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viernes, 24 de octubre de 2014

LA 'McDONALDIZACIÓN' DE LAS SOCIEDADES

El McDonaldismo, la McDonaldización y la tesis de la McDonaldización del mundo son conceptos que forman parte de una teoría sociológica seria, a pesar de que en principio podría parecer lo contrario, propuesta por el sociólogo norteamericano George Ritzer en su libro “The McDonaldization of society”.



Cuando he andado por esos mundos de Dios a miles de kilómetros de casa, un poco desesperado pues ya se hacía tarde para comer, en sitios dónde se hablan idiomas inconcebibles, allá dónde se acentúan las consonantes o usan símbolos maléficos ininteligibles a los que llaman escritura, sitios en los que tienes que usar la mímica para comunicarte, con una cocina local completamente distinta de la nuestra, en situaciones en las que te hallas al borde del límite de la tarjeta; en esos sitios y situaciones he de confesar que he agradecido al cielo  encontrarme con un McDonald’s – siempre hay uno a la vuelta de la esquina – básicamente porque todo era previsible: menús, calidad, sabor y precio...


Esta cadena de restaurantes de comida rápida está tan presente en todo el mundo que la revista “The Economist” elabora semanalmente el llamado “The Big Mac Index” o Índice “Big Mac”, nombre que recibe en atención al producto estrella de la marca.  Es este un índice elaborado a partir de una investigación no científica, que permite evaluar el poder adquisitivo de los distintos países en donde se vende la famosa hamburguesa de McDonald’s. La idea consiste en comparar lo que cuesta una hamburguesa “Big Mac” en todos los países donde se elabora para, de esta manera, poder comparar los costes de la vida en cada país y saber si las monedas están sobrevaloradas con respecto al dólar estadounidense.

Porque hay McDonald’s por todo el mundo pero, lo realmente extraordinario no es la proliferación de estos restaurantes de comida rápida, sino que las patatas fritas saben igual en Pekín que en Madrid, el “Big Mac” es igual en Lyon que en Murcia y, si me apuráis, la Coca Cola tiene el mismo número de burbujas por centímetro cúbico en Buenos Aires y  Zurich.

A partir de un único restaurante en los años ’50, la franquicia cuenta con veinte mil restaurantes repartidos por el orbe. McDonald’s se ha convertido en un símbolo de mundo moderno pero lo más interesante, sociológicamente hablando, es el estudio de cómo los principios que inspiran a esta empresa están invadiendo todos los aspectos de vida social en todos los países. Su sistema copa no sólo el sector de la restauración sino todos los ámbitos del comercio como ópticas, tiendas de electrodomésticos, agencias de viajes, gasolineras y, así, una lista innumerable de negocios.

Se ha extendido más allá del ámbito comercial, el mismo Ritzer cita que lo que han hecho con las tarjetas de crédito es McDonaldizar el recibo y expedición del crédito. La obtención del crédito ya no implica un proceso largo y pesado, sino que cualquiera puede acceder a una tarjeta sólo con responder a unas cuantas preguntas. Y el pago se ha simplificado al máximo, nada de entregar monedas y billetes que tanto hay que sudar para ganarlos, entregas un plastiquito que encima te  lo devuelven para el siguiente uso.

La comunicación cara a cara se va perdiendo a favor de otros medios de comunicación como el correo electrónico o todos los productos derivados de Internet y de las nuevas tecnologías. Las empresas de todos los sectores de la economía sustituyen la atención al cliente por sistemas informatizados, incluso las Administraciones Públicas  están desarrollando la Administración Electrónica que evita que el ciudadano tenga que desplazarse a la oficina administrativa a resolver sus trámites.

La radio y la televisión nos dan fragmentos de noticias comentadas en diez segundos. En diez minutos de película pasan más cosas que en dos horas y media de los filmes de los años ’40. Y si la televisión es rápida las redes sociales lo son todavía más, se filtran noticias de modo viral, se tumban reputaciones de toda una vida en segundos. Todo es rápido, instantáneo, cuando tu equipo gana la Copa de Europa no puedes descansar y disfrutar del momento porque enseguida viene la Supercopa, la Megacopa o el décimo partido del siglo de este año.

Bien, paremos un momento, pues este artículo se está McDonaldizando. Ni Ritzer, ni yo que estoy intentando hacer de traductor suyo al lenguaje de la calle, consideramos que la cadena McDonald’s sea la culpable de estos hechos sociales que hemos comentado y que todos reconocemos en nuestra vida diaria. Lo que Ritzer expresa en su teoría, es que la cadena de comida rápida es una representación fidedigna, un paradigma de cómo  se produce y se consume en la sociedad moderna y por eso ha llamado a este sistema de organización como McDonaldismo. McDonald’s no ha creado los cambios sociales sino que los cambios sociales han creado McDonald’s.

Concretamente Ritzer habla de paradigma contemporáneo de la racionalidad formal, ¿Qué quiere decir con esas cuatro palabrejas?, bueno, intentaré traducirlo. Max Weber, uno de los padres de la sociología, dejó escrito que el mundo, sobre todo la sociedad occidental, había sufrido un proceso de racionalización en muchos campos, en la economía, la religión, el derecho, la política y el arte. Para Weber la expresión de esta racionalidad en la formas de organización social era la burocracia. Según Rizter, el mundo ha seguido evolucionando desde los tiempos de Weber, principios del siglo XX, y el modelo actual de la racionalización no es la burocracia sino el McDonaldismo. Textualmente dice: “la burocracia aún está entre nosotros, pero el restaurante de comida rápida ilustra mejor este tipo de racionalidad”.

Para entender este fenómeno en toda su amplitud, es necesario comprender los cuatro principios básicos o dimensiones – como prefiere llamarlas Ritzer – del MCDonaldismo: Eficiencia, cálculo, previsibilidad y automatización.

La eficiencia podríamos definirla como la búsqueda de los mejores medios para conseguir un fin; en el restaurante de comida rápida, todo está pensado para despachar el mayor número de menús en el mínimo tiempo posible. Todo está controlado, la disposición de las cajas en las que encargas la comida, pagas y recoges el servicio que te llevas a la mesa y que retiras y echas a la basura tú mismo lo que nos lleva al colmo de la eficiencia que es que tú – el cliente – trabajes sin cobrar. Por supuesto, también está estudiada la disposición de las mesas, los paneles que anuncian los distintos menús, la comunicación entre los cajeros y la cocina. Y no digamos ya del servicio de comida a través de la ventanilla de los automóviles que ilustra bien el aumento de la eficiencia para conseguir una comida, no tienes ni que entrar en el restaurante.

La previsibilidad implica la ausencia de sorpresas, como señalábamos en párrafos anteriores, las patatas de McDonald’s saben igual en cualquier parte del mundo. Aparte de McDonald’s, he comido en muchos restaurantes chinos a lo largo y ancho de este mundo y los rollitos de primavera son distintos según el país de que se trate aunque el nombre y el origen del plato sea el mismo. Esto se debe a que los restaurantes chinos aprovechan los ingredientes locales y no tienen normas estándar de producción como en el McDonald’s pero, para ser justos, hay que decir que ya se están McDonaldizando y las empresas de distribución chinas llevan un tiempo importando ingredientes directamente desde China y están logrando cierta uniformidad.

El cálculo,  todo en McDonald’s está calculado. De la misma manera que en la fabricación de un coche, existen una serie de especificaciones técnicas muy precisas para cada pieza, ya en el primer manual interno de la compañía se especificaba cuánto debía pesar la hamburguesa precocinada (45,5 g), su tamaño (10 cm) y el contenidos de materia grasa (19%), así como el peso la loncha de queso y el grosor de las patatas fritas.

