Mostrando entradas con la etiqueta democracia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta democracia. Mostrar todas las entradas

viernes, 1 de septiembre de 2017

LOS INFORMES RESERVADOS SOBRE LA ESPAÑA GRIS DE LOS SETENTA

La CIA colgó un gran número de documentos desclasificados de la base de datos CREST (CIA Records Search Toll) en su página web. Una orden ejecutiva del presidente Bill Clinton en 1995 obligó a que los documentos con al menos 25 años de antigüedad y valor histórico fuesen publicados...


domingo, 16 de abril de 2017

LA FUNDACIÓN ALEMANA QUE PUSO EN EL PODER A FELIPE GONZÁLEZ

Durante los años de la Transición, una organización vinculada al socialismo alemán se encargó de financiar y organizar a los miembros del PSOE para frenar el avance del PCE..

Felipe González, fotografiado en el Congreso el 13 de junio de 1977, el primero celebrado desde la reinstauración de la democracia. (Christine Spengler/Sygma/Corbis)

domingo, 9 de noviembre de 2014

PODEMOS : ANATOMÍA DEL ENTUSIASMO EN ESPAÑA

Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. Esta frase extraída del poema de Campoamor del siglo XIX bien podría aplicarse a la hora de analizar los resultados de cualquier encuesta. El último informe del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), dependiente del Ministerio de la Presidencia, está siendo objeto de múltiples lecturas para entender lo que está pasando en la sociedad española en estos días. 


Lo más llamativo de todo es que por primera vez en las últimas décadas un nuevo partido político diferente al Partido Popular (PP) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE) encabeza las encuestas. Según el último barómetro del CIS, Podemos ya es la primera fuerza política en intención directa de voto, con un 17,6%, seguida por PSOE (14,3%) y PP (11%). Otra encuesta, la privada Metroscopia, confirmó recientemente un resultado muy parecido en relación al orden de preferencia de los españoles frente a las próximas elecciones presidenciales: la formación de Pablo Iglesias se sitúa líder en intención de voto con el 27%, seguido del PSOE (26,2%) y del PP (20,7%). 

En este asunto, se mire por donde se mire, llevándole la contra a Campoamor, se ratifica que: a) el bipartidismo está en claro riesgo; el PP sigue en caída libre y el PSOE apenas remonta después de su lavado de imagen con el nuevo candidato (una suerte de Peña Nieto, Capriles, Lacalle o Massa a la española), y b) la aparición de Podemos no fue una casualidad fugaz, sino que esta formación política ha venido para quedarse tal como lo anunciaron sus portavoces cuando fue la sorpresa de la pasada elección europarlamentaria.

A pesar de esta nueva realidad demoscópica incontestable, el maravilloso mundo de la opinología se ha abierto de par en par para interpretar los porqués de esta nueva escena política en España. La mayoría de los titulares de la prensa hegemónica han optado por buscar en el hartazgo-ira-desencanto las causas de este cambio de fichas en el tablero político español. Después de tanta corrupción, del creciente endeudamiento y desabastecimiento social y de la venta absoluta de soberanía española a los poderes económicos-financieros de los países centrales en la Unión Europeo, después de todo ello, la mayoría de editoriales se centra en explicar el apoyo a Podemos a partir del rechazo a los responsables de esta década perdida para la mayoría social española. 

Si bien este enfoque argumentativo es absolutamente cierto, deja de lado otra interpretación que es igual o más importante que la anterior. Podemos no crece como consecuencia de un ejercicio simple de lógica de reducción al absurdo, esto es, Podemos no crece únicamente porque el régimen español está completamente agotado. Aceptar que Podemos es sólo el exclusivo reflejo del hartazgo-ira-desencanto es minusvalorar lo que Podemos significa en el nuevo escenario de la política española. 

El que se 'vayan todos' en España viene acompañado del que 'vengan otros'. Pero esos 'otros' tampoco son unos otros cualesquiera, sino más bien esos otros son aquellos que demuestran día a día que son capaces de entusiasmar, ilusionar y esperanzar a la mayoría social de que es absolutamente posible y real cambiar a favor de otra democracia que democratice activamente con el objetivo de garantizar un nivel de vida digno a toda la ciudadanía sin exclusiones ni excepciones.

