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sábado, 8 de junio de 2019

MILLÁN ASTRAY: EL HOMBRE QUE LUCHÓ POR UNA ESPAÑA FASCISTA

¿Fue José Millán Astray un golpista? ¿Participó en el golpe de Estado y en la guerra que acabó con la democracia republicana?. Estas preguntas han vuelto al primer plano de la actualidad esta semana, como consecuencia del blanqueamiento de la figura del polémico militar que están intentando llevar a cabo diversos grupos ultraderechistas..

Bartolomé Ros: "Francisco Franco y Millán Astray abrazados mientras entonan cánticos legionarios. Cuartel de Dar Riffien". Fotografía de 1926.

domingo, 1 de marzo de 2015

LA PSICOLOGÍA DE MASAS DEL FASCISMO

¿Cómo es posible que en Alemania, el país con el movimiento obrero más organizado de Europa, millones de trabajadores apoyaran a Adolfo Hitler a pesar de su carácter reaccionario? Una respuesta interesante pero controvertida a esta pregunta la ofreció Wilhelm Reich en su libro “La psicología de masas del fascismo”: el apoyo masivo al nazismo habría sido consecuencia de la represión sexual propia de un modelo de familia autoritario muy extendido entre las clases medias y entre gran parte de los trabajadores. La represión de los instintos sexuales más profundos y desde la más tierna infancia habría creado individuos con grandes carencias y frustraciones que habrían tratado de compensar participando en un movimiento autoritario y obedeciendo a un líder que reproducía a nivel político esas mismas estructuras autoritarias de la familia...



sábado, 27 de septiembre de 2014

COMO LOS DICTADORES LLEGAN AL PODER EN UNA DEMOCRACIA

Las dictaduras son, a menudo, inesperadas. Han surgido en pueblos prósperos, educados y sofisticados que parecían estar lejos de llegar a una dictadura —en Europa, Asia y Sudamérica. Las dictaduras son, a menudo, inesperadas. Considérese a Alemania, uno de los casos más paradójicos y dramáticos.


Durante fines del siglo XIX, muchos consideraban que tenía el mejor sistema educativo del mundo. Si cualquier sistema educativo pudiese vacunar a un pueblo en contra de la barbarie, seguramente el sistema alemán hubiese liderado el camino. Tenía educación para la infancia temprana —jardines de infancia. Las escuelas secundarias enfatizaban el entrenamiento cultural. Los alemanes desarrollaron las universidades modernas de investigación. 

Los alemanes se distinguían particularmente por sus logros en las ciencias —solo considere a Karl Benz, que inventó el vehículo que funciona a base de gasolina, a Rudolf Diesel, quien inventó y desarrolló el motor de compresión-ignición, a Heinrich Hertz, que comprobó la existencia de las ondas electromagnéticas, a Wilhelm Conrad Rontgen,que inventó los rayos X, a Friedrich August Kekulé, que desarrolló la teoría de la estructura química, a Paul Ehrlich, que produjo el primer tratamiento médico para la sífilis y, por supuesto, no hay que dejar de mencionar al teórico de la física, Albert Einstein. No debería sorprender que muchos académicos estadounidenses fueron a universidades alemanas para obtener sus títulos durante el siglo XIX...

sábado, 6 de septiembre de 2014

LOS PRIMEROS CINCO DIAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

Uno de los acontecimientos del siglo XX que más me interesa y fascina fue la Guerra Civil Española. Estudiándola desde el punto de vista histórico, lo entendemos como una lucha ideológica entre las “dos Españas”, una que deseaba implantar un cambio profundo en la sociedad española, otra que pretendía conservar a toda coste las viejas tradiciones.

Más de 75 años después, las heridas todavía no se han cicatrizado y a día de hoy, la historia de esta guerra se sigue contando desde el punto de vista de propaganda política mucho más que desde un análisis objetivo..

Los Guardias de Asalto era un cuerpo de policía militar de la república, que coexistía con la Guardia Civil

martes, 6 de agosto de 2013

LA RUTA DEL ORO NAZI : INTERESES ENTRE FASCISTAS

Canfranc podría ser el escenario de una película como Casablanca, aunque la historia de este paso fronterizo durante la Segunda Guerra Mundial está todavía por escribir. La ruta del oro nazi a la Península Ibérica, la presencia de las SS y la Gestapo, la puerta para la fuga de muchos judíos y hasta de los alemanes perdedores, y episodios de contraespionaje dignos de una novela de John Le Carré. Todo eso sucedió en Canfranc entre 1942 y 1945.

La aduana internacional fue reabierta después de estar cerrada durante la Guerra Civil española (1936-39) para evitar una invasión desde Francia. Poco después, en los años 1942 y 1943, vivió una actividad que jamás volvió a recuperar hasta su cierre definitivo en 1970. La supuesta neutralidad de España en el conflicto provocó que en esa época de convulsión en Europa llegaran a pasar 1.200 toneladas de mercancías mensuales en la ruta Alemania-Suiza-España-Portugal -entre ellas 86 del oro nazi robado a los judíos.
 
Un documento que ahora sale a la luz da cuenta de cómo el banco central británico permitió a Hitler hacerse con los lingotes del Banco Central Checoslovaco
http://www.abc.es/internacional/20130801/abci-praga-201307312039.html
 
Alemania controló la aduana internacional de Canfranc durante la Segunda Guerra Mundial (1939-45) con un grupo de oficiales de las SS y miembros de la Gestapo, que residían en el hotel de la estación y en otro del pueblo. España no estaba en guerra, pero Franco tenía una postura de no beligerancia «sui generis». Debía devolver la ayuda que Hitler le proporcionó en la Guerra Civil, lo que se tradujo en enviar a Alemania toneladas de volframio de las minas gallegas, un mineral fundamental para blindar sus tanques y cañones. Muchas de esas explotaciones fueron abiertas por empresas alemanas que operaban en España a través de la sociedad Sofindus (Sociedad Financiera Industrial), un holding alemán muy bien conectado con Demetrio Carceller, director del Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME), único organismo que podía comprar oro.