La automatización consiste en la realización de los procesos de producción mediante la tecnología. En vez de basarse en las cualidades humanas del cocinero, lo que suele pasar en los restaurantes de toda la vida, los restaurantes de comida rápida se basan en tecnologías no humanas y en cocineros sin cualificar que siguen instrucciones detalladas y métodos de cadena de montaje aplicados al proceso culinario y al servicio. El restaurante de comida rápida en su aspecto productivo es fordista en la medida en que utiliza principios y tecnologías asociadas a la cadena de montaje.

¿Y dónde está el problema?, hasta ahora hemos hecho una descripción pero no hemos dicho qué hay de malo en todo esto. Hay un grabado de la serie “Los Caprichos” de Goya que me ha impresionado siempre, y más que el mismo grabado, que es sin duda una obra maestra, por su título: “el sueño de la razón produce monstruos”. Este título me vino a la cabeza cuando leí a Ritzer cuando dice que “esta forma de racionalidad tiende a acarrear con ella la irracionalidad de la racionalidad”. Es decir, el uso de la racionalidad suele conllevar aspectos irracionales. Un  ejemplo un poco bufo de irracionalidad que todos podemos entender es que uno inventa la dinamita para hacer carreteras y va otro y la usa para matar personas, con lo que no te queda más remedio que inventar un premio de prestigio internacional para compensar.

En el caso de los restaurantes de comida rápida, la irracionalidad básica es la desmitificación y la deshumanización del ritual de la comida, sin tener en cuenta los aspectos saludables o no de la dieta que eso sería otra cuestión de debate. La McDonaldización de las tarjetas de crédito, que era el otro gran ejemplo que ponía Ritzer,  lleva aparejada la deshumanización de empleados y del proceso bancario, ya de por sí muy deshumanizado con cajeros automáticos y otro tipo de tecnologías. Pero, sobre todo, produce la deshumanización de la relación con el cliente, sin contar con los efectos negativos que en su calidad de vida tiene contraer una deuda elevada, pues muchas personas sólo se fijan en la cantidad de tarjetas que pueden obtener y los límites de esas tarjetas y no en lo que efectivamente se gastan.

Y esto se puede aplicar a cientos de ejemplos que vemos todos los días, tienes que hablar con el seguro te saldrá una voz mecánica, tienes que llamar al hospital y te saldrá una voz mecánica, allá dónde llames te responderá una voz mecánica o te tratará un sistema informático, muy eficientes si, pero, y ¿si tu problema o la atención que necesitas se sale un poco de la norma?, pues que no encuentras manera fácil de solucionarlo, es ese uno de los problemas de la deshumanización.

Como todo invento humano, el McDonaldismo en su proyección como modelo de producción, tiene aspectos positivos y negativos. No me voy a meter a hacer juicios de valor al respecto, según Weber un sociólogo no debe hacerlo, pero de lo que estoy seguro es que nadie de los que intervino en el desarrollo de este sistema ha pensado en el bienestar general y sí en la eficiencia de los procesos y en el beneficio económico que se pueda obtener.

Ritzer dice que la aplicación de estos cuatro principios implican una renuncia a la creatividad y la autonomía individual y concluye profético: “quizá la última irracionalidad de la Mcdonaldización consista en la posibilidad de que las personas queden a merced del sistema, y que éste llegue a controlarnos”. En este punto no creo que Ritzer pensara sólo en McDonald’s.

Artículo de Juan Carlos Barajas en Debate 21

domingo, 21 de septiembre de 2014

LA CRISIS COMO EXCUSA PARA UNA DOCTRINA DEL SHOCK

El Gobierno se sirve de la crisis para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada. A pesar de que nos presentan los recortes como inevitables, organismos como el FMI están pendientes de la reacción ciudadana en España.

Dice Naomi Klein que la estrategia de la doctrina del shock, ideada por el economista Milton Friedman y puesta en práctica por sus poderosos seguidores -desde presidentes estadounidenses hasta oligarcas rusos, pasando por dictadores del Tercer Mundo, catedráticos de universidad o directores del Fondo Monetario Internacional-, consiste en “esperar a que se produzca una crisis de primer orden o estado de shock, y luego vender al mejor postor los pedazos de la red estatal a los agentes privados mientras los ciudadanos aún se recuperan del trauma, para rápidamente lograr que las “reformas” sean permanentes”. 

El propio Friedman describió así la táctica del capitalismo contemporáneo:

“Solo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo depende de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”. 



Chile se convirtió en el primer escenario donde se aplicó la doctrina del shock. Allí la “crisis aprovechable” fue el golpe de Estado de Pinochet y la represión impuesta por él. Aquello allanó el camino para imponer grandes transformaciones económicas en un breve periodo de tiempo. Friedman, que asesoró a Pinochet, predijo que las características de esos cambios económicos provocarían una serie de reacciones psicológicas en la gente que “facilitarían el proceso de ajuste”. A ese proceso lo llamó el “tratamiento de choque” económico. 

En el caso de Irak el shock colectivo lo provocó la invasión, los bombardeos, dentro de una operación denominada precisamente “Conmoción y pavor” - ”Shock and awe”- con el objetivo de “controlar la voluntad del adversario, sus percepciones y su comprensión, y literalmente lograr que quede impotente para cualquier acción o reacción”, según los autores del documento de doctrina militar que llevaba el mismo nombre. Tras ello, Paul Bremer decretó privatizaciones masivas en Irak y la liberalización del mercado.

Friedman era ya un anciano cuando se produjo la inundación de Nueva Orleans en 2005, pero también vio en aquello una oportunidad. Y así lo escribió en The Wall Street Journal: “La mayor parte de las escuelas en Nueva Orleans están en ruinas. Esto es una tragedia. También es una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo”.

Dicho y hecho. Tras el huracán Katrina, think tanks y grupos estratégicos se abalanzaron sobre la ciudad estadounidense con el propósito de convertir los colegios de Nueva Orleans en “escuelas chárter”; es decir, escuelas públicas que pasarían a ser gestionadas por instituciones privadas. ¿Os suena?

Aquí en España el escenario del shock no lo provoca un golpe de Estado ni una invasión ilegal con bombardeos masivos, ni una inundación de consecuencias catastróficas, sino la propia crisis económica. Es ella la justificación de la que se sirve el Gobierno -y sobre todo, los poderes económicos y financieros que auspician sus medidas- para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada hasta provocar un cortocircuito en nuestra capacidad de respuesta o, dicho en palabras de Friedman, reacciones psicológicas que facilitan “el proceso de ajuste”.

Con la excusa de responder contra la crisis, se nos impone más crisis para crear una modificación permanente a través de recortes drásticos en derechos y servicios sociales: Nada volverá a ser lo que era.  No hay mes en que no nos desayunemos con alguna nueva medida que quiebra aún más nuestra posibilidad de vivir con cierta dignidad y bienestar. No hay tiempo para asimilar. La rapidez con la que se están acometiendo las ‘reformas’ impide una capacidad de reacción continuada ante tantos nuevos frentes. Cuando se denuncia el desagüe por el que se nos esfuma la educación pública, nos comunican nuevos tijeretazos en la sanidad; cuando ponemos empeño en detener desahucios, se reforman las pensiones para devaluarlas. Y así, un largo etcétera. 

Pero incluso en este negro escenario la reacción de la sociedad civil importa, y mucho. Por ello organismos como el Fondo Monetario Internacional están pendientes de la respuesta ciudadana. Cuando en el Egipto de 2008 surgieron grandes protestas en ciudades y fábricas, la preocupación era que estas pudieran “impedir a Mubarak acometer su reforma económica”, consistente en la liberalización del mercado, privatizaciones masivas y recortes de los servicios sociales. 

Ahora que el FMI vigila a España de cerca -con su propio “hombre de negro” destinado en nuestro país para supervisar de cerca el rescate de la banca con nuestro dinero-, es interesante observar qué dice de nosotros. Su informe de agosto destaca que “la situación política parece estable pero la tensión social podría comprometer el esfuerzo de reforma. El gobierno tiene una amplia mayoría, no habrá elecciones generales hasta finales de 2015 y solo se ha enfrentado a disturbios sociales limitados”. Y prosigue:
“Pero el contexto económico ha reducido la popularidad de los dos principales partidos, lo que podría hacer que el apoyo público a nuevas y difíciles reformas fuera más complicado”.