Se trata de mirar las dos caras de la misma realidad social y política en España. El pueblo español cada día se muestra más cansado y fastidiado de esta estafa democrática que se viene dando en España en los últimos años, pero al mismo tiempo, ese mismo pueblo comienza a depositar la confianza en otra propuesta alejada del bipartidismo, que cada vez es más creíble, y que combate la campaña del miedo con gran seriedad discursiva, con planteamientos realizables, a sabiendas que todo lo que se viene en adelante no será solucionable en un día. Mientras PP y PSOE se defienden atacando con una curiosa preocupación por lo que los venezolanos comen o dejan de comer, 

Podemos sigue hablando de corrupción, prácticas especulativas, desempleo, deuda social y falta de democracia en España; mientras PP y PSOE siguen abusando de un relato anclado en el pasado, Podemos está decidido a disputar el futuro. De esta manera, se explica por qué aquello que es enojo se puede convertir en entusiasmo. No siempre se consigue que ambos estados anímicos confluyan fácilmente en cualquier ecuación social y política. Todo depende de cómo se construya ese vaso comunicante entre lo uno y lo otro. 

Pensar que se conquista por sí solo es despreciar el saber político de cada pueblo. Para que lo que unos hacen mal no se estanque en pura resignación es necesario que otros lo hagan bien. Esto es lo que realmente están mostrando las encuestas en España: lo que Podemos es a la anatomía del emergente entusiasmo español.

Autor: Alfredo Serrano Mancilla

sábado, 14 de junio de 2014

LA COMUNA Y LA DEMOCRACIA

La Comuna nació porque se daban las condiciones objetivas. Las aventuras imperiales del Segundo Imperio francés (1852-1870) se zanjaron con fracasos, pobreza y represión. La necesidad de abrir la mano hizo que prosperara una oposición republicana y el naciente movimiento obrero pudo desarrollar su fuerza histórica. No fue menor la importancia de las reformas de París, que al lado de mejoras urbanas buscaban terminar con la posibilidad de hacer una barricadas de cada pequeña callejuela. De esta manera, se abrieron las avenidas a los cañones y las cargas de caballería y, al tiempo, se expulsó a los sectores populares que perdieron sus casas y vieron como los alquileres se multiplicaban por culpa de una creciente especulación.

El desarrollo tecnológico devoró a los artesanos y los grandes almacenes arruinaron a los pequeños comerciantes. Fue un momento histórico donde las desigualdades se exacerbaron. Los ya ricos aumentaban su hacienda y los trabajadores se veían abocados a condiciones de vida y laborales cada vez más penosas que les llevaba necesariamente a asociarse. La memoria histórica fue también esencial...



El recuerdo de la represión de 1848 había hecho a los trabajadores más conscientes y descreídos de la institucionalidad republicana (y, por consiguiente, más predispuestos a buscar su propia lucha). Es el momento de encuentro de la tradición socialista utópica, de un muy presente anarquismo (Proudhom, Blanqui), de la ayuda mutua y del acceso revolucionario al poder. El momento en donde la Comuna escogió como símbolo de su lucha la bandera roja (que ondearía en la sede de Gobierno). Una Comuna que también -algo ausente en España por la ausente construcción de una nación federal- era patriota, pues los sectores populares sintieron como una afrenta que las tropas prusianas desfilaran por los Campos Elíseos para ejemplificar su victoria en la guerra. En el aire se estaba gestando la necesidad de un cambio revolucionario.

Además de la discusión acerca de las condiciones objetivas (recordemos que Marx pensó que la Comuna se precipitaba, especialmente al estar Francia en lucha y París cercada por las tropas prusianas), otro de los grandes debates fue el de la dictadura del proletariado. Que no significa violencia (aunque la Comuna ejecutó a rehenes de la alta jerarquía eclesiástica, militar, empresarial y aristocrática cuando Versalles hizo lo mismo con comuneros presos), sino desterrar la ingenuidad frente al enemigo. Cuando se está intentando cambiar el régimen ¿hay que darles oxígeno a los que quieren frenar los cambios? ¿Podía derrotarse al antiguo régimen represor dejándoles intactos sus órganos de influencia y de financiación? Parece evidente que por no llevar la insurrección a sus últimas consecuencias, la Comuna selló su ya desde el principio amenazada suerte.

Sin embargo, la Comuna había nacido de un acto de fuerza contra el corazón del Estado (el ejército). Versalles, derrotada por Bismarck, quiso recuperar los cañones que tenía en su poder la Guardia Nacional (conformada por sectores populares que elegían a sus propios oficiales). Un grupo de mujeres impidió el traslado y los soldados enviados a reprimir se unieron a los insurgentes. Luego se tomaron los centros de poder y la rebelión triunfó.