Los «documentos de Canfranc», cuyo contenido fue desvelado por 'Heraldo', prueban que a cambio de esa ayuda estratégica para prolongar la contienda, España recibió al menos 12 toneladas de oro y 4 de opio, en tanto que a Portugal llegaron 74 toneladas de oro, 4 de plata, 44 de armamento, 10 de relojes y otros enseres, producto del expolio a los judíos. Estos datos puede ser sólo la punta del iceberg. Los originales de estos papeles, enviados al jefe de tráfico de mercancías de Madrid, no existen. Portugal era la puerta de entrada de mercancías de Suramérica y, al final de la Segunda Guerra Mundial, la de salida de muchos alemanes que se refugiaron en Argentina, Uruguay, Brasil o Paraguay. Por eso, recibía más oro. «Había quesos de Argentina con una piel muy gruesa para aguantar el viaje o azúcar que llegaba a Lisboa», recuerda Julio Ara. En Irún o Port Bou los nazis permanecieron al otro lado de la frontera, en la Francia ocupada, pero en Canfranc residieron en la parte española ya que en la estación, situada en España, había doble jurisdicción.  
«Los alemanes vivían en la estación y celebraban hasta conciertos de piano en el comedor. Eran muy educados. Bailaban valses con las chicas de Canfranc y les regalaban chocolate. Ellos eran ingenieros o químicos y nosotros, unos ignorantes que tenían mucha hambre después de la guerra», confiesa un vecino de Canfranc que por aquel entonces tenía 14 años y ahora prefiere el anonimato. Si alguna historia de amor se fraguó, como en Casablanca, no perduró. «Aunque estaban destinados en la parte francesa, no tenían inconveniente en pasar a la española. Algunos vivían en la fonda Marraco. Había seis oficiales fijos y otros de paisano, de la Gestapo, pero otras veces llegaban grupos de unos veinte soldados uniformados que venían del frente a descansar», agrega. Los vecinos de Canfranc, sacudidos todavía por los efectos de la Guerra Civil que hizo huir a algunos hacia Francia, casi no podían moverse del pueblo. Necesitaban un salvoconducto. «Desde Anzánigo, era una zona impermeabilizada», advierte un vecino.

Uno de los «documentos de Canfranc», fechado el 24 de mayo de 1940 y firmado por el comisario jefe de la Unidad de Investigación y Vigilancia, recuerda que «todo aquel que viva en un punto distinto del 18 de julio de 1936 debe presentarse en ocho días en la comisaría con la relación de los que vivan en su casa, avales de dos personas y certificado de sus empresas». «El incumplimiento llevará consigo el regreso forzoso a su antigua residencia», advierte. Los carabineros, la Guardia Civil y los oficiales de las SS eran inflexibles con los robos de mercancías como los relojes que se llevaban a Portugal. «Se llevaron una caja y estuvieron buscándolos. Un chaval se llegó a ahorcar y a otro le pusieron una multa muy alta», cuentan en Canfranc.

A la falta de libertad de movimientos se unía el hambre, mitigada por las mercancías que descargaban. El salario medio de un obrero era de 200 pesetas al mes. Por eso, siempre se escapaba algo de los trenes para casa. «Cogíamos latas de sardinas, azúcar, aceite, café o la mistela que enviaban los portugueses de Madeira. Menos mal que pasaba mucha mercancía y podíamos llevarnos cosas, porque había mucha hambre», cuenta Daniel Sánchez, de 87 años, uno de los pocos canfraneros que puede contar que cargó cajas con lingotes de oro a sus espaldas. El oro nazi llegaba en tren a Canfranc, según los documentos encontrados por el francés Jonathan Díaz en la estación en noviembre del 2010 a raíz de la grabación de un anuncio de Lotería de Navidad. Entre julio de 1942 y diciembre de 1943 llegaron 45 convoyes, seis de ellos con destino España («importación» aparece en el papel) con 12 toneladas de oro, y el resto de «tránsito», rumbo a Portugal, que recibió 74 toneladas del metal precioso.

Daniel descargaba el oro de los trenes de Suiza por el puente internacional y lo colocaba en unos camiones suizos que se encargaban de llevarlos hasta Madrid y a Portugal, a través de los pasos fronterizos de Badajoz, Valencia de Alcántara y Fuentes de Oñoro. El historiador Pablo Martín Aceña, director de la comisión española que investigó las compras de oro nazi por España, recuerda que la Península Ibérica recibió estos cargamentos hasta agosto de 1945, por Hendaya, Port Bou o Canfranc, aunque no sabe en qué proporción. «Los servicios secretos de los aliados contabilizaron 135 envíos de salida en la frontera franco-suiza de Bellegarde hacia la Península Ibérica», apunta. Esos convoyes transportaron «un total de 300 toneladas». «Portugal compró mucho oro que había salido de Bélgica y Holanda.

