irak y la liberalización del mercado.

Friedman era ya un anciano cuando se produjo la inundación de Nueva Orleans en 2005, pero también vio en aquello una oportunidad. Y así lo escribió en The Wall Street Journal: “La mayor parte de las escuelas en Nueva Orleans están en ruinas. Esto es una tragedia. También es una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo”.

Dicho y hecho. Tras el huracán Katrina, think tanks y grupos estratégicos se abalanzaron sobre la ciudad estadounidense con el propósito de convertir los colegios de Nueva Orleans en “escuelas chárter”; es decir, escuelas públicas que pasarían a ser gestionadas por instituciones privadas. ¿Os suena?

Aquí en España el escenario del shock no lo provoca un golpe de Estado ni una invasión ilegal con bombardeos masivos, ni una inundación de consecuencias catastróficas, sino la propia crisis económica. Es ella la justificación de la que se sirve el Gobierno -y sobre todo, los poderes económicos y financieros que auspician sus medidas- para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada hasta provocar un cortocircuito en nuestra capacidad de respuesta o, dicho en palabras de Friedman, reacciones psicológicas que facilitan “el proceso de ajuste”.

Con la excusa de responder contra la crisis, se nos impone más crisis para crear una modificación permanente a través de recortes drásticos en derechos y servicios sociales: Nada volverá a ser lo que era.  No hay mes en que no nos desayunemos con alguna nueva medida que quiebra aún más nuestra posibilidad de vivir con cierta dignidad y bienestar. No hay tiempo para asimilar. La rapidez con la que se están acometiendo las ‘reformas’ impide una capacidad de reacción continuada ante tantos nuevos frentes. Cuando se denuncia el desagüe por el que se nos esfuma la educación pública, nos comunican nuevos tijeretazos en la sanidad; cuando ponemos empeño en detener desahucios, se reforman las pensiones para devaluarlas. Y así, un largo etcétera. 

Pero incluso en este negro escenario la reacción de la sociedad civil importa, y mucho. Por ello organismos como el Fondo Monetario Internacional están pendientes de la respuesta ciudadana. Cuando en el Egipto de 2008 surgieron grandes protestas en ciudades y fábricas, la preocupación era que estas pudieran “impedir a Mubarak acometer su reforma económica”, consistente en la liberalización del mercado, privatizaciones masivas y recortes de los servicios sociales. 

Ahora que el FMI vigila a España de cerca -con su propio “hombre de negro” destinado en nuestro país para supervisar de cerca el rescate de la banca con nuestro dinero-, es interesante observar qué dice de nosotros. Su informe de agosto destaca que “la situación política parece estable pero la tensión social podría comprometer el esfuerzo de reforma. El gobierno tiene una amplia mayoría, no habrá elecciones generales hasta finales de 2015 y solo se ha enfrentado a disturbios sociales limitados”. Y prosigue:
“Pero el contexto económico ha reducido la popularidad de los dos principales partidos, lo que podría hacer que el apoyo público a nuevas y difíciles reformas fuera más complicado”.

En los despachos del poder se observa con preocupación el descenso de las dos organizaciones políticas que sostienen el bipartidismo y se mide el pulso de la sociedad civil, de la ciudadanía activa. Hasta ahora, los ‘disturbios’ sociales les parecen limitados. ¿Y si crecieran? Probablemente aumentaría la carga de electroshocks, con todo tipo de estrategias: mayor represión, medidas que crean más pobreza, e incluso mecanismos para hacer tambalear, desde dentro, a los grupos organizados.

Mientras que 2011 fue el año del despertar, de las revueltas árabes, de los indignados, del movimiento Occupy, 2013 podría ser su reverso. Hubo un momento hace dos años en que la calle fue capaz de imponer agenda en el debate público. Pero el poder tomó rápidamente la delantera, y ahora la agenda oficial nos bombardea. Aun así se ha construido tejido social y político con capacidad para responder a determinadas estafas. No es todavía suficiente para evitar el tratamiento de choque. Pero todo suma.

Mientras haya memoria, conciencia y resistencia, se estará abriendo un camino para un futuro diferente al que nos tienen preparado. De momento se está erosionando el monopolio de la verdad. El poder tiene los mecanismos para seguir gobernando contra los intereses de la mayoría. Pero no está siendo capaz de inocular su mentira en la sociedad. Por ahora dispone de impunidad, pero carece de hegemonía moral. Y esto, ya de por sí, simboliza toda una grieta en el tenebroso tratamiento de choque de la doctrina del shock.

Artículo de Olga Rodríguez, visto en el diario.es