El poder financiero

Pero los que querían regresar al régimen de Versalles pudieron seguir operando. Y el enemigo no era ingenuo. Una controvertida decisión de la Comuna fue convocar elecciones para legitimar la insurrección (en vez de avanzar con la ofensiva militar). Pero París no era Francia ni la ciudad era el campo. Ni siquiera París era París porque en los burgueses barrios del oeste no se apoyaba el levantamiento. Que no se nacionalizara el Banco de Francia (una queja amarga de Marx) dejó intacto el poder financiero del gobierno de Thiers y hurtó una herramienta que habría servido para consolidar las comunas que estaban surgiendo en otras ciudades de Francia.

Versalles ganó el tiempo que necesitaba para organizar un poderoso ejército. ¿Fue un error querer legitimar la insurrección por las urnas? Bismarck, que acababa de derrotar a los franceses, viendo el poder de los insurrectos liberó a los prisioneros en su poder para que combatieran a los comunards. Para la burguesía alemana era más peligroso el contagio revolucionario que la lucha entre estados. El enemigo de la burguesía alemana no era la burguesía francesa sino los trabajadores. Esos soldados franceses liberados, campesinos conservadores envenenados de propaganda, descargaron su odio sobre París. Los prusianos ayudaron en la matanza sin mayor problema.

Los comuneros eran también una expresión del nacimiento de la clase obrera (que aún no tenía los contornos que alcanzaría en el siglo XX) y del empobrecimiento de los artesanos tradicionales. En la expresión de Rougerie recogida por Roberto Cemeamos, la Comuna era crepúsculo y no aurora. Pero marcaron aspectos que aún a día de hoy forman parte de las demandas de la democracia ausente en el siglo XXI.

La lista de los logros de la Comuna, que marcan una senda de futuro democrático, es espectacular: el pueblo en armas (todos los ciudadanos debían formar parte de la Guardia Nacional) que no delega en nadie la defensa de su poder constituyente; el revocatorio de los mandatos, enemigo principal de la democracia representativa (presente en el artículo 67.2 de la Constitución Española) y la limitación de los sueldos de los representantes; la memoria y el castigo a los represores del pueblo (el general Lecomte, que había mandado disparar contra la gente que impedía que se llevaran los cañones en Montmartre, fue fusilado junto a otros criminales en Montmartre); la importancia de la intendencia cotidiana durante y después de la revolución (vivienda -con confiscación de inmuebles y condonación de deudas por alquileres-, asilos, hospitales, comedores populares, mercados y abastos, mataderos, cooperativas de consumo, hornos de pan económicos, elección por sufragio universal -masculino- de todos los funcionarios; el federalismo y la municipalidad como gestión descentralizada; lucha contra la corrupción y la especulación; establecimiento de bases de igualdad en la aplicación de la justicia; iguales derechos a los extranjeros; autogestión de los trabajadores y dignidad del trabajo; reducción decidida de las desigualdades de género; recaudación eficaz y progresiva de impuestos; apuesta decidida por la educación, la cultura y el acceso popular a las mismas (se inventaron las noches blancas y se abrieron las escuelas); separación de iglesia y estado y expropiación de los bienes eclesiásticos. Y recuperación de la memoria histórica.

Los masacraron. Quizá 20.000 muertos. De una fila de communards detenidos, un general a caballo mandó sacar a los que tuvieran el pelo gris. Los fusiló allí mismo. Dijo que eran, por edad, los que recordaban los levantamientos de 1848. El antiguo régimen parece que suele tener siempre más memoria que nosotros.

sábado, 21 de diciembre de 2013

CARTA A LAS IZQUIERDAS: ¿DEMOCRACIA O CAPITALISMO?

Al inicio del tercer milenio, las izquierdas se debaten entre dos desafíos principales: la relación entre democracia y capitalismo; y el crecimiento económico infinito (capitalista o socialista) como indicador básico de desarrollo y progreso. En este texto voy a centrarme en el primer desafío.