Lo que recibió España (el IEME) está claro por las cuentas que se investigaron en el Reichbank, el Banco Nacional Suizo y el IEME. Otra cosa es que empresas españolas suministradoras de Alemania cobraran en oro y lo depositaran en Londres o Zurich. Calculamos que entraron a España 20 toneladas de oro a cambio de volframio», señala Martín Aceña. Ese volframio todavía se puede ver, 60 años después, en las vías muertas y muelles de la estación de Canfranc. Portugal y España exportaron este mineral a Alemania incluso cuando en 1944 los aliados presionaron al régimen de Franco para que dejara de hacerlo con el fin de concluir la guerra.


Fuente: heraldo

 
 

lunes, 8 de julio de 2013

LA RUPTURA CON LOS RESIDUOS DEL FRANQUISMO : LA REVOLUCIÓN BLANDA

La restauración de la monarquía, encarnada por la Casa de Borbón, y la presión creciente de las luchas populares, posibilitaron la llamada Transición, deseada por el pueblo español. Sin embargo, la Transición no consiguió desplazar de forma efectiva a los poderes que sostuvieron la dictadura. De este modo la estructura administrativa del Estado -civil y militar- quedo intacta, manteniéndose lo esencial para continuar su dominación bajo otra forma.
A cambio de las ansiadas libertades democráticas, hoy en franco retroceso, las fuerzas democráticas pactaron con el poder del franquismo. Este pervive actualmente enquistado en las estructuras del Estado y en la sociedad.
El régimen de la Transición ha desembocado finalmente en una crisis/estafa financiera, cuyo incierto desenlace amedrenta a gran parte de nuestra ciudadanía.
La intensificación de la expoliación de nuestro pueblo está siendo criminalmente impulsada mediante leyes y cambios constitucionales impuestos por las instituciones europeas. Estas instituciones -nada democráticas en su funcionamiento- hacen inviable el éxito de cualquier esfuerzo encaminado a la estabilización política y económica del Régimen vigente.
Si a esto se añade la creciente antipatía de muchas capas populares hacia la monarquía, la posible reacción del régimen de la Transición puede resultar letal para las libertades tan penosamente conquistadas.
 
La ruptura con los residuos del franquismo –incluida la monarquía- ha de ser el inicio para una salida pacífica y negociada a la grave crisis social e institucional...
 
Veamos algunos ejemplos
Un militar de alta graduación, cuya vinculación al Monarca es conocida, justifica -en determinadas circunstancias- la actuación de las Fuerzas Armadas al margen del Gobierno de la Nación. Su afirmación se fundamenta –según he creído entender- en un concepto de patria muy subjetivo, según el cual la voluntad de los muertos (la tradición) debería prevalecer sobre la de los vivos (el pueblo). Sin embargo, según la Constitución vigente, los poderes del Estado emanan del pueblo español, es decir de los vivos. Pues cualquier ley, por muy antigua que sea, puede ser legalmente modificada por estos; si esa es su voluntad. Por otro lado sería imposible contrastar su opinión con la que tendrían actualmente los que ya no existen (los muertos). Ellos ya no están ni en sus cenizas, tan solo en nuestra memoria.
Este general justifica también -pública y reiteradamente- la ayuda aportada por Franco a Adolf Hitler. Enaltece así –directa o indirectamente- el régimen nazi de la Alemania de aquellos años, bajo el pretexto de un exaltado anticomunismo. Esto puede comprobarse en varios diarios digitales, incluso en un diario de rancia tradición monárquica: el ABC. 
 
Todo lo anterior ha transcurrido dentro de la “normalidad”, sin mayores consecuencias. Sin embargo, las más elementales normas de libertad de expresión -en estratos militares subalternos- están siendo severamente violentadas.
Su Alteza Real, el capitán de fragata de la Armada Don Felipe de Borbón y Grecia, Príncipe de Asturias, y su esposa Dña. Leticia, han sido abucheados recientemente por la alta burguesía catalana. Este hecho se ha producido en el Liceu de Barcelona. Mientras S.A.R. se disponía ese día a disfrutar junto a su consorte de una ópera en el Liceu, más del 50 % de la juventud continúa en situación de paro.
La forma prepotente de tratar públicamente a una educada joven republicana, no hace tanto tiempo, constituye un precedente que agrava, si cabe, el sentido de este abucheo. El resultado de estos incidentes sobre la valoración de la monarquía –incluidos otros más o menos escabrosos- resulta devastador.
 
Por si todo esto no bastase, desde algunas altas instituciones del Estado, incluida La Casa Real, y desde algunos altos cargos del Gobierno y de la Administración, se defiende a capa y espada una justicia muy peculiar: la que pretenden que se aplique a Su Alteza Real la Infanta Dña. Cristina de Borbón y Grecia. Dicho sea esto con el debido respeto a su presunción de inocencia. Presunción de inocencia no mayor que la de cualquier otro ciudadano.
No es sorprendente que la Justicia, e incluso la Agencia Tributaria, utilicen criterios y procedimientos sancionadores diferentes, según sea la "casta social" a la que se pertenece. La exclamación -que ya ha quedado para la historia del oprobio- de un ex presidente balear ¡Era el duque de Palma!  muestra de forma descarnada esta injusta sociedad de clases. Es un sistema lleno de desprecio -en sus hechos- hacia las capas populares. También servilismo de políticos y altos funcionarios. Prepotentes con el pueblo, aduladores con el poderoso.
 
