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domingo, 1 de febrero de 2015

LAS REINVINDICACIONES DEL 'BLACK POWER'

Tras numerosas protestas en ciudades como Ferguson, los debates sobre desigualdad racial han vuelto a EEUU con fuerza. Los asesinatos y los datos sobre discriminación, criminalidad o pobreza que rodean a la población negra solo avivan la llama. ¿Qué ha cambiado desde los años sesenta?..



Por Alicia Ibarra

Ferguson, Misuri, 9 de agosto de 2014. Esta es la fecha en la que el joven afroamericano Michael Brown fue disparado por un policía blanco, pese a estar desarmado. Ese fue el momento en el que EEUU revivió manifestaciones del Black Power, tanto pacíficas como violentas. Vistas por televisión recordaban a las protagonizadas décadas antes (en los sesenta y setenta) por los jóvenes del 'poder negro', con eslóganes como: "No a la brutalidad policial", "No a la discriminación racial" o "Justicia". Y es que el policía que disparó a Brown, Darren Wilson, sigue libre y no afrontará ningún proceso judicial.
Estas protestas no han sido las únicas en EEUU, un país que sigue marcado por su pasado esclavista. Se trata de una especie de problema social de fondo, oculto por la vorágine del día a día, que despierta cada cierto tiempo. Así, en 1992 un caso parecido al de Ferguson sacó a cientos de personas a la calle en Los Ángeles. Quizás las heridas aún no estén cicatrizadas del todo y los sentimientos de culpa o de rechazo hacia los negros sigan presentes. Películas como 'Doce años de esclavitud' o 'El mayordomo' hablan con controversia sobre la cultura estadounidense y su historia.

Represión policial y pobreza


«Las fotografías de Ferguson pueden recordar hechos pasados, la diferencia es que ahora son sucesos aislados y antes eran cotidianos», explica José Manuel Roca, doctor en Ciencias de la Información, diplomado en Estudios Avanzados de Ciencias Políticas y profesor de Comunicación Política y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente, aunque la realidad es muy distinta tanto a nivel legal como en el reconocimiento de derechos y libertades, algunos expertos advierten que aunque se hayan abolido leyes de contenido racista no implica que las actitudes racistas hayan desaparecido de la sociedad.
«La situación ha cambiado desde los años dorados del Black Power hasta la actualidad, ahora hay visibilidad de los afroamericanos en todos los niveles de la sociedad», señala José Manuel Roca. No obstante, eso no implica que no haya aún cosas por mejorar: Si Ferguson no fuera una ciudad con población mayoritariamente negra que roza el umbral de la pobreza quizás los disturbios no se habrían producido. Así, el profesor de Sociología explica que «la razón de la violencia que había durante los años sesenta y setenta por parte de la Black Panther Party (BPP) no era solo consecuencia de la violencia estructural de la sociedad estadounidense, sino de la represión policial en los barrios negros». 


Datos que reflejan el problema


En muchos casos se puede comprobar que las desigualdades raciales lejos de haber desaparecido desde el nacimiento del Black Power, han empeorado. A través de los datos de Bureau Of Labor Statistics (que engloban a toda la población de EEUU) se observa que hay el doble de personas afroamericanas en desempleo respecto a los blancos en 2013, diferencia porcentual que ya existía en la década de los setenta. El mismo organismo estatal dice que la tasa de encarcelamiento era seis veces superior en el caso de los negros frente a los blancos en 2010. Todo ello se une el abismo económico que había y que hay entre ambos sectores de población: casi 24 mil dólares anuales de diferencia, según datos de 2012.
Con estos indicadores se puede deducir que la pobreza, la marginación en los guetos y la falta de formación hacen que muchos jóvenes vean su futuro atado a una realidad que no desean, tal y como demuestran series como The Wire o Treme. Sin una fuerte inversión del Estado en los grandes núcleos de población negra de ciudades como Baltimore, Detroit, Chicago o Nueva Orleans el cambio parece casi imposible.