Contra lo que el sentido común de los últimos cincuenta años puede hacernos pensar, la relación entre democracia y capitalismo siempre fue una relación tensa, incluso de contradicción. Lo fue, ciertamente, en los países periféricos del sistema mundial, en lo que durante mucho tiempo se denominó Tercer Mundo y hoy se designa como Sur global. Pero también en los países centrales o desarrollados la misma tensión y contradicción estuvieron siempre presentes. Basta recordar los largos años de nazismo y fascismo.

Un análisis más detallado de las relaciones entre capitalismo y democracia obligaría a distinguir entre diferentes tipos de capitalismo y su dominio en distintos períodos y regiones del mundo, y entre diferentes tipos y grados de intensidad de la democracia. En estas líneas concibo al capitalismo bajo su forma general de modo de producción y hago referencia al tipo que ha dominado en las últimas décadas: el capitalismo financiero. En lo que respecta a la democracia, me centro en la democracia representativa tal como fue teorizada por el liberalismo.

El capitalismo sólo se siente seguro si es gobernado por quien tiene capital o se identifica con sus “necesidades”, mientras que la democracia es idealmente el gobierno de las mayorías que no tienen capital ni razones para identificarse con las “necesidades” del capitalismo, sino todo lo contrario. El conflicto es, en el fondo, un conflicto de clases, pues las clases que se identifican con las necesidades del capitalismo (básicamente, la burguesía) son minoritarias en relación con las clases que tienen otros intereses, cuya satisfacción colisiona con las necesidades del capitalismo (clases medias, trabajadores y clases populares en general). Al ser un conflicto de clases, se presenta social y políticamente como un conflicto distributivo: por un lado, la pulsión por la acumulación y la concentración de riqueza por parte de los capitalistas, y, por otro, la reivindicación de la redistribución de la riqueza generada en gran parte por los trabajadores y sus familias. La burguesía siempre ha tenido pavor a que las mayorías pobres tomen el poder y ha usado el poder político que le concedieron las revoluciones del siglo XIX para impedir que eso ocurra. Ha concebido la democracia liberal como el modo de garantizar eso mismo a través de medidas que cambiaron en el tiempo, pero mantuvieron su objetivo: restricciones al sufragio, primacía absoluta del derecho de propiedad individual, sistema político y electoral con múltiples válvulas de seguridad, represión violenta de la actividad política fuera de las instituciones, corrupción de los políticos, legalización del lobby… Y siempre que la democracia se mostró disfuncional, se mantuvo abierta la posibilidad del recurso a la dictadura, algo que sucedió muchas veces.


Después de la Segunda Guerra Mundial, muy pocos países tenían democracia, vastas regiones del mundo estaban sometidas al colonialismo europeo, que servía para consolidar el capitalismo euro-norteamericano, Europa estaba devastada por una guerra que había sido provocada por la supremacía alemana, y en el Este se consolidaba el régimen comunista, que aparecía como alternativa al capitalismo y a la democracia liberal. En este contexto surgió en la Europa más desarrollada el llamado capitalismo democrático, un sistema de economía política basado en la idea de que, para ser compatible con la democracia, el capitalismo debería ser fuertemente regulado, lo que implicaba la nacionalización de sectores clave de la economía, un sistema tributario progresivo, la imposición de las negociaciones colectivas e incluso, como sucedió en la Alemania Occidental de la época, la participación de los trabajadores en la gestión de empresas. En el plano científico, Keynes representaba entonces la ortodoxia económica y Hayek, la disidencia. En el plano político, los derechos económicos y sociales (derechos al trabajo, la educación, la salud y la seguridad social, garantizados por el Estado) habían sido el instrumento privilegiado para estabilizar las expectativas de los ciudadanos y para enfrentar las fluctuaciones constantes e imprevisibles de las “señales de los mercados”. Este cambio alteraba los términos del conflicto distributivo, pero no lo eliminaba. Por el contrario, tenía todas las condiciones para instigarlo después de que el crecimiento económico de las tres décadas siguientes se atenuara. Y así sucedió.

Desde 1970, los Estados centrales han estado manejando el conflicto entre las exigencias de los ciudadanos y las exigencias del capital mediante el recurso a un conjunto de soluciones que gradualmente fueron dando más poder al capital. Primero fue la inflación (1970-1980); después, la lucha contra la inflación, acompañada del aumento del desempleo y del ataque al poder de los sindicatos (desde 1980), una medida complementada con el endeudamiento del Estado como resultado de la lucha del capital contra los impuestos, del estancamiento económico y del aumento de los gastos sociales originados en el aumento del desempleo (desde mediados de 1980), y luego con el endeudamiento de las familias, seducidas por las facilidades de crédito concedidas por un sector financiero finalmente libre de regulaciones estatales, para eludir el colapso de las expectativas respecto del consumo, la educación y la vivienda (desde mediados de 1990).