Para mayor indignación, esa justicia tan peculiar procesa al juez Garzón -que persiguió implacablemente los crímenes de ETA- no permitiéndole sin embargo investigar los crímenes del franquismo.
Crímenes de ETA investigados, juzgados y condenados en su mayoría, pero no más horrendos ni de mayor trascendencia que los perpetrados por la dictadura. Víctimas del franquismo que siguen reclamando verdad, justicia y reparación. Dicho sea esto sin menoscabo del respeto debido a las víctimas del terrorismo etarra. Respeto que también ha de exigirse –como es de justicia- para las víctimas de la represión franquista y de la llamada “guerra sucia”. También a las víctimas del 11M –el mayor atentado terrorista de nuestra historia- que como todo el mundo sabe fue un “daño colateral” debido a la implicación ilegal del Gobierno de turno en la guerra de Irak.
 
Todas las víctimas son dignas de compasión y deben ser atendidas.. Todas tienen además algo que enseñarnos. Estos horrores, que hieren la conciencia de la humanidad, deben ser juzgados y condenados. El perdón es posible, pero no se puede decretar el perdón –la auténtica amnistía- sin el previo reconocimiento de los crímenes. No se puede asentar una democracia decente sobre cientos de miles de cadáveres.
 
Finalmente el juez Garzón ha sido expulsado de la carrera judicial. No se le ha tolerado el inicio de una investigación judicial sobre una gigantesca trama de corrupción, conocida como el caso Gurtel.
Esto ha constituido, una vez más, un gran escándalo internacional. Prueba del rechazo y denuncia del origen franquista de estos hechos, es el apoyo público al juez Garzón de un político conservador y ex-primer ministro del Gobierno de la República Francesa: el Sr. Dominique de Villepin.
 
Ni las amenazas armadas de los residuos franquistas, que coexisten con la monarquía -como es notorio-, ni la ofuscación residual de la organización armada ETA, facilitan la evolución de nuestra democracia hacia mayores cotas de justicia y libertad. Ambas aberraciones históricas deben desaparecer urgentemente de la escena pública, de nuestras vidas. Su persistencia ahonda la gravedad de la situación y dificulta la salida de la crisis, aumentando si cabe el sufrimiento.
 
También ha de ser firmemente rechazada la llamada doctrina de la "guerra sucia",  pues si es posible el asesinato "paralegal", violando gravemente la ley ¿Quién pondría coto a esos desmanes? ¿Estaría todo permitido? ¿Quién decidiría hasta donde debería llegar el horror? ¿Habría de quedar la justicia al margen? Sin juicio ¿quién garantizaría que esos asesinatos "paralegales" no fuesen un simple ajuste de cuentas mafioso, o una caza de brujas? ¿Qué seguridad jurídica ampararía a los inocentes para no ser secuestrados, torturados y asesinados? ¿Qué legitimidad tendrían en adelante las leyes dictadas por ese régimen?..
 
Veamos ahora, muy resumidamente, cual es la situación del pueblo, del que según la Constitución emanan los poderes del Estado.
El sistema público está sufriendo un deterioro creciente. El paro y la exclusión social se extienden por doquier. Los criminales desahucios empujan a la desesperación a miles de familias. La sanidad pública parcialmente desmantelada. La enseñanza atropellada. En un país con 3.8 millones de personas discapacitadas, las ayudas a la dependencia recortadas. El 20% de los niños españoles en situación de pobreza, condenado al desamparo. Padres que roban, o merodean por los contenedores de basura, para dar de comer a sus hijos. El 25 % de los niños menores de 16 años desnutridos. Las pensiones de nuestros mayores, que son en muchos casos el sustento de muchas familias en paro, recortadas. Las futuras pensiones degradadas. El futuro de nuestro país: la juventud -una juventud sin futuro- arrojada al paro o a la emigración por este régimen indecente.
Se transfieren ingentes recursos públicos -con el dinero de todos- a la gran banca. Se “indemniza” a altos ejecutivos de esos mismos bancos. Se extiende la corrupción política en un escándalo sin precedentes, que alcanza presuntamente a la Familia Real. Políticos reciben presuntamente abultados sobres en complicidad con redes de corrupción. El clima de desconcierto y alarma social se propaga velozmente como voraz incendio.
 
Es aterrador el balance de este naufragio político y social.
Por todo ello hay que poner coto urgentemente a la angustia de tanta gente ante un mañana incierto. Al dolor y el sufrimiento de tantas familias trabajadoras, que constituyen la inmensa mayoría del pueblo español.
Sostengo que -ante esta gravísima crisis provocada por la codicia de políticos y banqueros-nuestros valores democráticos han de concretarse, urgentemente, en la defensa activa de los derechos del pueblo trabajador. Derechos que están siendo injustamente lesionados.
 
La ruptura efectiva con los residuos del franquismo -incluida la monarquía- ha de ser el punto  de  partida para alcanzar una salida pacífica y negociada a la grave crisis social e institucional.
Por lo tanto, hagamos el balance del desastre y exijamos un pacto entre todas las fuerzas democráticas. Sin exclusiones. Un pacto social que posibilite un proceso auténticamente constituyente. De nueva planta, pues las vigas maestras del régimen de la Transición están podridas. Irreversiblemente dañadas, por la terrible corrupción que ha estallado en las entrañas políticas y financieras del régimen. También por la acción persistente de la carcoma franquista, cuyo hedor empieza a ser insoportable.
 
Ese pacto no puede ser otro que el de allanar el camino para un proceso que abra las puertas a la III República. Quizá mediante un referéndum. Una república que encarne los valores democráticos de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Es decir del pueblo trabajador. Y participen en su construcción –de forma pactada y fraterna- las naciones históricas y pueblos de nuestra vieja y querida patria.
 