La falta de líderes


Frente a estas aparentes desigualdades, muchos ciudadanos se han organizado y han creado asociaciones como Hands Up United o The Lost Voices, que han intervenido en las protestas de Ferguson. «El problema no solo está en los líderes, sino en que falta un movimiento con la potencia que tuvo el de aquellos años», incide José Manuel Roca. Algunos analistas políticos y sociólogos creen que se trata de una falta de líderes como Martin Luther King, Angela Davis o Malcolm X, mientras que otros piensan que es más un problema de la sociedad y de los cambios que ha habido en la forma de luchar por los derechos.
Quizás también falten movimientos sociales y culturales que había antes y que acompañaban a los políticos. El documental 'The Black Power Mixtape 1967-1975', creado a partir de cintas y grabaciones que habían estado ocultas durante décadas en una cadena de televisión sueca, muestra la importancia no solo de los líderes, sino de las asociaciones que había detrás. También artistas, pintores del llamado 'black art', cantantes de soul o eslóganes como "Lo negro es bello" fueron muy relevantes.


Un afroamericano en la Casa Blanca


«Tras el fracaso de Jesse Jackson, Obama despertó grandes esperanzas entre la población negra de EEUU, pero también dentro de los sectores más progresistas de los votantes blancos», señala el diplomado en Ciencias Políticas. «Sin embargo, Obama no se ha distinguido por tener una política claramente definida por el color de la piel (como muchos esperaban), sino por actuar a favor de los que menos tienen», aclara. Aunque si analizamos las cifras, son mayoritariamente negros e hispanos los que viven en la pobreza, viendo cómo las grandes promesas de la reforma sanitaria, la legalización de inmigrantes o la subida del salario mínimo se han encontrado con grandes impedimentos para salir adelante.
De nada sirve una revolución televisada si no hay una social detrás, como da a entender Gil Scott-Heron en la canción estrella del movimiento negro: 'The Revolution Will Not Be Televised'. En parte lleva razón. Oprah Winfrey es una especie de diosa en los medios de comunicación, Beyoncé ha sido declarada la mujer más influyente del mundo y hay un afroamericano sentado en el Despacho Oval. Pero, ¿de qué sirve esa visibilidad si los problemas reales siguen sin haberse solucionado?.

lunes, 24 de junio de 2013

LOS 'CIE' : ¿LOS 'LIMBOS LEGALES' DE LA POLICÍA?

En EE.UU hay montado un debate porque Obama propone un DNI nacional para combatir la migración irregular. Allí no se estila (desde 2005 hay uno opcional) y muchos se oponen a esta medida blandiendo el espantojo del socialismo. La tradición del liberalismo yanqui (anglosajona: en Inglaterra tampoco tienen) protege más la esfera de lo privado, y la intromisión del Estado en la vida de cada cual es menor que en Europa. Y no digamos en la burocrática España, donde los papeles son todo un clásico, y un perfecto método de control social. Allí tienen los suyos. Por ejemplo, si a un joven le pillan en Mineapolis con una bolsita de maría a la segunda puede irse a la cárcel un mes, y aquí, si te pillan con su equivalente china, te cae una multa de 300, que si no pagas te sitúa en una lista. Pero allí viajan entre estados sin papel alguno y aquí te da palo viajar sin DNI a Francia, incluso salir a la calle sin él. No está prohido ni es ilegal no llevarlo. Pero es un engorro si te lo piden. Allí, te controlan menos pero si rompes la ley la pagas. Aquí dejo que me fichen con un número pero (depende de quien seas) si la rompo no la pago.
 