En los despachos del poder se observa con preocupación el descenso de las dos organizaciones políticas que sostienen el bipartidismo y se mide el pulso de la sociedad civil, de la ciudadanía activa. Hasta ahora, los ‘disturbios’ sociales les parecen limitados. ¿Y si crecieran? Probablemente aumentaría la carga de electroshocks, con todo tipo de estrategias: mayor represión, medidas que crean más pobreza, e incluso mecanismos para hacer tambalear, desde dentro, a los grupos organizados.

Mientras que 2011 fue el año del despertar, de las revueltas árabes, de los indignados, del movimiento Occupy, 2013 podría ser su reverso. Hubo un momento hace dos años en que la calle fue capaz de imponer agenda en el debate público. Pero el poder tomó rápidamente la delantera, y ahora la agenda oficial nos bombardea. Aun así se ha construido tejido social y político con capacidad para responder a determinadas estafas. No es todavía suficiente para evitar el tratamiento de choque. Pero todo suma.

Mientras haya memoria, conciencia y resistencia, se estará abriendo un camino para un futuro diferente al que nos tienen preparado. De momento se está erosionando el monopolio de la verdad. El poder tiene los mecanismos para seguir gobernando contra los intereses de la mayoría. Pero no está siendo capaz de inocular su mentira en la sociedad. Por ahora dispone de impunidad, pero carece de hegemonía moral. Y esto, ya de por sí, simboliza toda una grieta en el tenebroso tratamiento de choque de la doctrina del shock.

Artículo de Olga Rodríguez, visto en el diario.es

domingo, 6 de abril de 2014

EL CAPITALISMO, SUS FOTOGRAFÍAS Y SUS FOTÓGRAFOS

Imágenes para la dominación de los imaginarios

Son capaces de usar “fotos” para cualquier cosa. A la vista de todos nosotros, la ideología de la clase dominante, y sus negocios, miente con el fin de disociar la realidad de sus ficciones (y viceversa). Para eso fundó una industria del registro fotográfico, y una industria de la propagación de imágenes que, en uno de sus trabajos más nefastos, no ha dejado de especializarse en todas las posibilidades de la mentira. Suelen ser “fotos” sin lugar, sin fecha, sin autor. Uno de sus reinos predilectos es el del “periodismo” que las burguesías han consolidado como “armas de guerra ideológica” y herramientas para la invisibilización de lo evidente. La sobresaturación con imágenes ha servido para anestesiar al pensamiento. Diremos, sólo por rigor de método, que no son todos… pero. ¿Cuánto puede esconderse lo real en una fotografía?..




Hemos visto una revolución burguesa de la tecnología, y del lenguaje fotográfico, para la des-información. El viejo interés humano por el “registro fiel de los hechos” quedó sepultado bajo el dispositivo ideológico especializado en sembrar una mezcla de zozobra, desorientación y miedo. Fascismo. Hoy la mentira fotográfica tiene herramientas inimaginables al servicio de la irracionalidad del mercado y de los engaños que sirven para “mostrar” con fotografías, hechos que no son o que nunca fueron lo que dicen que son. Obra cumbre, no única, de esta degeneración es el diario “El País” de España que publicó una fotografía en la que se afirmó aparecía el presidente Hugo Chávez en un quirófano.

Muchos pagan cualquier cifra por fotografías útiles para ilustrar y demostrar la “verdad” de los especialistas en mentir. No importa dónde ocurrió el hecho, quién es la víctima, en qué fecha se produjo. Cualquier persona que posea un modo de registro (cámara o teléfono) puede convertirse en comerciante de la mentira hegemónica. No hay inocencia, se pagan sumas jugosas. Para el negocio de mentir con fotografías nada mejor que una camarita discreta, fácil de usar, gran calidad y conexión a Internet vía Wifi ¿Es neutra la tecnología? No hay control posible en un fenómeno basado en la saturación de imágenes y menos si, con esa saturación, se fortalece el sistema de mentiras que se ha vuelto salida mercantil e ideológico-política. Internet ha multiplicado, exponencialmente, el número de fotografías realizadas por profesionales, y por aficionados, para mentir a cada día.

La fotografía no es la verdad… es una herramienta para su búsqueda. Por eso, acaso, nadie parece preocuparse por la verdad, en la información fotográfica, entre otras razones porque la mentira se ha vuelto uno de los grandes pilares del negocio del periodismo burgués contemporáneo. Se organizan algunas redacciones en función de lo que la fotografía consigue en lugar de ceñirse estrictamente a los hechos y a sus protagonistas. Los operadores mediáticos se frotan las manos con la posibilidad de aumentar sus negocios, y sus intereses ideológicos, saturando con fotografías “testigo” sus periódicos y revistas. No importa que sean falsas.

Es el capitalismo mundial que financia guerras, que encarece medicamentos, que devasta selvas y mares, que intoxica el aire, derrite glaciares, reseca los lagos… extermina especies vegetales, animales… humanas. Es el capitalismo retratado en personas, inocentes, frágiles, olvidadas… engañadas sistemáticamente con un arma ideológica de enajenación masiva, infernal y humillante, que son sus “fotografías”. Es el retrato de la barbarie y se ve clarísimo. La evidencia de que los horrores puedan acabar convirtiéndose en un espectáculo “informativo” muy rentable.

A estas alturas de su historia los trabajadores de la producción fotográfica andan flacos de organización y movilización solidarias. Los ha golpeado la crisis de sobreproducción fotográfica, el recorte de los salarios, los despidos masivos y el avance tecnológico manipulado por la burguesía. Hay excepciones, claro, pero en todo el espectro de la producción fotográfica se ven los estragos del capitalismo inmisericorde e inclemente. Igual que en el resto de las actividades productivas.

Alguna vez se pensó que las fotografías no mentían, que eran prueba palmaria de un acontecimiento y que su fidelidad con la “realidad” garantizaría una transformación revolucionaria en nuestra relación con los hechos y el conocimiento “objetivo” sobre ellas. Pero está naciendo un espectador cómplice de fotografías, dispuesto a ignorar que pueden mentirle. Es que la verdad exige mucho trabajo. El truco consiste en manipular los hechos para que se adapten a las matrices ideológicas. Las fotos más falaces, las mentiras apoyadas con imágenes, exigen una brutalidad ideológica previa que es necesario conocer y denunciar. Y combatir.

Si como supone Umberto Eco, acaso no sin un dejo de cinismo humorista, que la Semiótica es “la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir”, urge, entonces, una Semiótica de la fotografía, también, para revolucionar su definición apoyados en una praxis que la coloque como disciplina científica en combate, cuyo objeto de estudio no sea sólo lo que vehicula un contenido sino el desmontaje de la relación dialéctica entre el contenido y su representación, en un momento histórico preciso, bajo el signo de la lucha de clases… o acaso, en otra perspectiva, como ciencia que estudia las leyes del desarrollo de la producción de sentido. Y así desmontar en la fotografía, que la burguesía alienta, cómo sirven, y a quiénes, sus fotógrafos y sus propagandistas a la hora de mentirnos con imágenes.