Las mentiras y pretextos, de este régimen bipartidista de la alternancia, ya no dan una respuesta satisfactoria a los graves problemas a los que nos enfrentamos.
Los medios de persuasión y de control social del régimen –como en una pesadilla orwelliana- han llegado a un máximo de paroxismo, entrando en conflicto frontal con la realidad. El rechazo mayoritario de la monarquía por parte de la juventud es ya un hecho irreversible.
Las masas han desbordado los estrechos cauces del régimen, surgidas de un movimiento social sin precedentes, y avanzan por las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
Ellas están haciendo visibles nuestros anhelos.
 
Manuel Ruiz Robles. Capitán de Navío de la Armada Retirado. Ingeniero de l'Ecole Supériure d'Electricité (Supélec). DEA Physique de l'Energie de l'Université de Paris. Licenciado en Ciencias por la UAM. Membre bienfaiteur de l'ACER (Amigos de los Combatientes en la España Republicana). Adherent du Musée de la Résistance Nationale. Fue miembro de la Unión Militar Democrática (UMD).
 

miércoles, 3 de julio de 2013

LA UNIÓN EUROPEA : UN SUEÑO NAZI HECHO REALIDAD


Nos han vuelto a tratar de engañar. Siguen con la cantinela de que la unidad europea se ideó después de la II Guerra Mundial y no antes. Dicen que la unidad europea se edificó para superar el nacionalismo y evitar guerras intestinas; que el nazismo había sido una experiencia funesta para Europa y que Europa debía ser lo contrario del nazismo. Siguen tratando de hacernos creer que las naciones conducen al nacionalismo, el cual es perverso por sí mismo porque, a su vez, conduce a la guerra. Quieren hacernos creer que el proyecto de integración europea nació después de la II Guerra Mundial como antídoto contra las rivalidades nacionalistas internas. Aseguran que durante ese conflicto el chovinismo había alcanzado sus mayores cotas y los europeos comprendieron repentinamente que sus pequeños estados respectivos debían quedar unidos por instituciones supranacionales para que la guerra no volviera a causar estragos en el viejo continente.

Sin embargo, es falso que la idea original de la unificación europea sea posterior a la II Guerra Mundial; es falso que esa idea fuera concebida en oposición a la rivalidad imperialista anterior. Por el contrario, no solo los nazis, sino los fascistas y los colaboracionistas de muchos países europeos utilizaron el europeísmo para justificar la agresión. Los nazis, los vichystas, los fascistas italianos y muchos otros pasaron muchos años antes y durante la guerra elaborando sofisticados programas de integración política y económica de Europa...


EL MODELO ALEMÁN
A mediados del siglo XIX Alemania no existía como Estado unificado. Por tanto, cuando estalla la I Guerra Mundial apenas hacía 50 años que Alemania había entrado en el concierto de los Estados europeos con una sola voz. Fue una loca carrera en la que pasaron velozmente de un situación casi feudal al capitalismo monopolista más salvaje, y de los problemas de construcción interna de un Estado federal al trampolín del control de su propia zona de influencia en el exterior. De vértigo. Una vez edificado su propio país, los imperialistas alemanes creyeron que su modelo federal era válido también para su entorno económico. Se convencieron ellos a sí mismos y se esforzaron en con—vencer a los demás. Su federalismo nacional lo convirtieron en un federalismo internacional, o por lo menos europeo. Surgió el pangermanismo porque fuera de las fronteras aún quedaban alemanes por unificar, desde el Báltico hasta el Mar Negro. Esos países que aún quedaban fuera, las reliquias del Imperio austro-húngaro o del zarista, diezmado por la Revolución bolchevique de 1917, estaban muy atrasados con respecto a la locomotora alemana. Incorporarse a Alemania era como incoporarse al siglo XXI partiendo del siglo XVII. Es bien sabido que los imperialistas alemanes, siempre generosos, se declararon dispuestos a compartir con los demás sus conquistas y sus progresos, antes y después de 1933.
 

Incluso sus planes de integración europea aseguraban que mantendrían intacta la soberanía nacional de los estados miembros de Europa. No se trataba de una incorporación sino de una integración. No podían presentar sus planes al exterior como una expansión imperialista sino como una integración europea. En la futura Europa nazi no habría amos ni siervos sino socios. Eso es lo que dijo su propaganda durante toda la II Guerra Mundial, consagrando enormes esfuerzos a convencer al resto de Europa de que los progresos económicos alemanes, la infraestructura de transporte y la economía en general eran mucho mejores que en el resto de Europa y que, en consecuencia, Europa debía integrarse según el modelo alemán. Más que los alemanes eran los propios europeos los que debían estar interesados en esa integración. El plan de Hitler de establecer una sola entidad política en toda Europa, su necesidad de buscar respaldo en los propios países ocupados, y muchos elementos centrales de la filosofía nazi, todo ello formaba parte de su pensamiento europeísta.

Los proyectos elaborados por los nazis proclamaban que los estados miembros de la futura Confederación Europea tenían que asegurar que en su territorio no se cometieran actos incompatibles con la solidaridad europea y las obligaciones europeas. En 1943 en una Nota sobre la fundación de una Confederación Europea, Cecile von Renthe-Fink, que ocupaba el rango diplomático de ministro con Hitler, sostenía que las naciones europeas tenían un desarrollo común; decía que Alemania deseaba unir a Europa sobre una base federal; proclamaba que no había intención de inmiscuirse en los asuntos internos de otros países: Lo único que se requiere de los estados europeos es que sean miembros leales y proeuropeos de la comunidad y colaboren voluntariamente en sus tareas [...] El objeto de la cooperación europea será promover la paz, la seguridad y el bienestar de todos los estados europeos y su población. No se trataba de que un estado o grupo de estados dominara a otros sino de que se establecería una relación de alianza y lealtad mutua en vez de los métodos imperiales de la era anterior. En un tono similar, Werner Daitz declaraba que Europa no se puede administrar de forma centralizada: se debe conducir de modo descentralizado.

