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viernes, 24 de octubre de 2014

JUAN CARLOS I EL BRIBÓN Y LOS NEGOCIOS DE LA CASTA MONÁRQUICA ESPAÑOLA

Comisionista y mujeriego son solo algunos de los epítetos que se han vertido sobre la figura del ya retirado Juan Carlos I. Un reinado que tiene luces y, también, no pocas sombras. Algunas de ellas tan alargadas que alcanzan a varios miembros de la familia. ¿Qué hay de verdad en todo ello? Y, sobre todo, ¿por qué sigue siendo un tabú escribir sobre estos temas?..



Delitos y faltas


Una de las personas más próximas al ex monarca Juan Carlos I fue Manuel Prado y Colón de Carvajal (1931-2009). Era su sombra en el mundo de los negocios. Nacido en Ecuador y supuesto descendiente del mismísimo descubridor de América, ocupó de joven un cargo intermedio en el sindicato franquista del metal. Llamaba al rey “el patrón”, mientras que él recibió un apodo no tan políticamente correcto, el de “manco de Levante”, debido a su discapacidad física. La buenas artes como conseguidor de Manuel Prado (algunos hablan directamente de testaferro del Rey) le llevó a creerse intocable. Esto no impediría que fuese condenado por el caso Torras (filial del grupo kuwaití KIO en España) a dos años de cárcel, de los que sólo cumplió un par de meses por motivos de salud...

domingo, 19 de octubre de 2014

TRANSICIÓN ESPAÑOLA Y CASTAS

Con independencia de “la casta”, término usado por un mo­vimiento político y social emergente que alude al conjunto de individuos pertenecientes al poder político, banca­rio y empre­sarial dedicados durante años al bandidaje social del dinero pú­blico, el término sociológico “casta” es relativo a la estratifica­ción social de otros tiempos y de otras culturas, pero se aprecia perfectamente también en España a lo largo del tiempo hasta nuestros días. Basta observar a quiénes ostentan el poder fác­tico en todos los ámbitos de la sociedad y ocupan los puestos más relevantes, salvo las excepciones con las que en todo fe­nómeno social es preciso contar. 

La sociedad que está dominada por una parte de ella, la lla­mémos casta o la llamemos clase, no es democracia...


Con las excepciones a las que me refiero ¿cuántos políticos, magistrados, banqueros, policías, obispos, empresarios, ricos y en general acomodados no son hijos, nietos o descendientes de los ganadores de la guerra civil? Muy pocos. Pues bien, los que no pertenecen a las filas y familias de los perdedores, esos son los que constituyen una casta social muy definida en España.

Por eso, mientras en España las clases populares, sin apellidos sonoros cuyos privilegios pasan de una generación a otra no ocupen indistintamente en la sociedad puestos como los otros; mientras la inteligencia y méritos que alegan los que ahora los ocupan estén valorados al final de un proceso de estimación por "jueces sociales" situados estratégicamente por esa casta en las grandes empresas y en las instituciones; mientras tales ojeadores tengan la misión sectaria de asegurarse que el aspi­rante a un puesto de trabajo de relieve o el opositor está o no con el pp o el psoe, con el centralismo o la autonomía, con la ambición o la indiferencia, con dios o sin dios... no puede haber verdadera democracia.

Son ya siglos de real o falsa religiosidad, siglos de absolu­tismo, siglos de prepotencia y predominio, siglos de control so­cial ejercido por los mismos individuos en la justicia superior y en las instituciones clave, siglos de dogmatismo y monopoliza­ción de la "verdad" de acuerdo con ese infame pasaje evangé­lico “o estás conmigo o estás contra mí”. 

España no coordina bien ni puede coordinar con la Europa que ha pasado por dos guerras mundiales pero ninguna civil en siglos; con esa Europa cuyo cristianismo queda ya muy lejos del catolicismo político que la embarga todavía con todos los trucos y marrullerías propios de ese catolicismo religioso del "una vela a Dios y otra al diablo" que prepondera; ese catoli­cismo de concepción piramidal que contamina todo lo que tiene que ver con la política, con la vida económica, con la vida pública y con las grandes empresas. El hecho de que entre la casta haya Martínez o Suárez no significa nada, pues me re­fiero primordialmente a los que tienen dinero o poder porque ya sus antepasados lo tenían o lo detentaban.