Por ejemplo. Hay que legislar y protocolizar el uso de las fotografías con obligatoriedad ética en su identificación espacio-temporal y su autoría. Hay que entrenarnos en la exigencia crítica y en la denuncia de combate cada vez que cada imagen esconda, tergiverse, sepulte o criminalice a alguien, o algo, por el sólo hecho de que así decidan los operadores de las armas de guerra ideológica de la burguesía. Ejercer el derecho humano fundamental a defendernos de las mentiras de los poderosos. Ejercer el derecho social a combatir los ataques contra los imaginarios colectivos y la siembra de dispositivos ideológicos tóxicos fabricados en los laboratorios de guerra psicológica. Ejercer, en suma, la responsabilidad revolucionaria y socialista de combatir cada milímetro y cada instante a la ideología de la clase dominante y sus mil maneras de camuflarse e infiltrarse en las cabezas, los corazones y los tejidos sociales. Incluso con “fotos” ocurran donde ocurran. ¡Clíc!

sábado, 1 de febrero de 2014

LA SUPERIORIDAD DEL CAPITALISMO

¿Que es una crisis capitalista? .. Veamos en primer lugar lo que NO es una crisis capitalista.
  • Que haya 950 millones de hambrientos en todo el mundo, eso no es una crisis capitalista.
  • Que haya 4.750 millones de pobres en todo el mundo, eso no es una crisis capitalista.
  • Que haya 1.000 millones de desempleados en todo el mundo, eso no es una crisis capitalista.
  • Que más del 50% de la población mundial activa esté subempleada o trabaje en precario, eso no es una crisis capitalista.
  • Que el 45% de la población mundial no tenga acceso directo a agua potable, eso no es una crisis capitalista.
  • Que 3.000 millones de personas carezcan de acceso a servicios sanitarios mínimos, eso no es una crisis capitalista.
  • Que 113 millones de niños no tengan acceso a educación y 875 millones de adultos sigan siendo analfabetos, eso no es una crisis capitalista.
  • Que 12 millones de niños mueran todos los años a causa de enfermedades curables, eso no es una crisis capitalista.
  • Que 13 millones de personas mueran cada año en el mundo debido al deterioro del medio ambiente y al cambio climático, eso no es una crisis capitalista
  • Que 16.306 especies están en peligro de extinción, entre ellas la cuarta parte de los mamíferos, no es una crisis capitalista.


Todo esto ocurría antes de la crisis. ¿Qué es, pues, una crisis capitalista? ¿Cuándo empieza una crisis capitalista?..


Hablamos de crisis capitalista cuando matar de hambre a 950 millones de personas, mantener en la pobreza a 4700 millones, condenar al desempleo o la precariedad al 80% del planeta, dejar sin agua al 45% de la población mundial y al 50% sin servicios sanitarios, derretir los polos, denegar auxilio a los niños y acabar con los árboles y los osos, ya no es suficientemente rentable para 1.000 empresas multinacionales y 2.500.000 de millonarios.

Lo que demuestra la superior eficacia y resistencia del capitalismo es que todas estas calamidades humanas -que habrían invalidado cualquier otro sistema económico- no afectan a su credibilidad ni le impiden seguir funcionando a pleno rendimiento. Es precisamente su indiferencia mecánica la que lo vuelve natural, invulnerable, imprescindible. El socialismo no sobreviviría a este desprecio por el ser humano, como no sobrevivió en la Unión Soviética, porque está pensado precisamente para satisfacer sus necesidades; el capitalismo sobrevive y hasta se robustece con la desgracias humanas porque no está pensado para aliviarlas. Ningún otro sistema histórico ha producido más riqueza, ningún otro sistema histórico ha producido más destrucción. Basta considerar en paralelo estas dos líneas -la de la riqueza y la de la destrucción- para ponderar todo su valor y toda su magnificencia. Esta doble tarea, que es la suya, el capitalismo la hace mejor que nadie y en ese sentido su triunfo es inapelable: que haya cada vez más alimentos y cada vez más hambre, más medicinas y más enfermos, más casas vacías y más familias sin techo, más trabajo y más parados, más libros y más analfabetos, más derechos humanos y más crímenes contra la humanidad.

¿Por qué tenemos que salvar eso? ¿Por qué tiene que preocuparnos la crisis? ¿Por qué nos conviene encontrarle una solución? Las viejas metáforas del liberalismo se han revelado todas mendaces: la “mano invisible” que armonizaría los intereses privados y los colectivos cuenta monedas en una cámara blindada, el “goteo” que irrigaría las capas más bajas del subsuelo apenas si es capaz de llenar el cuenco de una mano, el “ascensor” que bajaría cada vez más deprisa a rescatar gente de la planta baja se ha quedado con las puertas abiertas en el piso más alto. Las soluciones que proponen, y aplicarán, los gobernantes del planeta prolongan, en cualquier caso, la lógica inmanente del beneficio ampliado como condición de supervivencia estructural: privatización de fondos públicos, prolongación de la jornada laboral, despido libre, disminución del gasto social, desgravación fiscal a los empresarios. Es decir, si las cosas no van bien es porque no van peor. Es decir, si no son rentables 950 millones de hambrientos, habrá que doblar la cifra.

El capitalismo consiste en eso: antes de la crisis condena a la pobreza a 4.700 millones de seres humanos; en tiempos de crisis, para salir de ella, sólo puede aumentar las tasas de ganancia aumentando el número de sus víctimas. Si se trata de salvar el capitalismo -con su enorme capacidad para producir riqueza privada con recursos públicos- debemos aceptar los sacrificios humanos, primero en otros países lejos de nosotros, después quizás también en los barrios vecinos, después incluso en la casa de enfrente, confiando en que nuestra cuenta bancaria, nuestro puesto de trabajo, nuestra televisión y nuestro ipod no entren en el sorteo de la superior eficacia capitalista. Los que tenemos algo podemos perderlo todo; nos conviene, por tanto, volver cuanto antes a la normalidad anterior a la crisis, a sus muertos en-otra-parte y a sus desgraciados sin-ninguna-esperanza.

Un sistema que, cuando no tiene problemas, excluye de una vida digna a la mitad del planeta y que soluciona los que tiene amenazando a la otra mitad, funciona sin duda perfectamente, grandiosamente, con recursos y fuerzas sin precedentes, pero se parece más a un virus que a una sociedad. Puede preocuparnos que el virus tenga problemas para reproducirse o podemos pensar, más bien, que el virus es precisamente nuestro problema. El problema no es la crisis del capitalismo, no, sino el capitalismo mismo. Y el problema es que esta crisis reveladora, potencialmente aprovechable para la emancipación, alcanza a una población sin conciencia y a una izquierda sin una alternativa elaborada. Se equivoque o no Wallerstein en su pronóstico sobre el fin del capitalismo, tiene razón sin duda en el diagnóstico antropológico. En un mundo con muchas armas y pocas ideas, con mucho dolor y poca organización, con mucho miedo y poco compromiso -el mundo que ha producido el capitalismo- la barbarie se ofrece mucho más verosímil que el socialismo.

jueves, 9 de enero de 2014

CONFISCACIÓN DE BIENES : LA RECETA DEL FMI PARA SALIR DE LA CRISIS

Un nuevo documento de trabajo presentado por el FMI entrega un contundente programa de instrucciones para dar solución a la crisis de la deuda soberana en Europa. El documento señala que el problema de la deuda es mucho más grave de lo que se ha visto hasta ahora, y advierte que todas la medidas adoptadas por la UE, la CE, el BCE y el propio FMI “no serán suficientes para resolver la crisis”. El mantra de la amnesia colectiva ha llevado a pensar a estos países que esas medidas (como los planes de austeridad y los recortes presupuestarios) serían suficientes pero la verdad es que no ha sido más que una ilusión.

De acuerdo a los autores del documento (Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff), esta crisis supera todas las crisis anteriores, con una deuda que ha batido todos los récord históricos y que tiene atrapada a toda la economía mundial. La receta es la aplicación de una represión financiera sin precedentes, y una oleada de medidas de fuerza para reducir la deuda. Estas medidas serían una mezcla de importantes recortes en la deuda soberana, confiscación de ahorros privados, controles de capital y generación de inflación para licuar la deuda con más rapidez e impulsar el crecimiento. Todo indica que el fantasma deflacionario que recorre Europa está para quedarse...