Una versión avanzada del plan nazi sobre la futura Confederación Europea volvía sobre el tema del federalismo con la esperanza de encontrar así una solución a la rivalidad entre las potencias imperialistas europeas. Argumentaban que el problema europeo era que una multiplicidad de pueblos tenía que vivir en una superficie relativamente reducida en una combinación de unidad e independencia:


*Su unidad debe ser tan firme como para que nunca más pueda haber guerra entre ellos y los intereses externos de Europa se puedan salvaguardar en su conjunto. Al mismo tiempo, los estados europeos deben conservar su libertad e independencia, para actuar de acuerdo con sus diferentes situaciones y misiones nacionales y cumplir su función particular dentro del marco más amplio, en un espíritu alegre y creativo. La fuerza y la seguridad de Europa no dependen de la subordinación impuesta o exigida por una potencia europea a la otra, sino de la unión de todos. El problema europeo solo se puede resolver sobre una base federal por la cual los estados europeos resuelvan por libre voluntad, basados en un reconocimiento de esta necesidad, unirse en una comunidad de estados soberanos. Esta comunidad se puede designar confederación europea.*

Hasta la hoy famosa y fracasada Constitución Europea es una iniciativa de los nazis. El borrador nazi de Constitución para la Nueva Europa proclamaba el derecho de cada país a organizar su vida nacional como considere adecuado, siempre que respete sus obligaciones hacia la comunidad europea. Otros documentos repetían la misma idea. La actual guerra es también una guerra por la unidad y libertad de Europa, escribió Renthe-Fink:

*Sus objetivos son crear y garantizar una paz duradera para los países europeos [...] eliminar las causas de las guerras europeas, sobre todo el sistema de equilibrio de poder [...] superar el particularismo europeo mediante la cooperación libre y pacífica entre los pueblos europeos. La lealtad a Europa no significa sujeción sino cooperación franca basada en igualdad de derechos. Cada pueblo europeo debe participar a su manera en la nueva Europa. El único requerimiento es que los estados europeos sean francamente leales a Europa, de la cual son miembros.*

Finalmente, Renthe-Fink añadía:

*Cada estado continental debe permanecer consciente de su responsabilidad hacia la Comunidad Económica Europea. El autor de los proyectos hitlerianos sostenía que no deseaba una burocracia supranacional, ni siquiera un sistema de conferencias intergubernamentales. Cualquier pretensión supraracional podía generar sospechas hacia ambiciones imperialistas alemanas.*


EL EUROPEÍSMO NAZI
El europeísmo es, pues, un invento nazi; ellos fueron los primeros en elaborar planes (económicos y políticos) de integración europea. Si extractáramos algunos discursos de la época de Hitler, Goebbels, Ribbentrop y otros dirigentes nazis sin mencionar la fuente, muchos pensarían que son actuales y que se trata de parlamentarios de la eurocámara.

Mucho antes de llegar al poder, en 1932, el dirigente nazi Alfred Rosenberg ya asistió a un congreso de Europa en Roma. Luego Hitler y todos sus portavoces hicieron frecuentes referencias a Europa durante su época de dominación terrorista, incluso antes de la guerra. Hay varias compilaciones, entre ellas un libro profusamente ilustrado, titulado simplemente Europa, cuya introducción escribió Ribbentrop. En 1937, por ejemplo, declaró en el mitin del partido nazi en Nuremberg que quizá estemos más interesados en Europa de lo que otros países necesitan estarlo. Nuestro país, nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestra economía han surgido de condiciones europeas generales. En consecuencia, debemos ser enemigos de cualquier intento de introducir elementos de discordia y destrucción en esta familia europea de pueblos.

Poco después, en 1938, Rudolf Hess organizó una presentación en el Congreso del partido Nazi, llamada La lucha por el destino de Europa en el Este, que explicaba por qué la colonización alemana de Rusia llevaría la civilización europea a los bárbaros eslavos.

En 1940 Joseph Goebbels dijo: Estoy convencido de que dentro de cincuenta años la gente ya no pensará en términos de países. El jefe nazi de propaganda creía que el federalismo alemán podía ser un modelo para Europa porque la absorción de los estados alemanes por parte del imperio alemán había funcionado. Así los estados europeos se podían integrar armónicamente sin atentar contra su identidad: Si nosotros, con nuestra perspectiva de la Gran Alemania, no tenemos interés en atentar contra las peculiaridades económicas, culturales o sociales de, por ejemplo, los bávaros y los sajones, tampoco tenemos interés en atentar contra la individualidad económica, social o cultural de, por ejemplo, el pueblo checo.

Los lacayos europeos de los nazis también aceptaban que Alemania era un modelo: Vidkun Quisling declaró que la Confederación Alemana podía servir como modelo para la cooperación con otros estados europeos. Goebbels aseguraba que nunca hemos tenido la intención de imponer por la fuerza este nuevo orden o reorganización de Europa. De ningún modo debéis pensar que cuando los alemanes traemos un nuevo orden a Europa lo hacemos con el propósito de sofocar a otros pueblos. Se explayaba sobre el carácter realista de la integración europea: A mi juicio la concepción que una nación tiene respecto de su propia libertad se debe armonizar con los hechos actuales y las simples cuestiones de eficiencia y propósito. Así como ningún miembro de una familia tiene derecho a turbar la paz por motivos egoístas, no se puede permitir que ninguna nación europea se interponga en el camino de un proceso general de organización. En el mismo tono, un funcionario del ministerio nazi de Empleo declaró que Alemania podía afirmar que no estaba luchando por sí misma, sino por Europa. Una versión del proyecto nazi de Confederación Europea sostenía que el papel de Alemania en Europa consistía en reconciliar los intereses particulares de los estados europeos con los intereses de Europa en su conjunto. A esta aspiración se sumaba la opinión de que los intereses y necesidades de Alemania están esencial e inseparablemente ligados con los de Europa.