  • Los controles racistas para la estigmatización de los migrantes y las identificaciones masivas y arbitrarias para desincentivar las protestas vía buro-represión son el pan de cada día. 
  • El gobierno ha pasado de negar los controles racistas a normalizarlos. 
  • Sólo en Madrid, se ha recaudado desde 2011 un cuarto de millón de euros en multas a manifestantes pacíficos. 
  • Varios colectivos desobedientes están luchando contra esta forma de control social.
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    La tragedia de ese papel ha roto vidas en dos. Por ejemplo, J y C vivían juntos en Usera (Madrid). Los dos vinieron de Bolivia. J estaba regularizada y C no. Una noche, C salió del metro y un policía de paisano le pidió la documentación y le detuvo. J recibió una llamada de comisaría. Le pedían que llevara el pasaporte de su novio. Lo hizo. Pidió hablar con C. No la dejaron. Estando embarazada de cinco meses, esperó hasta las 2 de la mañana. Lo intentó al día siguiente y tampoco la dejaron. Cuando al día siguiente volvía a comisaría, recibió una llamada de C. Lloraba. “Me están mandando a casa”. J fue en metro a Barajas. Allí un policía le dijo que le iban a expulsar. “Tengo derecho a despedirme”, dijo J. “Has visto muchas películas americanas”, respondió el policía.
     
    Esto pasó en 2010 y J lo contó en un informe de Aministía Internacional sobre Perfiles raciales y control de la inmigración en España. “Los policías lo habrán olvidado, pero para él y para mi ha sido un trauma que nunca olvidaremos”, dice también. “Ahora estoy sola con mi hijo. No paro de buscar trabajo pero sola con un niño es difícil”.
     
    En el mismo informe, Amnistía Internacional recoge más casos de detención por no llevar papeles. Un senegalés al que se los han llegado a pedir cuatro veces en un día. Otro chico indio que ha pasado por todas las comisarías de Madrid… También denuncia que la policía cuenta con cupos de detención de migrantes en situación irregular y con indicaciones de qué nacionalidades es prioritario pedir su ingreso en un CIE y de cuáles no. Tránsito entre la detención y la expulsión (allí pueden estar hasta 60 días), los Centro de Internamiento para Extranjeros (9 en España, 420 en toda la UE) son, como si dijéramos, extensiones de un calabozo policial. Al no haber cometido ningún delito (no tener papeles no es delito, es falta administrativa) no dependen del Ministerio del Interior, si no que son limbos legales que dependen de la policía. Como se cuenta en el blog cárcelesracistas, los CIEs violan 8 de los 30 artículos de la Declaración de los Derechos Humanos. En ellos, a los internos no se les suele informar de sus derechos, se les niega asistencia jurídica y médica, hay muchas denuncias de trato degradante, e incluso de torturas.
     
    Si no tienen papeles (se calcula un millón en España), muchas veces el destino es el CIE y la expulsión (la otra opción, la multa, se impone menos). Si los tienen pero pertenecen a una minoría étnica (unos 4 millones), les pedirán los papeles muchas más veces. A todas horas. Sin importar que lleguen tarde al trabajo, en cualquier lado: en locutorios, a la salida del metro, en discotecas. Y si protestan, a comisaría, aunque todo esté en orden, con el pretexto de que a lo mejor les engaña.
     
    El efecto de las identificaciones racistas, asegura AI, es reforzar el prejuicio social de que las personas de otras etnias comenten más delitos. Y así aumenta el racismo. Malena, integrante de las Brigadas vecinales de Observación de los Derechos Humanos, añade que su efecto atañe a toda la sociedad al estigmatizar a un grupo social. “Además, hacen que nos acostumbremos a la presencia policial en la calle. Cumplen, por tanto, con una labor de control social. Aunque las identificaciones racistas sean distintas a las identificaciones masivas que se están dando en las protestas, ambas persiguen que se normalice el control del uso de los espacios públicos, el derecho a circular libremente. Las aceptamos porque tocan a otros y no a nosotros. Pero tras este colectivo llegarán otros”.
     