El documento señala que deberán aplicarse amortizaciones masivas sobre la deuda para tener efectos significativos en “la mayor situación de endeudamiento de los países occidentales en los últimos 200 años”. Muchos aún se aferran a la ilusión de que los países ricos pueden salir de la crisis con programas de austeridad y recortes públicos. Pero la realidad está requiriendo acciones más implacables: la solución al tema de la deuda pasa por acciones brutales, decididas y enérgicas, señala este informe elaborado por los mismos autores que en 2010 presentaron el documento clave para la aplicación los planes de austeridad. Confiscación de depósitos y recortes masivos

Esta vez es diferente, parecen decir Reinhart y Rogoff, al señalar que solo la masiva confiscación de los ahorros privados y también los masivos recortes en la deuda pueden restablecer la economía de su más duro golpe financiero en 80 años. Reinhart y Rogoff indican que las medidas deben aplicarse con rapidez para salir de una situación de estancamiento que, de prolongarse, se tornará peor. Gran parte del mundo occidental requerirá impagos; será necesaria una confiscación a gran escala de los depósitos y también habrá que promover una mayor inflación para despejar el camino a la recuperación.

Para Reinhart y Rogoff la carga de la deuda en los países desarrollados ha llegado a sus máximos históricos y ya se ha hecho insostenible. Por eso se requieren recortes masivos y no las nimiedades o retoques que se han aplicado hasta ahora. La negociación deberá ser al estilo de los años 30, con pérdidas y castigos importantes y reestructuraciones serias de los saldos que se acuerden de deuda, en base a parámetros objetivos de crecimiento y empleo.

La presunción es que las economías avanzadas no recurren a la reestructuración de deudas o a la represión financiera, porque quita credibilidad a todo el sistema y obliga a renunciar a objetivos financieros obtenidos con mucho esfuerzo. Sin embargo, cuando el sistema financiero ha descorrido toda su podredumbre y malas prácticas (corrupción, manipulación en las tasas interbancarias, generación de créditos sin base, sobresueldos, etc), no queda más que resetear todo el sistema y evitar que la economía siga su desplome. Amnesia colectiva

El documento se titula Financial and Sovereign Debt Crises: Some Lessons Learned and Those Forgotten Crisis financiera y deuda soberana: lecciones aprendidas del pasado – y lo que hemos olvidado, y pone énfasis en lo que hemos olvidado. El mantra de la amnesia colectiva en la historia de Europa y Estados Unidos los ha llevado a una negación de la realidad. Se negó la realidad de la crisis en 2007/2008 y se sigue negando con medidas de parche. Y cuando las economías se enfrentan a la deflación, a enormes burbujas en los activos bursátiles, a un desempleo que se mantiene inmutable, se requiere aplicar en los países avanzados políticas que sólo se habían visto en el Tercer Mundo.

El principal defecto de la política europea ha sido pensar que los impagos (default) sólo se veían en países como Argentina; o que la corrupción y los fiascos empresariales (como el reciente de Sacyr) era una marca registrada de los países bananeros. Pues bien, la corrupción de los mercados financieros europeos provocó una caída en el ranking de todos los países europeos por tanto el 2014 será el año de los grandes impagos europeos y de la quiebra de esos grandes elefantes que han crecido a la sombra de las castas políticas.

El documento de Reinhart y Rogoff señala que los países del euro están experimentando un shock en el mismo nivel que los países del Tercer Mundo, y que la magnitud del problema hace que sea muy dificil la salida: “La deuda soberana de los países desarrollados se acerca a niveles no vistos en 200 años”. Por eso no hay una salida facil y debe aplicarse una cirugía drástica: recortes en la deuda y masivas confiscaciones en los depósitos o la riqueza. En esto podrían apuntar de inmediato al listado de los hombres más ricos del mundo, dado que son los que más se han enriquecido con la crisis. Medidas radicales

Reinhart y Rogoff analizan las crisis del siglo pasado y muestran que las crisis de deuda siempre han terminado por la aplicación de cortes radicales. Que los políticos de ahora no quieran asumir esta realidad demuestra el estado de amnesia colectiva en el cual se pretende postergar hasta el infinito una amputación que cada día se hace más grande. Como hemos señalado en otros post, gran parte de esta dilación ha sido fruto de la Alemania de Angela Merkel, que ha privilegiado recuperar la salud de su propia banca a expensas del deterioro creciente de la periferia europea.

El documento hace un llamado a las autoridades europeas para mirar la crisis de frente. Los tecnócratas han fracasado y con ello todos los planes ideados por Angela Merkel a lo largo de seis años de crisis. Solo Alemania se ha beneficiado, pero la banca alemana sigue siendo la más apalancada del mundo, mientras los planes de austeridad solo han dilatado los problemas. Todo indica que habrá que aplicar la brutal receta que el FMI obligaba a aplicar a los países del Tercer Mundo: condonación de la deuda por parte de los acreedores, confiscación de depósitos; controles de capital al interior de la zona euro y otros mecanismos de represión financiera; y una mayor inflación para licuar los saldos de deuda.

Esta crisis demuestra que los años gloriosos del capitalismo fueron un fraude. Todo el llamado crecimiento fue vía deuda y no hubo un crecimiento real que garantizara el futuro. La ilusión se ha diluído y solo queda el auténtico cáncer de la crisis. Una crisis que se sigue expandiendo y dando cuenta que aún quedan muchos días difíciles por venir.

Marco Antonio Moreno – El Blog Salmón ⎮Terc3ra Información ⎮

miércoles, 1 de enero de 2014

REFLEXIÓN SOBRE LA CRISIS FINANCIERA MUNDIAL

La crisis económica mundial en curso llega después del quiebre de importantes bancos de Estados Unidos, cuyos negocios se extendían en todo el mundo. Varios estudiosos están hablando de un fenómeno muy grave, comparándolo a los acontecimientos de 1929; otros dicen que se trata del proceso final del capitalismo que no logra seguir su trayectoria; todos están de acuerdo que se precisarán muchos años para salir de este problema. Que la dificultad sea importante lo demuestran las medidas que están tomando los países más desarrollados del mundo en América y en Europa, hasta llegar a entregar a estos institutos miles de millones de dólares. Un editorial del "Osservatore Romano", el diario del Vaticano, ponía justamente en evidencia que las medidas que se están votando y tomando por los parlamentos del mundo para salvar a los bancos, nunca fueron pensadas para salvar la vida de millones de personas que viven por debajo del nivel de pobreza, en la miseria extrema: es decir que lo que se hace para salvar una institución símbolo de la riqueza, no se hace para los pobres cuya situación no es más un secreto para nadie.


Pocos hablan, sin embargo, de las causas de la crisis económica. En realidad, es una crisis financiera, que tiene que ver con el movimiento del dinero: la crisis económica (disminución de riqueza y disponibilidad de dinero, falta de lugares de trabajo, de nuevos emprendimientos…) será la consecuencia, en el caso que los gobiernos no lleguen a resolver el problema.

Es una crisis financiera consecuencia de la falla del sistema del crédito. Este sistema es lo que está en la base (para hacer ejemplos de la vida cotidiana) de las tarjetas que permiten a los trabajadores comprar con el sueldo que todavía no cobraron y de los préstamos que permiten comprar hoy lo que sería el fruto de meses de ahorro (sin considerar en este momento el desperdicio de materias primas que este estilo de vida implica, ya que en muchos casos lo que se compra resulta al final inútil). 
Pasa a menudo encontrar personas que al momento de cobrar el sueldo se quedan con muy poco dinero, porque lo demás ya está comprometido para pagar cuotas de distintos préstamos que le sirvieron para comprar una moto, para hacer una fiesta, para tomarse dos días de vacaciones o para comprarle el celular al hijo; al endeudado le quedan dos opciones: comer y no pagar las cuotas (por ejemplo perdiendo el empleo) o intentar otro préstamo que le permita pagar y comer, por un tiempito más (calesita). 
El mismo sistema se usó para construir casas que después se compran en cuotas de varias décadas. Los bancos se especializaron en prestar dinero por finalidades inmobiliarias. Pero cuando las sociedades inmobiliarias llegan a la condición del endeudado del que se habló, ahí explota la crisis actual. Lo que tratan de hacer los gobiernos es prestar más dinero a los bancos para que aguanten la falta de pagos de cuotas sin parar sus negocios: de otra forma se da el quiebre de bancos y negocios. 