Con frecuencia los nazis enfatizaban que los estados debían unirse voluntariamente a la nueva Europa. Liderazgo no significa dominación sino protección externa y responsabilidad interna, era su consigna. Hitler y Mussolini no querían sometimiento sino cooperación sincera: Todos los pueblos europeos que se han probado históricamente son bienvenidos como miembros de la nueva Europa. Su desarrollo nacional y cultural en libertad e independencia está garantizado. Cínicamente alegaban que los ejemplos de Finlandia, Hungría, Bulgaria, Rumanía, Croacia y Eslovaquia, países militarmente ocupados todos ellos, demostraban que no había intención de intervenir en los asuntos internos de otros estados: Nuestro único requerimiento es que los estados europeos sean miembros sinceros y entusiastas de Europa. Los imperialistas alemanes creyeron encontrar, por fin, un nuevo modo de dirigir Europa sin dominarla: La idea del liderazgo, que será el concepto dominante de la nueva vida internacional de Europa, es la negación de los métodos imperialistas de una época pasada: significa reconocimiento de la confiada cooperación de estados menores e independientes para abordar las nuevas tareas comunales.

De la misma manera, Arthur Seyss-Inquart escribió que nadie deseaba ver una Europa dominada por Alemania:
*Nuestro único deseo es que surja una Europa que sea realmente europea y consciente de su misión europea.*
Después de la invasión de la Unión Soviética, Signal, un periódico de circulación masiva en los tiempos gloriosos del III Reich, señaló también que no habría una Europa alemana:
*En realidad los soldados del Reich no sólo defienden la causa de su patria sino que protegen cada nación europea digna de ese nombre. El problema estaba en quienes no eran dignos de ese nombre...* 

Una constante en la estrategia imperialista nazi consistía en hablar de sus socios y vecinos y pregonar la idea de que la búsqueda común de intereses compartidos había reemplazado a la rivalidad y la competencia capitalistas. Los hitlerianos también fueron pioneros de la globalización y dedicaron mucha atención a asuntos como el sentido europeo de comunidad. Anton Reithinger, gerente del monopolio I. G. Farben, en la conferencia de la Comunidad Económica Europea de 1942, habló del equilibrio entre los diversos intereses de los socios del espacio económico europeo, por una parte, y los intereses comunes de todos los pueblos europeos, por la otra: Para poner estos intereses en práctica se requiere [...] una creencia en la idea europea y en la misión europea de Alemania.
 
LOS ARQUITECTOS DE LA NUEVA EUROPA
Pero las múltiples declaraciones nazis que se puedan aportar son muy poco comparadas con los planes concretos que dibujaron para la integración económica y política de Europa. No hablamos de que se parezcan a las que luego se pusieron en práctica tras la guerra; lo que estamos diciendo exactamente es que son las mismas, es decir, que la Unión Europea fue diseñada por los nazis.

Los planes nazis de integración europea eran tanto políticos como económicos. Como dijo Heinrich Hunke, se reconoce la necesidad de un orden político para la cooperación económica de los pueblos. Desde mediados de 1941 Goebbels comenzó a intervenir más en la cuestión europea y le dedicó numerosos discursos, mitines y artículos periodísticos. Llenó las páginas de su semanario Das Reich con consignas europeístas: La nueva Europa, El nuevo orden europeo, el Lebensraum de Europa o La visión de una nueva Europa. Entretanto, Ribbentrop señalaba que la lucha contra el bolchevismo, que unía a muchos pueblos del este de Europa, evidenciaba una creciente unidad moral de Europa dentro del Nuevo Orden que nuestros grandes líderes han proclamado y preparado para el futuro de las naciones civilizadas. Aquí se encuentra el sentido profundo de la guerra contra el bolchevismo. Es signo de la regeneración espiritual de Europa.

Dentro del Ministerio del Exterior, ese interés culminó con la creación de un comité de Europa en el otoño de 1942. Integraban el comité funcionarios del Ministerio del Exterior y expertos del Instituto para el Estudio de Países Extranjeros. Las luminarias eran Alfred Six, director del Instituto de Asuntos Exteriores -que organizó en 1941 una conferencia llamada La nueva Europa, para 303 estudiantes de 38 países- y Werner Daitz.

En marzo de 1943, se habían trazado planes muy avanzados para una confederación europea. Esos planes adoptaron la forma de constituciones y tratados que delineaban las competencias y la estructura de la futura confederación. El 21 de marzo de 1943 Ribbentrop escribió una nota que comienza así: Soy de la opinión de que, como ya le he propuesto al Führer en mis actas anteriores, deberíamos proclamar cuanto antes, en cuanto hayamos alcanzado un éxito militar significativo, la Confederación Europea en forma muy específica. Lo único que paralizó a los nazis en la proclamación oficial de su Confederación Europea fue que el éxito militar significativo que Ribbentrop esperaba no se produjo y las hordas hitlerianas fueron aplastadas en Stalingrado.