Hasta que la ingeniería de las soluciones ficticias llegó a su fin con la crisis de 2008 y se volvió claro quién había ganado en el conflicto distributivo: el capital. La prueba fue la conversión de la deuda privada en deuda pública, el incremento de las desigualdades sociales y el asalto final a las expectativas de una vida digna de las mayorías (los trabajadores, los jubilados, los desempleados, los inmigrantes, los jóvenes en busca de empleo) para garantizar las expectativas de rentabilidad de la minoría (el capital financiero y sus agentes). La democracia perdió la batalla y sólo evitará ser derrotada en la guerra si las mayorías pierden el miedo, se rebelan dentro y fuera de las instituciones y fuerzan al capital a volver a tener miedo, como sucedió hace sesenta años.

En los países del Sur global que disponen de recursos naturales, la situación es, por ahora, diferente. En algunos casos, por ejemplo en varios países de América Latina, hasta puede decirse que la democracia se está imponiendo en el duelo con el capitalismo, y no es por casualidad que en países como Venezuela y Ecuador se comenzó a discutir el tema del socialismo del siglo XXI, aunque la realidad esté lejos de los discursos. Hay muchas razones detrás, pero tal vez la principal haya sido la conversión de China al neoliberalismo, lo que provocó, sobre todo a partir de la primera década del siglo XXI, una nueva carrera por los recursos naturales. El capital financiero encontró ahí y en la especulación con productos alimentarios una fuente extraordinaria de rentabilidad. Esto permitió que los gobiernos progresistas -llegados al poder como consecuencia de las luchas y los movimientos sociales de las décadas anteriores- pudieran desarrollar una redistribución de la riqueza muy significativa y, en algunos países, sin precedentes. Por esta vía, la democracia ganó nueva legitimidad en el imaginario popular. Sin embargo, por su propia naturaleza, la redistribución de la riqueza no puso en cuestión el modelo de acumulación basado en la explotación intensiva de los recursos naturales y, en cambio, la intensificó. Esto estuvo en el origen de conflictos -que se han ido agravando- con los grupos sociales ligados a la tierra y a los territorios donde se encuentran los recursos naturales, los pueblos indígenas y los campesinos.

En los países del Sur global con recursos naturales pero sin una democracia digna de ese nombre, el boom de los recursos no trajo ningún impulso a la democracia, pese a que, en teoría, condiciones más propicias para una resolución del conflicto distributivo deberían facilitar la solución democrática y viceversa. La verdad es que el capitalismo extractivista obtiene mejores condiciones de rentabilidad en sistemas políticos dictatoriales o con democracias de bajísima intensidad (sistemas casi de partido único), donde es más fácil corromper a las élites, a través de su involucramiento en la privatización de concesiones y las rentas del extractivismo. No es de esperar ninguna profesión de fe en la democracia por parte del capitalismo extractivista, incluso porque, siendo global, no reconoce problemas de legitimidad política. Por su parte, la reivindicación de la redistribución de la riqueza por parte de las mayorías no llega a ser oída por falta de canales democráticos y por no contar con la solidaridad de las reducidas clases medias urbanas que reciben las migajas del rendimiento extractivista. Las poblaciones más directamente afectadas por el extractivismo son los indígenas y campesinos, en cuyas tierras están los yacimientos mineros o donde se pretende instalar la nueva economía agroindustrial. Son expulsados de sus tierras y sometidos al exilio interno. Siempre que se resisten son violentamente reprimidos y su resistencia es tratada como un caso policial. En estos países, el conflicto distributivo no llega siquiera a existir como problema político.