    Las Brigadas llevan trabajando en Madrid desde 2009. “Surgen de muchos colectivos de barrio tras un año de trabajo previo”, cuenta Malena. “Intentamos aplicar la figura del observador de los derechos humanos, recocida en el marco del derecho internacional, aunque aquí antes no se aplicaba, como si no se vulneraran derechos”. Salen por un barrio, mínimo en grupos de cuatro, con chalecos naranjas para ser identificados. Documentan las redadas racistas. Desde abril de 2011 en que presentaron su primer informe hasta noviembre de 2012 (que presentaron el segundo) recibieron 1.144 avisos de redadas racistas, muchos de ellos a través de su Twitter. En ese año y medio, las propias Brigadas detectaron al menos un control racista en la tercera parte de sus salidas. En su web, además, estudian los datos incoherentes presentados por el Ministerio del Interior tras la presión ciudadana. De los 8,7 millones de identificaciones que se hicieron en 2012, reconocen 49.256 en las que el 56% fue a extranjeros, siendo sólo el 12% de la población.
     
    “El gobierno ha pasado de negar los controles racistas, en época del PSOE, a normalizarlos después”, asegura Malena. “Dicen que los controles se hacen a personas que infunden sospecha, para luchar contra delincuencia, la trata de personas y las redes de inmigración ilegal. Meten en el mismo saco a personas y a delitos”.
     
    El número de brigadistas en Madrid es variado, pero haciendo un cálculo de los que han pasado por los talleres mensuales de incorporación, Malena calcula unas 200 o 300 personas. “Al haber tensión frente a la policía, realizamos un taller de formación, para que se conozca el marco jurídico y los principios del proyecto”. El trabajo de las Brigadas pasa, también, por la elaboración de informes y la visibilización de estas prácticas en todos los barrios donde abundan los migrantes. “Nuestro objetivo es acabar con las redadas por perfil étnico, así que documentamos y denunciamos”, dice Malena, “pero no entorpecemos físicamente la labor policial, aunque recibimos coacciones y la criminalización de las instituciones”. Así pues, su labor no es, senso estricto, desobediencia civil (aunque este tema es todo un debate en el colectivo), como la que han practicado vecinos de Madrid al declarar sus barrios (Aluche, Carabanchel, Usera, Lavapiés) libres de redadas. “Actuamos dentro del marco legal, pero nuestra presencia molesta mucho, de ahí las sanciones, que persiguen amedrentar y silenciar al colectivo”. Han ganado un juicio, pero las sanciones por otras 7 causas abiertas (y recurridas), suman ya 3.400 euros.
     
    Buro-represión. Así se llama a la práctica de multar a colectivos o personas que están protestando ante las actuaciones de las instituciones. Y es, junto a represión policial, una tendencia en aumento, que se da tras identificaciones masivas y arbitrarias, encaminadas a precarizar más a los activistas, desmovilizarles e infundirles miedo.



    Aunque la multa media ronda los 300 €, han llegado a poner 1.000 € de multa por ir a manifestación no comunicada o de 6.000 € al que convocó el 25-S. En Madrid, desde 2011, se ha recaudado más de un cuarto de millón de € (entre multas a mil personas). Muchas de ellas están recurridas y se han presentado 59 demandas por indefensión contra las sanciones indiscriminadas.
     
    Para hacer más difícil a la policía su trabajo, la Plataforma por la Desobediencia Civil (que nació en 2012, tiene tres pilares –formación, campañas y caja de resistencia– y está formada por las Brigadas, además de otros colectivos como LegalSol, Ecologistas en Acción, Antimilitaristas o la Plataforma de Solidaridad con Chiapas y Guatemala), presentó hace dos meses la campaña DNI (Di No a las Identificaciones). Una respuesta colectiva a la buro-respresión. El objetivo es salir de casa sin DNI y, ante la petición de documentación, decir que no la llevas, que no has hecho nada malo, que estás harto de que te multen y que preferimos ir a comisaría que dejar de defender un derecho básico.
     
    Una campaña que se inserta, esta sí, en los parámetros de la desobediencia civil clásica: es alegal o va en contra de una práctica de la autoridad, es colectiva, pública, no violenta y asume las consecuencias de la acción. “Con esta acción se pretende hacer el trabajo policial más difícil y mostrar el ridículo de esta situación”, resume Malena. “Tiene sentido si es masiva”. ¿Lo es? “En eso estamos”.

    Marcos Rebollo Fidalgo - Periodismohumano