El fallecido Suárez no deja de ser un ejemplo de lo que quiero decir. Su apellido es popular, pero fue falangista, y el falangismo fue pieza clave del franquismo. Lo que significa que si de alguna manera fue él artífice de la transición, la tuvo que hacer con los tics de un franquista. La prueba es que la "proeza" de conseguir de los procuradores franquistas la legalización del partido co­munista fue una concesión con condiciones: que el partido se desnaturalizase renunciando a la República y a la bandera tri­color. Y el que concede es por definición el que tiene el poder y al que hay que agradecer... ¡Bonita manera de empezar una democracia! Así fue cómo la mano larga del Poder eterno en España fue decisiva para la suerte de aquella transición y para las consecuencias hasta hoy. 

Fraga Iribarne es el otro ejemplo llegado del "frío": espécimen mimético que con toda comodi­dad se fue transfigurando desde el franquismo y los dos minis­terios franquistas cuyas carteras ostentó, hasta decidir el infame arranque de este país con una constitución y una monarquía aprobadas por el pueblo deprisa y corriendo presionado por el terror fundado al golpe de Estado o a la continuidad de otro gobierno militar. Fraga, el franquista civil por antonomasia, fue el verdadero autor intelectual de la transición y del proyecto de texto de la Constitución... Esta es la clase de Transición del 78 que tanto aplaude celebra el bipartidismo; un tránsito que ha consistido en pasar el testigo del predominio de una casta sobre las demás, dando entrada selectivamente a los dóciles del par­tido político que ha venido compartiendo el poder político e institucional, lo que explica fácilmente esa adhesión al sistema de éste monárquico con mayor denuedo todavía que los de la casta predominante. 

Así es cómo se trucó el nacimiento de este remedo de demo­cracia. Así es cómo se vició de miedo el consentimiento in­consciente de las clases populares para darle su aprobación. Si España, si el pueblo español no pone en marcha cuanto antes el espíritu republicano que desplace al vigente monárquico del privilegio y no entroniza inmediatamente el imperio de la III República, España estará siempre sojuzgada por la misma casta y la mayoría vivirá en más o en menos una suerte de indigna servidumbre y opresión como las que que de modo ostensible viene sufriendo desde que la orgía de dinero se derrumbó.


Autor: Jaime Richart es Antropólogo y jurista

sábado, 21 de diciembre de 2013

ESPAÑA APESTA A FRANQUISMO

Durante muchos años, hemos escuchado a nuestros políticos hablar sobre lo modélica que fue la Transición de la dictadura a la democracia.  Hoy en día, prácticamente nadie se cree ese cuento falaz y la mayoría de las personas son conscientes de que la Transición dio continuidad al franquismo. En primer lugar, porque no hubo una ruptura con el régimen anterior y en segundo lugar, porque los poderes fácticos que incitaron el golpe de Estado contra la República y ganaron la posterior guerra civil, permanecieron y permanecen hoy en el poder.


El franquismo no murió tras la muerte del dictador Franco. Los partidarios de la continuidad del régimen franquista y quienes lo apoyaron de una forma directa o implícita, iniciaron conversaciones con las fuerzas de oposición antifranquistas, para construir un nuevo modelo de Estado basado en imposiciones.

Fruto de estos acuerdos, los franquistas -incluida la iglesia católica-, garantizaban, consolidaban e incrementaban sus privilegios socioeconómicos conseguidos durante la dictadura. De la misma forma lograron inmunidad, para que no se les juzgara por los crímenes cometidos durante el golpe militar fascista de 1936 y la posterior dictadura. Todo ello, gracias a la aprobación de la Ley de Amnistía de 1977. Así mismo, entronaban a Juan Carlos como rey de España, siguiendo las indicaciones que dio el dictador Franco tras su muerte.

Por su parte, las fuerzas antifranquistas renunciaban la República y aceptaban la monarquía a cambio de una democracia imperfecta y un nuevo sistema de libertades; la legalización de partidos y sindicatos; la amnistía a los presos políticos y el regreso de los exiliados. El PSOE liderado por Felipe González, tuvo que renunciar a la ideología marxista y adaptar su ideología a la socialdemocracia. El PCE liderado por Carrillo, a cambio de su legalización, renunciaba a la restitución de la República, aceptando al rey y la bandera rojigualda. Respecto a los partidos republicanos, se les negó la participación en política y el Gobierno de la República en el exilio, representado por José Maldonado y que fue obligado disolverse por falta de apoyos.

