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sábado, 15 de noviembre de 2014

REFLEXIONES SOBRE EL PROCESO INDEPENDENTISTA EN CATALUNYA

La democràcia està al servei dels que tenen els diners, un nou Estat català estarà al servei dels que tenen els diners aquí. La nostra opció, és la independència i l’autonomia, el comunisme llibertari i la lliure federació, la llibertat al cap i a la fi. Aquesta llibertat, no només passa per l’aspecte cultural, també passa per lliurar-nos de la desigualtat econòmica i de gènere, per imaginar una economia on no existeixi el benefici sinó la satisfacció de les necessitats de la gent. Aquesta llibertat no és compatible amb cap estat, amb cap parlament ni amb cap referèndum per instaurar qualsevol dels anteriors. Per arribar a això hem de ser conscients de que encara que vulguem votar i expressar el que sentim, la llibertat mai s’ha demanat, la llibertat es pren. Aquesta llibertat, molt més profunda, és la que portem dins des de fa segles. La independència de Catalunya, o la d’Aragó o la de Galícia passa irremeiablement per la revolució social i l’autoorganització del poble. Per arribar a això no hi ha dreceres, el camí és llarg i només n’hi ha un: la lluita constant i diària als nostres pobles, barris, centres de treball, instituts o universitats. La resta són miratges en el desert.

La democracia está al servicio de los que tienen el dinero, un nuevo Estado catalán estará al servicio de los que tienen el dinero aquí. Nuestra opción, es la independencia y la autonomía, el comunismo libertario y la libre federación, la libertad al fin y al cabo. Esta libertad, no sólo pasa por el aspecto cultural, también pasa por librarnos de la desigualdad económica y de género, para imaginar una economía donde no exista el beneficio sino la satisfacción de las necesidades de la gente. Esta libertad no es compatible con ningún estado, con ningún parlamento ni con ningún referéndum para instaurar cualquiera de los anteriores. Para llegar a esto debemos ser conscientes de que aunque queramos votar y expresar lo que sentimos, la libertad nunca se ha pedido, la libertad se toma. Esta libertad, mucho más profunda, es la que llevamos dentro desde hace siglos. La independencia de Cataluña, o la de Aragón o la de Galicia pasa irremediablemente por la revolución social y la autoorganización del pueblo. Para llegar a esto no hay atajos, el camino es largo y sólo hay uno: la lucha constante y diaria en nuestros pueblos, barrios, centros de trabajo, institutos o universidades. El resto son espejismos en el desierto.

Ilustración: Josep Pla Narbona

sábado, 14 de junio de 2014

LA COMUNA Y LA DEMOCRACIA

La Comuna nació porque se daban las condiciones objetivas. Las aventuras imperiales del Segundo Imperio francés (1852-1870) se zanjaron con fracasos, pobreza y represión. La necesidad de abrir la mano hizo que prosperara una oposición republicana y el naciente movimiento obrero pudo desarrollar su fuerza histórica. No fue menor la importancia de las reformas de París, que al lado de mejoras urbanas buscaban terminar con la posibilidad de hacer una barricadas de cada pequeña callejuela. De esta manera, se abrieron las avenidas a los cañones y las cargas de caballería y, al tiempo, se expulsó a los sectores populares que perdieron sus casas y vieron como los alquileres se multiplicaban por culpa de una creciente especulación.

El desarrollo tecnológico devoró a los artesanos y los grandes almacenes arruinaron a los pequeños comerciantes. Fue un momento histórico donde las desigualdades se exacerbaron. Los ya ricos aumentaban su hacienda y los trabajadores se veían abocados a condiciones de vida y laborales cada vez más penosas que les llevaba necesariamente a asociarse. La memoria histórica fue también esencial...



El recuerdo de la represión de 1848 había hecho a los trabajadores más conscientes y descreídos de la institucionalidad republicana (y, por consiguiente, más predispuestos a buscar su propia lucha). Es el momento de encuentro de la tradición socialista utópica, de un muy presente anarquismo (Proudhom, Blanqui), de la ayuda mutua y del acceso revolucionario al poder. El momento en donde la Comuna escogió como símbolo de su lucha la bandera roja (que ondearía en la sede de Gobierno). Una Comuna que también -algo ausente en España por la ausente construcción de una nación federal- era patriota, pues los sectores populares sintieron como una afrenta que las tropas prusianas desfilaran por los Campos Elíseos para ejemplificar su victoria en la guerra. En el aire se estaba gestando la necesidad de un cambio revolucionario.