De este análisis se concluye que la actual puesta en cuestión del futuro de la democracia en Europa del sur es la manifestación de un problema mucho más vasto que está aflorando en diferentes formas en varias regiones del mundo. Pero, así formulado, el problema puede ocultar una incertidumbre mucho mayor que la que expresa. No se trata sólo de cuestionar el futuro de la democracia. Se trata, también, de cuestionar la democracia del futuro. La democracia liberal fue históricamente derrotada por el capitalismo y no parece que la derrota sea reversible. Por eso, no hay que tener esperanzas de que el capitalismo vuelva a tenerle miedo a la democracia liberal, si alguna vez lo tuvo. La democracia liberal sobrevivirá en la medida en que el capitalismo global se pueda servir de ella. La lucha de quienes ven en la derrota de la democracia liberal la emergencia de un mundo repugnantemente injusto y descontroladamente violento debe centrarse en buscar una concepción de la democracia más robusta, cuya marca genética sea el anticapitalismo. Tras un siglo de luchas populares que hicieron entrar el ideal democrático en el imaginario de la emancipación social, sería un grave error político desperdiciar esa experiencia y asumir que la lucha anticapitalista debe ser también una lucha antidemocrática. Por el contrario, es preciso convertir el ideal democrático en una realidad radical que no se rinda ante el capitalismo. Y como el capitalismo no ejerce su dominio sino sirviéndose de otras formas de opresión, principalmente del colonialismo y el patriarcado, esta democracia radical, además de anticapitalista, debe ser también anticolonialista y antipatriarcal. Puede llamarse revolución democrática o democracia revolucionaria -el nombre poco importa-, pero debe ser necesariamente una democracia posliberal, que no puede perder sus atributos para acomodarse a las exigencias del capitalismo. Al contrario, debe basarse en dos principios: la profundización de la democracia sólo es posible a costa del capitalismo; y en caso de conflicto entre capitalismo y democracia, debe prevalecer la democracia real.

Boaventura de Sousa Santos – Público.es

martes, 1 de octubre de 2013

LA REPÚBLICA NO SOLO ES HISTORIA : ES FUTURO

Cuando hace setenta y cinco años y ante un golpe de estado militar apoyado por las derechas monárquicas, los fascistas españoles y el carlismo ultramontano, los militares y guardias de asalto leales, los sindicatos obreros y los partidos del Frente Popular se vieron obligados a defenderse y luchar, no solo se estaba librando una batalla entre la reacción y fascismo frente a la legalidad republicana, sino contra un sueño de avance, mejora, modernización e instauración de una democracia real.


La causa republicana era un compendio de aspiraciones laicas, culturales y científicas, educativas, obreristas y transformadoras, junto a un liberalismo progresista y democrático y una aspiración de construcción federal del estado. Las viejas ideas republicanas de Costa de “escuela y despensa”, mejoradas con aspiraciones de justicia agraria, infraestructuras modernizantes y alegría, mucha alegría por haber alcanzado el siglo XX, tras haber derrotado en las urnas a una monarquía, caduca, decimonónica y corrupta, cuya última hazaña fue apoyar una dictadura, la de Primo de Rivera.

Pero para conmemorar hay que tener motivos y el primero es una Constitución muy avanzada para su época -la de 1931-, que instauraba el estado social por primera vez en España y que permitía avances sustanciales. La República era la inconclusa revolución burguesa que nuestro estado nunca tuvo y, si bien es cierto que habían personas y organizaciones potentes que pugnaban por más, no lo es menos que significó un soplo de aire fresco y limpio y fue la culminación de las ideas regeneracionistas, que desde finales del siglo XIX pugnaban por abrirse paso.

Claro que cuando a alguien le montan un golpe de estado, con voluntad expresa de desatar una limpieza étnica de republicanos, rojos, marxistas y anarcosindicalistas, lo que no hace es esperar tranquilamente que le degüellen; no al menos aquellas clases trabajadoras que, a diferencia de las actuales, estaban muy organizadas, concienciadas, y eran cultas gracias a las Casas del Pueblo y los Ateneos Libertarios y con mucha tradición de lucha social. Por eso las primeras respuestas fueron las sindicales.

Ahora tratan de ocultar aquello, unos por que sus abuelos fueron miembros de las escuadras negras que asesinaron en la retaguardia franquista o financiaron y apoyaron el golpe, otros porque siguen creyéndolo bueno, y unos terceros por claudicación ideológica y/o pura y simple traición a los ideales de sus predecesores políticos. Curiosamente, los que nunca han ocultado su condición ni la han disimulado han sido, hemos sido, los y las descendientes de familia e ideas de los vencidos y más si estos se enfrentaron con decisión al golpe militar fascista.