En este sentido, la monarquía sería concebida bajo un régimen a todas luces ilegal y golpista. Posteriormente, se asentaría tras la intentona golpista del 23 de febrero de 1981, ya que el régimen monárquico utilizaría esta infame agresión, para ensalzar la figura del rey. Sobre este siniestro tema hay tantos interrogantes e incógnitas, que algunas personas como Antonio GarcíaTrevijano y altos mandos del ejército como el Coronel Amadeo Martínez Inglés, implican directamente al monarca como organizador del golpe.

De aquellos lodos, tenemos estos barros que todos conocemos: una Jefatura de Estado impuesta y hereditaria. Una Constitución que es papel mojado, porque vulnera la democracia y beneficia los intereses de los mercados. Una Ley Electoral que no es igualitaria y favorece el bipartidismo. Un pueblo que no tiene soberanía, ni poder popular para realizar iniciativas legislativas populares o referéndums vinculantes, sin que estos tengan que pasar la censura del Congreso o el Senado. 

En España se sigue honrando y cultivando la memoria de los asesinos golpistas, quienes todavía conservan honores y privilegios: títulos honoríficos, estatuas, calles, avenidas y plazas dedicadas a preservar su memoria fascista... Incluso el dictador Franco y el falangista Jose Antonio, incomprensiblemente permanecen en el valle de los caídos junto a personas honradas que defendieron la República y fueron asesinadas por estos verdugos del holocausto franquista. Por no hablar de los más de 140.000 republicanos y republicanas asesinados y que aún hoy permanecen enterrados en fosas comunes, esperando a que se les haga justicia y se persiga a los responsables de aquel genocidio. También recordar, los más de 30.000 casos de bebes robados por el franquismo, que siguen sin resolverse. 

A estas vicisitudes que nos avergüenzan como personas, hay que sumarle que en España todavía no se ha ilegalizado, ni juzgado el franquismo. Esto obedece a  tres causas: la primera, como consecuencia de la indiferencia y la pasividad política, de quienes tuvieron la oportunidad y la obligación moral de hacerlo cuando gobernaban y miraron para otro lado. La segunda, porque ilegalizar el franquismo y juzgar la dictadura, pondría a la monarquía en un situación por lo menos comprometida. La tercera, es porque los poderes políticos, que representan a quienes ganaron guerra se niegan a condenar el franquismo e impiden cualquier posibilidad de hacer justicia.

Además de todo esto, tenemos un gobierno de derechas de origen franquista (ver artículo de Eco Republicano), que engaño a sus votantes con un programa electoral fraudulento, que se ha financiado ilegalmente desde hace más de 20 años y que ha aprovechado el poder político, para retroceder -en dos años de gobierno- la mayoría de nuestros derechos consolidados; postergado el llamado estado de bienestar a tiempos que la mayoría de ciudadanos desconocíamos o no hemos vivido. En definitiva, tenemos una democracia imperfecta que irradia y apesta franquismo por todas partes.

Luis Egea

sábado, 5 de octubre de 2013

LA MONARQUÍA ACTUAL ES ILEGAL


La mayoría de los países que durante su historia han sufrido crímenes de lesa humanidad, han condenado y ajusticiado a los responsables de las dictaduras militares o regímenes autoritarios que los provocaron. Estos son los casos recientes de Argentina y Chile, donde se han perseguido a los responsables de la dictadura del general Videla y Augusto Pinochet respectivamente. De la misma forma en Alemania, la apología al nazismo esta prohibida y perseguida por Ley.

Para nuestra vergüenza internacional, esto no ha sucedido en España. La dictadura franquista no ha sido declarada ilegal; los responsables de los crímenes han vivido impunemente y para mayor escarnio el dictador antes de morir en la cama, nombró como sucesor y heredero de su legado al rey Juan Carlos I.




Antes profundizar en la legalidad de la monarquía actual, vamos a recodar algunas consideraciones que en nuestra opinión son ineludibles.

El gobierno de la Segunda República fue emanado del pueblo en elecciones de 12 de abril de 1931. El rey Alfonso XIII tras conocer la victoria de los partidos republicanos abandona el país. No lo hizo como se ha escrito en la mayoría de los libros de historia “por su amor a España y para salvar al país de una guerra civil”. La realidad, fue que el rey tuvo miedo de correr la misma suerte que el zar Nicolás segundo. El rey huyó despavorido, dejando atrás incluso a su mujer quién tomo otro camino, ya que el rey partió de Cartagena en un barco rumbo a Marsella y el resto de la familia marchó en tren a Francia. Por otra parte, es importante conocer que el monarca salió de España con el equivalente a 48 millones de euros depositados en bancos de Paris y Londres...