Llama la atención el paralelismo entre lo cotidiano y el sistema mundial: en realidad la crisis encuentra sus orígenes en actitudes que normalmente se indican como malas a los niños: querer tal juguete enseguida; no saber esperar; llorar si no se consigue rápidamente lo deseado; no aguantar que falte lo que tiene el compañero; no aguantar las frustraciones. ¿Por qué sufrir si es tan sencillo conseguir el dinero prestado para realizar los sueños? Es decir que estamos hablando de una crisis moral, de interpretación y aceptación de la vida por lo que es y no por como se quiere vivirla. Capaz la mejor forma para contribuir a la solución de la crisis es preguntarse por qué tengo una deuda (si la tengo) o por qué he pensado en algún momento pedir un préstamo.

Francesco Bottacin

sábado, 21 de diciembre de 2013

CARTA A LAS IZQUIERDAS: ¿DEMOCRACIA O CAPITALISMO?

Al inicio del tercer milenio, las izquierdas se debaten entre dos desafíos principales: la relación entre democracia y capitalismo; y el crecimiento económico infinito (capitalista o socialista) como indicador básico de desarrollo y progreso. En este texto voy a centrarme en el primer desafío.

Contra lo que el sentido común de los últimos cincuenta años puede hacernos pensar, la relación entre democracia y capitalismo siempre fue una relación tensa, incluso de contradicción. Lo fue, ciertamente, en los países periféricos del sistema mundial, en lo que durante mucho tiempo se denominó Tercer Mundo y hoy se designa como Sur global. Pero también en los países centrales o desarrollados la misma tensión y contradicción estuvieron siempre presentes. Basta recordar los largos años de nazismo y fascismo.

Un análisis más detallado de las relaciones entre capitalismo y democracia obligaría a distinguir entre diferentes tipos de capitalismo y su dominio en distintos períodos y regiones del mundo, y entre diferentes tipos y grados de intensidad de la democracia. En estas líneas concibo al capitalismo bajo su forma general de modo de producción y hago referencia al tipo que ha dominado en las últimas décadas: el capitalismo financiero. En lo que respecta a la democracia, me centro en la democracia representativa tal como fue teorizada por el liberalismo.

El capitalismo sólo se siente seguro si es gobernado por quien tiene capital o se identifica con sus “necesidades”, mientras que la democracia es idealmente el gobierno de las mayorías que no tienen capital ni razones para identificarse con las “necesidades” del capitalismo, sino todo lo contrario. El conflicto es, en el fondo, un conflicto de clases, pues las clases que se identifican con las necesidades del capitalismo (básicamente, la burguesía) son minoritarias en relación con las clases que tienen otros intereses, cuya satisfacción colisiona con las necesidades del capitalismo (clases medias, trabajadores y clases populares en general). Al ser un conflicto de clases, se presenta social y políticamente como un conflicto distributivo: por un lado, la pulsión por la acumulación y la concentración de riqueza por parte de los capitalistas, y, por otro, la reivindicación de la redistribución de la riqueza generada en gran parte por los trabajadores y sus familias. La burguesía siempre ha tenido pavor a que las mayorías pobres tomen el poder y ha usado el poder político que le concedieron las revoluciones del siglo XIX para impedir que eso ocurra. Ha concebido la democracia liberal como el modo de garantizar eso mismo a través de medidas que cambiaron en el tiempo, pero mantuvieron su objetivo: restricciones al sufragio, primacía absoluta del derecho de propiedad individual, sistema político y electoral con múltiples válvulas de seguridad, represión violenta de la actividad política fuera de las instituciones, corrupción de los políticos, legalización del lobby… Y siempre que la democracia se mostró disfuncional, se mantuvo abierta la posibilidad del recurso a la dictadura, algo que sucedió muchas veces.


Después de la Segunda Guerra Mundial, muy pocos países tenían democracia, vastas regiones del mundo estaban sometidas al colonialismo europeo, que servía para consolidar el capitalismo euro-norteamericano, Europa estaba devastada por una guerra que había sido provocada por la supremacía alemana, y en el Este se consolidaba el régimen comunista, que aparecía como alternativa al capitalismo y a la democracia liberal. En este contexto surgió en la Europa más desarrollada el llamado capitalismo democrático, un sistema de economía política basado en la idea de que, para ser compatible con la democracia, el capitalismo debería ser fuertemente regulado, lo que implicaba la nacionalización de sectores clave de la economía, un sistema tributario progresivo, la imposición de las negociaciones colectivas e incluso, como sucedió en la Alemania Occidental de la época, la participación de los trabajadores en la gestión de empresas. En el plano científico, Keynes representaba entonces la ortodoxia económica y Hayek, la disidencia. En el plano político, los derechos económicos y sociales (derechos al trabajo, la educación, la salud y la seguridad social, garantizados por el Estado) habían sido el instrumento privilegiado para estabilizar las expectativas de los ciudadanos y para enfrentar las fluctuaciones constantes e imprevisibles de las “señales de los mercados”. Este cambio alteraba los términos del conflicto distributivo, pero no lo eliminaba. Por el contrario, tenía todas las condiciones para instigarlo después de que el crecimiento económico de las tres décadas siguientes se atenuara. Y así sucedió.

Desde 1970, los Estados centrales han estado manejando el conflicto entre las exigencias de los ciudadanos y las exigencias del capital mediante el recurso a un conjunto de soluciones que gradualmente fueron dando más poder al capital. Primero fue la inflación (1970-1980); después, la lucha contra la inflación, acompañada del aumento del desempleo y del ataque al poder de los sindicatos (desde 1980), una medida complementada con el endeudamiento del Estado como resultado de la lucha del capital contra los impuestos, del estancamiento económico y del aumento de los gastos sociales originados en el aumento del desempleo (desde mediados de 1980), y luego con el endeudamiento de las familias, seducidas por las facilidades de crédito concedidas por un sector financiero finalmente libre de regulaciones estatales, para eludir el colapso de las expectativas respecto del consumo, la educación y la vivienda (desde mediados de 1990).

Hasta que la ingeniería de las soluciones ficticias llegó a su fin con la crisis de 2008 y se volvió claro quién había ganado en el conflicto distributivo: el capital. La prueba fue la conversión de la deuda privada en deuda pública, el incremento de las desigualdades sociales y el asalto final a las expectativas de una vida digna de las mayorías (los trabajadores, los jubilados, los desempleados, los inmigrantes, los jóvenes en busca de empleo) para garantizar las expectativas de rentabilidad de la minoría (el capital financiero y sus agentes). La democracia perdió la batalla y sólo evitará ser derrotada en la guerra si las mayorías pierden el miedo, se rebelan dentro y fuera de las instituciones y fuerzan al capital a volver a tener miedo, como sucedió hace sesenta años.