Además de la discusión acerca de las condiciones objetivas (recordemos que Marx pensó que la Comuna se precipitaba, especialmente al estar Francia en lucha y París cercada por las tropas prusianas), otro de los grandes debates fue el de la dictadura del proletariado. Que no significa violencia (aunque la Comuna ejecutó a rehenes de la alta jerarquía eclesiástica, militar, empresarial y aristocrática cuando Versalles hizo lo mismo con comuneros presos), sino desterrar la ingenuidad frente al enemigo. Cuando se está intentando cambiar el régimen ¿hay que darles oxígeno a los que quieren frenar los cambios? ¿Podía derrotarse al antiguo régimen represor dejándoles intactos sus órganos de influencia y de financiación? Parece evidente que por no llevar la insurrección a sus últimas consecuencias, la Comuna selló su ya desde el principio amenazada suerte.

Sin embargo, la Comuna había nacido de un acto de fuerza contra el corazón del Estado (el ejército). Versalles, derrotada por Bismarck, quiso recuperar los cañones que tenía en su poder la Guardia Nacional (conformada por sectores populares que elegían a sus propios oficiales). Un grupo de mujeres impidió el traslado y los soldados enviados a reprimir se unieron a los insurgentes. Luego se tomaron los centros de poder y la rebelión triunfó.

El poder financiero

Pero los que querían regresar al régimen de Versalles pudieron seguir operando. Y el enemigo no era ingenuo. Una controvertida decisión de la Comuna fue convocar elecciones para legitimar la insurrección (en vez de avanzar con la ofensiva militar). Pero París no era Francia ni la ciudad era el campo. Ni siquiera París era París porque en los burgueses barrios del oeste no se apoyaba el levantamiento. Que no se nacionalizara el Banco de Francia (una queja amarga de Marx) dejó intacto el poder financiero del gobierno de Thiers y hurtó una herramienta que habría servido para consolidar las comunas que estaban surgiendo en otras ciudades de Francia.

Versalles ganó el tiempo que necesitaba para organizar un poderoso ejército. ¿Fue un error querer legitimar la insurrección por las urnas? Bismarck, que acababa de derrotar a los franceses, viendo el poder de los insurrectos liberó a los prisioneros en su poder para que combatieran a los comunards. Para la burguesía alemana era más peligroso el contagio revolucionario que la lucha entre estados. El enemigo de la burguesía alemana no era la burguesía francesa sino los trabajadores. Esos soldados franceses liberados, campesinos conservadores envenenados de propaganda, descargaron su odio sobre París. Los prusianos ayudaron en la matanza sin mayor problema.

Los comuneros eran también una expresión del nacimiento de la clase obrera (que aún no tenía los contornos que alcanzaría en el siglo XX) y del empobrecimiento de los artesanos tradicionales. En la expresión de Rougerie recogida por Roberto Cemeamos, la Comuna era crepúsculo y no aurora. Pero marcaron aspectos que aún a día de hoy forman parte de las demandas de la democracia ausente en el siglo XXI.

La lista de los logros de la Comuna, que marcan una senda de futuro democrático, es espectacular: el pueblo en armas (todos los ciudadanos debían formar parte de la Guardia Nacional) que no delega en nadie la defensa de su poder constituyente; el revocatorio de los mandatos, enemigo principal de la democracia representativa (presente en el artículo 67.2 de la Constitución Española) y la limitación de los sueldos de los representantes; la memoria y el castigo a los represores del pueblo (el general Lecomte, que había mandado disparar contra la gente que impedía que se llevaran los cañones en Montmartre, fue fusilado junto a otros criminales en Montmartre); la importancia de la intendencia cotidiana durante y después de la revolución (vivienda -con confiscación de inmuebles y condonación de deudas por alquileres-, asilos, hospitales, comedores populares, mercados y abastos, mataderos, cooperativas de consumo, hornos de pan económicos, elección por sufragio universal -masculino- de todos los funcionarios; el federalismo y la municipalidad como gestión descentralizada; lucha contra la corrupción y la especulación; establecimiento de bases de igualdad en la aplicación de la justicia; iguales derechos a los extranjeros; autogestión de los trabajadores y dignidad del trabajo; reducción decidida de las desigualdades de género; recaudación eficaz y progresiva de impuestos; apuesta decidida por la educación, la cultura y el acceso popular a las mismas (se inventaron las noches blancas y se abrieron las escuelas); separación de iglesia y estado y expropiación de los bienes eclesiásticos. Y recuperación de la memoria histórica.