¿Pero es eso lo importante ahora? No, en cualquier caso, no solo. La República fue un cambio de régimen, que trajo una nueva Constitución y nuevas formas de gobernarse. No fue perfecta, pero lo intentó y no podemos hablar de resultados pues solo duró unos ocho años, tres de ellos de guerra. Si bien, y esto hay que saberlo, los gobiernos republicanos no declararon el estado de guerra hasta tres meses antes de perderla, pues ellos se enfrentaban a una sublevación ilegal e ilegítima, no a una fuerza militar reconocida y reconocible.

El legado republicano actual
Lo importante es su legado. Ahora que en las plazas y calles del Reino de España se vive una rebelión pacifica, ciudadana y profundamente democrática, las aspiraciones de una República de los y las iguales, con derechos, obligaciones -pero para todos, incluidos los poderosos- y con justicia social, las ideas republicanas adquieren su plena vigencia.

La reivindicación republicana tuvo mucho de exigencia de una verdadera democracia. La democracia en el estado español no llega de forma satisfactoria hasta 1931 y hasta entonces lo gobernaron una alianza de las oligárquicas económicas y la Corona, con el firme apoyo de sus instrumentos coercitivos.

Hoy salimos a la calle gritando “la llaman democracia y no lo es”, pues eso entiende el movimiento 15M que la que afirman tenemos. La herencia de transición impuesta por los vencedores inteligentes, las oligárquicas financieras -claro apoyo del franquismo, mientras este le fue útil- y que las debilitadas y exhaustas fuerzas de la izquierda tuvieron que aceptar por el simple hecho de ser reconocidas y legalizadas. Tal vez es lo máximo que entonces se pudo alcanzar -seguramente así fue, no seamos injustos- porque a pesar de los magros resultados, incluso esos no los regaló nadie y menos a las clases trabajadoras.

Así pues, ahora tenemos una oportunidad, ahora hemos comenzado una revuelta democrática, agudizada por la crisis financiera y sistémica mundial y sus crueles secuelas contra las clases populares. Por eso también ahora, o se está con las víctimas de la crisis, con las clases populares y trabajadoras, o se está con los bancos, con los poderosos, con los oligarcas. No es posible estar con ambos. No se puede decir que se está con los de abajo y sin embargo pactar con los de arriba, porque cada vez cuela menos.

El 15M, al igual que la República y las fuerzas que la impulsaron, es un movimiento regeneracionista, de salud democrática y de aspiraciones sociales, aún no definidas muchas de ellas -incluso moderadas en ocasiones-, pero es una fuerte y clara amenaza para el régimen vigente, es decir la alianza político-financiera que nos gobierna. Y esto acabará provocando rupturas y fusiones en busca de una democracia mejor y de una justicia social y reparto real.

Le propongo humildemente al 15M la confección de un programa popular y republicano, que avance desde lo público hacia la justicia y una nueva Constitución que modifiquen las reglas de juego actuales pues contienen trampa, y de hecho la vigente Constitución no solo no se ha cumplido jamás en lo que a aspiraciones de las clases populares se refiere, sino que tampoco en la profundización política se puede en ella leer algo. Hoy, gracias a la dictadura de los mercados vigente, es papel mojado.

Los enemigos del progreso social son los mismos, a solo que veamos un poquito y sin prejuicios la historia. Solo hay eso, unas siglas que tienen que aclararse en qué lugar están, pues por sus hechos no están en el que les correspondería o en el que sus padres ideológicos las hubieran situado. Es por eso por lo que hay que profundizar en las aspiraciones del 15M, para aclarar el campo, entre otras cosas.

En cualquier caso, hay que construir la alternativa y esta debe ser participativa y cívica e igualitaria. El principal enemigo ahora, el nuevo falangismo de hoy, es el neoliberalismo.

La guerra de clases lanzada por las clases poseedoras en todas las potencias centrales está ahí con toda su virulencia haciéndonos pagar la crisis a las víctimas de la crisis. Por eso entiendo imprescindible levantar una alianza social profundamente democrática, es decir republicana y rex-publicana y, entre las clases populares -es decir trabajadores y trabajadoras de todas las clases- hacer frente a rentistas y oligarcas.