En los países del Sur global que disponen de recursos naturales, la situación es, por ahora, diferente. En algunos casos, por ejemplo en varios países de América Latina, hasta puede decirse que la democracia se está imponiendo en el duelo con el capitalismo, y no es por casualidad que en países como Venezuela y Ecuador se comenzó a discutir el tema del socialismo del siglo XXI, aunque la realidad esté lejos de los discursos. Hay muchas razones detrás, pero tal vez la principal haya sido la conversión de China al neoliberalismo, lo que provocó, sobre todo a partir de la primera década del siglo XXI, una nueva carrera por los recursos naturales. El capital financiero encontró ahí y en la especulación con productos alimentarios una fuente extraordinaria de rentabilidad. Esto permitió que los gobiernos progresistas -llegados al poder como consecuencia de las luchas y los movimientos sociales de las décadas anteriores- pudieran desarrollar una redistribución de la riqueza muy significativa y, en algunos países, sin precedentes. Por esta vía, la democracia ganó nueva legitimidad en el imaginario popular. Sin embargo, por su propia naturaleza, la redistribución de la riqueza no puso en cuestión el modelo de acumulación basado en la explotación intensiva de los recursos naturales y, en cambio, la intensificó. Esto estuvo en el origen de conflictos -que se han ido agravando- con los grupos sociales ligados a la tierra y a los territorios donde se encuentran los recursos naturales, los pueblos indígenas y los campesinos.

En los países del Sur global con recursos naturales pero sin una democracia digna de ese nombre, el boom de los recursos no trajo ningún impulso a la democracia, pese a que, en teoría, condiciones más propicias para una resolución del conflicto distributivo deberían facilitar la solución democrática y viceversa. La verdad es que el capitalismo extractivista obtiene mejores condiciones de rentabilidad en sistemas políticos dictatoriales o con democracias de bajísima intensidad (sistemas casi de partido único), donde es más fácil corromper a las élites, a través de su involucramiento en la privatización de concesiones y las rentas del extractivismo. No es de esperar ninguna profesión de fe en la democracia por parte del capitalismo extractivista, incluso porque, siendo global, no reconoce problemas de legitimidad política. Por su parte, la reivindicación de la redistribución de la riqueza por parte de las mayorías no llega a ser oída por falta de canales democráticos y por no contar con la solidaridad de las reducidas clases medias urbanas que reciben las migajas del rendimiento extractivista. Las poblaciones más directamente afectadas por el extractivismo son los indígenas y campesinos, en cuyas tierras están los yacimientos mineros o donde se pretende instalar la nueva economía agroindustrial. Son expulsados de sus tierras y sometidos al exilio interno. Siempre que se resisten son violentamente reprimidos y su resistencia es tratada como un caso policial. En estos países, el conflicto distributivo no llega siquiera a existir como problema político.

De este análisis se concluye que la actual puesta en cuestión del futuro de la democracia en Europa del sur es la manifestación de un problema mucho más vasto que está aflorando en diferentes formas en varias regiones del mundo. Pero, así formulado, el problema puede ocultar una incertidumbre mucho mayor que la que expresa. No se trata sólo de cuestionar el futuro de la democracia. Se trata, también, de cuestionar la democracia del futuro. La democracia liberal fue históricamente derrotada por el capitalismo y no parece que la derrota sea reversible. Por eso, no hay que tener esperanzas de que el capitalismo vuelva a tenerle miedo a la democracia liberal, si alguna vez lo tuvo. La democracia liberal sobrevivirá en la medida en que el capitalismo global se pueda servir de ella. La lucha de quienes ven en la derrota de la democracia liberal la emergencia de un mundo repugnantemente injusto y descontroladamente violento debe centrarse en buscar una concepción de la democracia más robusta, cuya marca genética sea el anticapitalismo. Tras un siglo de luchas populares que hicieron entrar el ideal democrático en el imaginario de la emancipación social, sería un grave error político desperdiciar esa experiencia y asumir que la lucha anticapitalista debe ser también una lucha antidemocrática. Por el contrario, es preciso convertir el ideal democrático en una realidad radical que no se rinda ante el capitalismo. Y como el capitalismo no ejerce su dominio sino sirviéndose de otras formas de opresión, principalmente del colonialismo y el patriarcado, esta democracia radical, además de anticapitalista, debe ser también anticolonialista y antipatriarcal. Puede llamarse revolución democrática o democracia revolucionaria -el nombre poco importa-, pero debe ser necesariamente una democracia posliberal, que no puede perder sus atributos para acomodarse a las exigencias del capitalismo. Al contrario, debe basarse en dos principios: la profundización de la democracia sólo es posible a costa del capitalismo; y en caso de conflicto entre capitalismo y democracia, debe prevalecer la democracia real.

Boaventura de Sousa Santos – Público.es

domingo, 1 de diciembre de 2013

EL DESARROLLO ECONOMICO ESTA LLEVANDO A LA DESTRUCCION DE LA NATURALEZA Y LA VIDA

La obsesión por el crecimiento económico ha eclipsado la preocupación por la sostenibilidad, la justicia y la dignidad humana. Las personas no son desechables y el valor de la vida debe situarse fuera de este 'desarrollo', opinan algunos filósofos. 


"El crecimiento económico sin límites es sueño de economistas, empresarios y políticos, visto como una medida del progreso, pero que eclipsa la pobreza generada a través de la destrucción de la naturaleza, que a su vez conduce a la aparición de naciones incapaces de valerse por sí mismas", opina la filósofa y escritora india Vandana Shiva en un artículo del diario británico 'The Guardian'. Según Vandana, el concepto de crecimiento económico apareció durante la Segunda Guerra Mundial como una medida para movilizar recursos. "El producto interno bruto se basa en la creación de una frontera ficticia, en el supuesto de que si produces tanto como lo que consumes, entonces no produces. En efecto, este 'crecimiento' mide la rapidez de la conversión de la naturaleza en dinero y los bienes comunes en materia prima", explica Shiva. En este contexto, los ciclos naturales como "la renovación del agua y alimentos que produce la naturaleza" no entran en la categoría productiva de este concepto. 

"Un bosque vivo ha dejado de contribuir al desarrollo de la economía, pero si los árboles son talados y vendidos como madera nuestra economía va a crecer. Una sociedad saludable no contribuye al crecimiento, pero las enfermedades generan crecimiento a través de, por ejemplo, la venta de medicamentos patentados", continúa.

El agua es un bien común que pertenece a todos por igual para garantizar las necesidades de todas las personas. "Sin embargo, no genera crecimiento económico. Pero cuando la multinacional Coca-Cola construye fábricas, y empieza a bombear el líquido vital de las profundidades de la tierra para meterlo en las botellas, entonces sí hay un crecimiento económico", critica Vandana. "La evolución nos ha dotado de semillas. Los agricultores las han seleccionado y cruzado creando una diversificación que es la base de nuestra producción alimentaria. Pero estas semillas, que dan y renuevan la vida, que son cultivadas y almacenadas por los agricultores para la siembra no contribuyen al crecimiento de la economía. El crecimiento económico empieza cuando las compañías modifican las semillas y las patentan introduciendo cerraduras genéticas, obligando a los agricultores a comprarlas cada temporada de siembra", agrega. Sin embargo, este crecimiento se basa en la generación de más pobreza, tanto para la naturaleza como para las comunidades locales, expone la filósofa, quien señala que la biodiversidad se está destruyendo y los recursos naturales de todos y de libre acceso se han convertido en materias primas patentadas. De igual manera la pobreza sigue ampliando sus fronteras con la privatización de los sistemas públicos, se expone también en el artículo. 

"La privatización del agua, electricidad, salud y la educación conducen al crecimiento económico, ya que crecen los ingresos de los empresarios. Pero también genera pobreza, obligando a la gente a gastar grandes cantidades de dinero en algo que debería estar disponible para todos a precios asequibles", censuró Shiva. "Cuando todos los aspectos de la vida son comercializados y mercantilizados, la vida se vuelve más cara y la gente más pobre. Algo que no es sostenible e injusto económicamente", finalizó la escritora india. 

RT

sábado, 5 de octubre de 2013

LO QUE DE VERDAD NOS DEJA EL CAPITALISMO

Nos ha dejado una crisis global económica, financiera, social y moral como nunca se ha visto. Y la destrucción del llamado estado de bienestar que, sin ser como para lanzar cohetes, era lo más próximo a un estado social que redistribuyera con alguna justicia parte de la riqueza. Una democracia vacía. Junto a la mayor violación sistemática conocida de derechos humanos.