Los masacraron. Quizá 20.000 muertos. De una fila de communards detenidos, un general a caballo mandó sacar a los que tuvieran el pelo gris. Los fusiló allí mismo. Dijo que eran, por edad, los que recordaban los levantamientos de 1848. El antiguo régimen parece que suele tener siempre más memoria que nosotros.

jueves, 1 de mayo de 2014

LA REVOLUCIÓN LIBERTARIA

"De 1936 a 1939 tuvo lugar en España —escribe el autor— no sólo una guerra civil sino también una revolución social. Y fue mucho más que un corto verano de la anarquía, según dio a entender Hans Magnus Enzensberger con el poético título de su libro sobre España, en conjunto positivo para los anarquistas. Duró, lo mismo que la propia guerra, casi tres años largos, dramáticos y despiadados. Esta revolución, que en su hora conmovió y dividió hondamente al mundo, ha caído en gran medida en el olvido, a pesar de que sobre la Guerra Civil española se han publicado más libros que sobre la Segunda Guerra Mundial. Por lo que a mí respecta, no la he olvidado. Al contrario: cuánto más pasan los años, tanto más consciente soy de su singular trascendencia, y también, naturalmente, de su carácter trágico".



Heleno Saña nació en Barcelona en 1930 y reside desde 1959 en Alemania, país del que procede su esposa. Aparte de su copiosa labor como colaborador de numerosas publicaciones españolas y extranjeras, es autor de alrededor de 40 libros, más de un tercio en lengua alemana. Su obra como teórico social, filósofo e historiador abarca un amplio espectro temático, y su preocupación central ha sido la confrontación con todas las formas de opresión, alienación y deshumanización engendradas por las ideologías dominantes. O como escribía él mismo en uno de sus libros alemanes: "No me hice escritor para lustrar las botas de los poderosos". Como ha reconocido en general la crítica tanto española como alemana, la obra de Heleno Saña se distingue por su insobornable independencia, su amor a la verdad, su rigor intelectual, su claridad expositiva y la garra de su estilo, atributos presentes en este libro.

"La revolución libertaria" fue publicada en alemán en 2001 por la editorial Nautilus de Hamburgo. La edición en español lleva un apéndice no incluido en la edición alemana: "Filosofía del anarquismo español".

"En realidad, lo que se había producido en España no era sólo una guerra civil, sino el inicio de una revolución." George Orwell, Homenaje a Cataluña 
«En los campos de batalla y exterminio de la Guerra Civil española se luchó por última vez por la libertad, la solidaridad y la humanidad en sentido revolucionario: todavía hoy hay canciones que se cantaron para y en esta guerra, que, para la generación actual, es el único resplandor todavía vivo de una revolución posible.» Herbert Marcuse, 1968 
«El modelo de Heleno Saña es el del caballero español Don Quijote, que, en su opinión, no era ningún loco, sino un revolucionario que se irritaba contra el racionalismo utilitario de la burguesía.» Peter Grube, Die SEIT 
"Un ejemplo de revolución anarquista a gran escala —en realidad, el mejor ejemplo que conozco— es el de la Revolución española de 1936, durante la cual se implantó en la mayor parte de la España republicana una revolución anarquista sumamente ejemplar." Noam Chomsky, Sobre el anarquismo

"En 1936, el anarquismo puso realmente en marcha una revolución social y el proyecto más progresista de poder proletario que haya existido jamás." Guy Debord, La sociedad del espectáculo

sábado, 5 de abril de 2014

EINSTEIN, BARCELONA I ANARQUISME : 1923

Albert Einstein visità Catalunya entre els dies 22 de febrer i 1 de març de 1923, convidat per la Mancomunitat de Catalunya i l’Institut d’Estudis Catalans per impartir un curs. En aquest article resumirem els fets més rellevants de la seva visita a Barcelona i ens centrarem en un que va tenir lloc el dia 27 de febrer: l’entrevista d’Albert Einstein amb Àngel Pestaña i altres dirigents anarquistes...