El plan de Ribbentrop proponía invitar a los jefes de los estados en cuestión (Alemania, Italia, Francia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Croacia, Serbia, Grecia y España) para firmar el instrumento que daría existencia a la Confederación. Junto al memorándum había un borrador que hablaba del destino común de los pueblos europeos y del objetivo de garantizar que nunca estallen guerras entre ellos. También preveía la abolición de barreras aduaneras entre los estados participantes.

En junio de 1943, un funcionario presentó los elementos básicos de un plan para la nueva Europa a un miembro del Comité de Europa. En medio de los habituales mentiras merca del anhelo de paz de las naciones, la sección titulada La organización económica de Europa anticipaba un comercio basado en el principio de la preferencia europea frente a los países no europeos, con el objetivo de llegar a una unión aduanera europea, un centro de clearing europeo y tipos de cambio estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea; y la armonización de las condiciones laborales, lo que parece querer decir que todos los trabajadores europeos deberían ingresar en campos de concentración. El proyecto también anticipaba conferencias en cada especialidad (trabajo, agricultura y demás) para decidir las políticas aplicables a toda la Confederación.
Este documento fue seguido en agosto de 1943 por una Nota sobre la fundación de una Confederación Europea en la que Renthe-Fink escribió:

*En la tremenda lucha por el futuro de Europa, los alemanes somos campeones de un nuevo y mejor orden donde todos los pueblos europeos hallarán un lugar legítimo y digno. Hasta ahora hemos evitado hacer una propuesta concreta en lo concerniente a la cuestión europea [...] Si ahora presentáramos la idea de una solución confederada, basada en la libre cooperación entre naciones independientes, ella consolidaría la confianza de los pueblos europeos en nuestra política y aumentaría su voluntad de seguir nuestra guía y trabajar por nuestra victoria.*

Aunque los principios encarnados en el acto constitutivo de la Confederación Europea anexos al memorándum especificaban que la Confederación era una comunidad de estados soberanos que se garantizaban mutuamente la libertad y la independencia, está claro que, bajo la batuta hitleriana, la confederación ejercería un control casi total sobre los asuntos internos de sus estados miembros: La economía europea será planificada conjuntamente por los estados miembros según sus intereses comunes y nacionales, decía el documento. El objetivo era incrementar la prosperidad material, la justicia social y la seguridad social en los estados individuales, y desarrollar los recursos materiales y laborales de Europa [...] para proteger la economía europea de las crisis y las amenazas económicas externas. Sugería que las barreras aduaneras que impiden aumentar el comercio entre los miembros de la Confederación se eliminarán gradualmente y que el sistema intraeuropeo de comunicaciones por ferrocarril, autopistas y vías fluviales y aéreas se desarrollará de acuerdo con un plan unificado.
El plan europeo de integración de Renthe-Fink preveía la necesidad de un Consejo Económico compuesto por representantes de los estados miembros, el cual se dividiría en comités destinados al comercio, la industria y la navegación, los asuntos de economía y moneda, las cuestiones laborales y sociales, la alimentación, la agricultura y los bosques. El documento repetía los objetivos definitivos de la Confederación:

*La solución de los problemas económicos, con miras a la inmunidad frente a un bloqueo; la regulación del comercio sobre la base de la preferencia por Europa frente al resto del mundo, con miras a una unión aduanera europea y un mercado libre europeo; un sistema central de clearing europeo y tasas de cambio estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea. Los objetivos incluirían la estandarización y mejoramiento de las condiciones de empleo y seguridad social, así como la planificación de largo plazo de la producción industrial, agropecuaria y forestal.*

Como vemos, la producción agropecuaria ocupaba un lugar prominente en los documentos nazis sobre Europa. Era preciso que la agricultura europea fuera autosuficiente.

Los documentos nazis también manifestaban que la integración de Europa era inevitable a causa del desarrollo tecnológico. Solían sostener que la fragmentación de los recursos económicos de Europa era un grave obstáculo para la prosperidad y el progreso social de los diversos países. Se requería coordinación y planificación económica: Con el objeto de alentar el comercio mutuo y crear un gran mercado europeo, se eliminarán progresivamente las aduanas y otras barreras entre los países.

Otro proyecto nazi es lo que cincuenta años después los europeístas llamaron redes transeuropeas, una avanzadilla de la modernidad actual. Según Renthe-Fink, la experiencia ha mostrado que el actual sistema de comunicaciones de Europa es inadecuado para el aumento de la demanda. La red interna de ferrocarriles, carreteras y líneas aéreas se desarrollará de acuerdo con un plan común. También el ministro vichysta Jacques Benoist-Méchin, lamentaba la centralización del sistema de transporte francés, como si París fuera el único centro del mundo, y exigía nuevas arterias que se conectaran con las carreteras alemanas e italianas para dar a la infraestructura de transporte de Francia un carácter genuinamente europeo. Un orador de la conferencia sobre la Comunidad Económica Europea proclamó que el futuro pertenece al transporte motorizado.

Las sorpresas de los adelantos nazis no tienen fin. Otro ejemplo es el Tratado Europeo contra el terrorismo de 1977, que está literalmente extraído del Pacto entre Hitler y Mussolini, el llamado Pacto Antikomintern, el acuerdo contra los comunistas. Por eso cuando Rumanía se incorporó a la Unión Europea, emitió una declaración contra el comunismo y, al mismo tiempo, rehabilitó con todos los honores la figura de Antonescu, la versión local de Hitler, Mussolini y Franco.

Europa es justamente eso y nada más que eso.
 
Antorcha (censurada revista digital del PCE)