Casper Gutman, personaje de la novela El halcón maltés, de Dashiell Hammet, es un gángster de modales exquisitos, capaz de incitar al asesinato para conseguir una valiosísima estatua de un halcón esculpido en oro y piedras preciosas. Cuando un detective privado le pregunta qué derecho tiene sobre esa joya, Gutman responde: “Un objeto de tal valor pertenece indudablemente a quien lo coja”.

La inmoralidad de la respuesta coincide con la de la minoría que controla la economía. Lo que buscan es quedarse con todo y, para lograrlo, en los 80 tuvieron la desfachatez de pretender que no había alternativa al capitalismo, cuyo triunfo sobre el comunismo prometía estabilidad y desarrollo sin fin. Treinta años después sabemos que es falso y sabemos también lo que nos ha dejado en verdad el capitalismo realmente existente.

Nos ha dejado una crisis global económica, financiera, social y moral como nunca se ha visto. Y la destrucción del llamado estado de bienestar que, sin ser como para lanzar cohetes, era lo más próximo a un estado social que redistribuyera con alguna justicia parte de la riqueza.

El capitalismo nos deja la existencia impune de los paraísos fiscales. Perversa realidad, pues la evasión de impuestos masiva (imposible sin paraísos fiscales) reduce en los países pobres o empobrecidos del 30 al 40% de ingresos del Estado. Por lo mismo, la Unión Europea deja de ingresar anualmente 200.000 millones de euros y Estados Unidos 100.000 millones de dólares. Mientras el terrorismo mueve impunemente 500.000 millones de dólares que le permiten perpetrar violencias y crímenes, en tanto que el crimen organizado lava su dinero negro. Gracias a los paraísos....


Nos deja también este capitalismo realmente existente el hambre con visos de ser crónico. En 2007 solo especulaban en el mercado de derivados de alimentos básicos 13.000 millones de dólares, pero en 2008 ya lo hacían 320.000 millones de dólares, que contribuyen a subir indecentemente los precios de alimentos esenciales. Olivier de Schutter, relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, acusa directamente a los especuladores financieros de ser responsables de que no se acabe el hambre.

El capitalismo realmente existente nos deja el asalto sistemático a las tierras fértiles de África, América Latina y Asia por poderosos grupos capitalistas para producir de modo intensivo, para exportar. Así expulsan al campesinado local que aseguraba cierta soberanía alimenticia en esos lugares.
Nos deja por tanto el capitalismo, como denuncia Ziegler, estructuras económicas criminales que fabrican la masacre cotidiana del hambre; principal causa de muerte, más que guerras, enfermedades cardiovasculares o cáncer.

Este capitalismo realmente existente nos deja la arremetida contra el agua, pues se la quieren apropiar, y por cuyo derecho y uso hay que luchar ya con uñas y dientes.
Y nos deja una letal desigualdad creciente. Según Credit Suisse (nada sospechoso de izquierdismo), un muy minoritario 10% de población mundial posee el 85% de la riqueza del planeta y, un aún más reducido 1% de la población mundial es dueño del 43 % de la riqueza.

Finalmente nos deja el capitalismo un decorado de democracia. Una democracia vacía. Junto a la mayor violación sistemática conocida de derechos humanos.
Un legado a beneficio, honra y gloria de la minoría rica. De los llamados mercados, que no son anónimos sino la minoría misma. En realidad, unos 700 bancos, compañías de seguros y corporaciones industriales que controlan 43.000 empresas multinacionales, según han demostrado Stefano Battiston, James Glattfelder y Stefania Vitali. El 0,1%.

John Houston retrató el talante de la minoría rica en el filme Cayo Largo. En un hotel coinciden un soldado, que vuelve a casa tras la guerra mundial, y Johnny Rocco, gángster deportado que vuelve a Estados Unidos clandestinamente para un negocio sucio. La proximidad de un huracán pone nerviosa a la gente y, en un enfrentamiento entre el gángster y el dueño del hotel, el soldado intenta pacificar con la pregunta, ¿qué quiere Rocco? Y él mismo responde: Quiere más. Rocco confirma: Eso es, quiero más. El soldado pregunta de nuevo: “¿alguna vez Rocco tendrá bastante?” Y contesta Rocco: “Nunca tengo bastante”.

Es lo que ocurre con quienes se apropian de la riqueza del mundo. Quieren más y nunca tienen bastante. Pero no podemos permitírselo. Porque nos va la vida, la justicia y la dignidad en ello.

Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor
Twitter: @xcanotamayo

martes, 1 de octubre de 2013

CAPITALISMO Y RELIGIÓN, LA SABIDURÍA DE LA EXPLOTACIÓN

Capitalismo y religión caminan de la mano, el Estado también, si algo llama poderosamente la atención de sus Ideólogos es su autodenominacion de sabios y expertos en todas y cada una de la materias que tratan, de tal forma que imparten doctrina como las religiones desde la infalibilidad de sus análisis y propuestas y la indiscutibilidad y unicidad de sus soluciones, que sin embargo la realidad demuestra cada día lo contrario, el fracaso, la ignorancia, la inutilidad, la ineficicacia, ineptitud, injusticia y sufrimiento para el conjunto de la sociedad.




La reciente propuesta capitalista y gubernamental de recorte de las pensiones junio de 2013 en España, y disminuciones salariales y más despidos junio de 2013 Fondo Monetario Internacional (FMI), está avalada por los expertos ideólogos de la doctrina capitalista, catedráticos universitarios y altos relumbrones de la política (PP y PSOE) y del sindicalismo político (CCOO y UGT), que bajo la aureola de las soluciones técnicas, ahondan en la injusta distribución de la riqueza, robando a los pobres y dándoselo a los ricos. El número de ricos en 2012 en el mundo ha aumentado un 9,2 % hasta alcanzar los 12 millones de personas y 34,4 billones de euros, en España 144 mil personas, Informe anual de la riqueza en el mundo, en un acto infame de una canalla humana inefable e innombrable.
Sabios tiene la Iglesia, y sabios tiene el Capitalismo y el Estado, sabiduría aplicada a la injusticia y la explotación de los trabajadores, reducciones salariales y pensiones, aumento del paro en millones, miles de desahucios, supresión de derechos en vivienda, educación, sanidad y prestaciones sociales, tanta sabiduría al servicio de tanta injusticia y maldad.

La historia del mundo es la historia de la lucha de la  humanidad contra esta sabiduría de los sabios de la inmoralidad y la injusticia, de la aberración del poder y de las clases sociales, del sufrimiento humano. La sabiduría de los sabios del capitalismo, del estado y de la religión es la mayor ignorancia sobre todas las materias, es la contranatura de las cosas y los sentimientos, es la alienación de unos sujetos ungidos por el odio y el desprecio a los seres humanos, a nosotros, los trabajadores, la sociedad.

Sabios de la explotación y del poder que nadan en la corrupción, el robo, el crimen, el asesinato de estado y en la indecencia, en la mentira, la hipocresía y el cinismo, que exigen a los demás lo contrario que piden para ellos: recortes salariales mientras ellos reciben sobresueldos, dobles y triples retribuciones incompatibles por ley para el resto de la población.

Sabios defensores de organizaciones parasitarias y criminales como las iglesias y ejércitos, bancos y empresas, que consumen miles de millones de euros de riqueza social robada a la sociedad.
La sabiduría de los sabios y expertos de la sociedad es otra: es la consideración de la igualdad del ser humano y el reparto de la riqueza y del trabajo para todos por igual, la consideración ética del ser humano del derecho a la vida y a disfrutarla en una economía social, llamada economía anarquista, economía orientada a producir para la satisfacción de todas las necesidades humanas, aportando cada uno según sus posibilidades y recibiendo cada uno según sus necesidades, es la autogestión de la economía y de la vida.
José Luis Velasco