Albert Einstein a l’Espluga de Francolí (Tarragona), el 25 de febrer de 1923

sábado, 1 de marzo de 2014

EL ESTADO Y EL ANARQUISMO MODERNO

Tal vez desde Platón, se ha intentado definir la esencia y la misión del Estado con respecto al individuo y a la sociedad. En la Antigüedad, la discusión sobre esta instancia política se refería a la mejor organización de la sociedad, ya que se trataba de un caso particular del problema más general de la justicia; en los escritos platónicos y aristotélicos se recogen los temas que ya habían puesto en circulación los sofistas, se habla del Estado como la mejor forma de articulación de los individuos y de las clases para realizar la justicia, dando a cada uno lo que de derecho le pertenece. Platón y Aristóteles se opusieron a algunos sofistas, los cuales consideraban que el Estado no se fundaba en la justicia, sino en el interés del más fuerte. En esos sofistas, podemos encontrar antecedentes de las teorías modernas del maquiavelismo, del contrato social o incluso del totalitarismo: el Estado se halla ligado básicamente al poder.


En la Antigua Grecia, se discutió ampliamente sobre la mejor "constitución política", es decir sobre los diferentes tipos de Estado (timocracia, oligarquía, democracia, aristocracia, tiranía...) y tanto Platón como Aristóteles trataron de hallar el fundamento de la legitimidad del poder en el Estado, en un tipo de constitución que estuviera igualmente distante de la anarquía y de la oligarquía. El gobierno de unos pocos no era necesariamente oligárquico, ya que no está fundado en los intereses particulares de una minoría sino en los del Estado (entendiendo éste como articulación en aras de la justicia)..

sábado, 2 de noviembre de 2013

INTRODUCCION AL ANARQUISMO

El anarquismo es una ideología política basada principalmente en la libertad colectiva e individual. El anarquismo se opone a la coerción y las jerarquías en todos las esferas de la sociedad, al capitalismo, al estado, y todo tipo de organizaciones y relaciones autoritarias. La propuesta del anarquismo es una revolución socialista y libertaria desde abajo, que construya una sociedad basada en la cooperación, la democracia directa, la igualdad social y económica, la autogestión y el federalismo.


Históricamente, el anarquismo nace, en la segunda mitad del siglo XIX, con la tendencia anti-autoritaria de la Primera Internacional (Asociación Internacional de Trabajadores), que fuera eventualmente expulsada de esta por los comunistas autoritarios, liderados por Marx. Los principales teóricos del anarquismo fueron Mijaíl Bakunin y Pedro Kropotkin, quienes se inspiraron especialmente de las teorías de Pierre Proudhon.

Su origen socialista, en el seno de la clase trabajadora, no debe ser confundido con el comunismo “autoritario” de Marx. Los mayoría de anarquistas son comunistas, pero comunistas anarquistas o comunistas libertarios. La diferencia consiste en que los comunistas autoritarios creen necesario un periodo de transición: la instauración de una “dictadura del proletariado” que centralice toda la producción económica y todos los aspectos de la sociedad en un estado altamente burocrático, dejando así de lado el comunismo verdadero para un futuro incierto, mientras que los anarquistas piensan que el problema no es simplemente quien tiene el poder del estado, sino el poder mismo en todos sus aspectos, y, por ende, no se puede destruir al estado fortificándolo.

El anarquismo ha sido calumniado, censurado, ignorado, vilipendiado por los marxistas, tanto como por los capitalistas. El periodo de “propaganda por el hecho” (cuando algunos anarquistas decidieron utilizar atentados violentos para acelerar procesos revolucionarios inefectivamente) contribuyó a la imagen del anarquista tira-bomba, pero ante todo fue el apagón mediático y el desconocimiento de las propuestas constructivas del anarquismo que incitaron su desprestigio, así como, en un menor grado, la ambivalencia epistemológica de la palabra “anarquía.”...