Portuario en Excedencia | Blog de Carlos Martínez García

lunes, 8 de julio de 2013

LA RUPTURA CON LOS RESIDUOS DEL FRANQUISMO : LA REVOLUCIÓN BLANDA

La restauración de la monarquía, encarnada por la Casa de Borbón, y la presión creciente de las luchas populares, posibilitaron la llamada Transición, deseada por el pueblo español. Sin embargo, la Transición no consiguió desplazar de forma efectiva a los poderes que sostuvieron la dictadura. De este modo la estructura administrativa del Estado -civil y militar- quedo intacta, manteniéndose lo esencial para continuar su dominación bajo otra forma.
A cambio de las ansiadas libertades democráticas, hoy en franco retroceso, las fuerzas democráticas pactaron con el poder del franquismo. Este pervive actualmente enquistado en las estructuras del Estado y en la sociedad.
El régimen de la Transición ha desembocado finalmente en una crisis/estafa financiera, cuyo incierto desenlace amedrenta a gran parte de nuestra ciudadanía.
La intensificación de la expoliación de nuestro pueblo está siendo criminalmente impulsada mediante leyes y cambios constitucionales impuestos por las instituciones europeas. Estas instituciones -nada democráticas en su funcionamiento- hacen inviable el éxito de cualquier esfuerzo encaminado a la estabilización política y económica del Régimen vigente.
Si a esto se añade la creciente antipatía de muchas capas populares hacia la monarquía, la posible reacción del régimen de la Transición puede resultar letal para las libertades tan penosamente conquistadas.
 
La ruptura con los residuos del franquismo –incluida la monarquía- ha de ser el inicio para una salida pacífica y negociada a la grave crisis social e institucional...
 
Veamos algunos ejemplos
Un militar de alta graduación, cuya vinculación al Monarca es conocida, justifica -en determinadas circunstancias- la actuación de las Fuerzas Armadas al margen del Gobierno de la Nación. Su afirmación se fundamenta –según he creído entender- en un concepto de patria muy subjetivo, según el cual la voluntad de los muertos (la tradición) debería prevalecer sobre la de los vivos (el pueblo). Sin embargo, según la Constitución vigente, los poderes del Estado emanan del pueblo español, es decir de los vivos. Pues cualquier ley, por muy antigua que sea, puede ser legalmente modificada por estos; si esa es su voluntad. Por otro lado sería imposible contrastar su opinión con la que tendrían actualmente los que ya no existen (los muertos). Ellos ya no están ni en sus cenizas, tan solo en nuestra memoria.
Este general justifica también -pública y reiteradamente- la ayuda aportada por Franco a Adolf Hitler. Enaltece así –directa o indirectamente- el régimen nazi de la Alemania de aquellos años, bajo el pretexto de un exaltado anticomunismo. Esto puede comprobarse en varios diarios digitales, incluso en un diario de rancia tradición monárquica: el ABC. 
 
Todo lo anterior ha transcurrido dentro de la “normalidad”, sin mayores consecuencias. Sin embargo, las más elementales normas de libertad de expresión -en estratos militares subalternos- están siendo severamente violentadas.
Su Alteza Real, el capitán de fragata de la Armada Don Felipe de Borbón y Grecia, Príncipe de Asturias, y su esposa Dña. Leticia, han sido abucheados recientemente por la alta burguesía catalana. Este hecho se ha producido en el Liceu de Barcelona. Mientras S.A.R. se disponía ese día a disfrutar junto a su consorte de una ópera en el Liceu, más del 50 % de la juventud continúa en situación de paro.
La forma prepotente de tratar públicamente a una educada joven republicana, no hace tanto tiempo, constituye un precedente que agrava, si cabe, el sentido de este abucheo. El resultado de estos incidentes sobre la valoración de la monarquía –incluidos otros más o menos escabrosos- resulta devastador.
 
Por si todo esto no bastase, desde algunas altas instituciones del Estado, incluida La Casa Real, y desde algunos altos cargos del Gobierno y de la Administración, se defiende a capa y espada una justicia muy peculiar: la que pretenden que se aplique a Su Alteza Real la Infanta Dña. Cristina de Borbón y Grecia. Dicho sea esto con el debido respeto a su presunción de inocencia. Presunción de inocencia no mayor que la de cualquier otro ciudadano.
No es sorprendente que la Justicia, e incluso la Agencia Tributaria, utilicen criterios y procedimientos sancionadores diferentes, según sea la "casta social" a la que se pertenece. La exclamación -que ya ha quedado para la historia del oprobio- de un ex presidente balear ¡Era el duque de Palma!  muestra de forma descarnada esta injusta sociedad de clases. Es un sistema lleno de desprecio -en sus hechos- hacia las capas populares. También servilismo de políticos y altos funcionarios. Prepotentes con el pueblo, aduladores con el poderoso.
 
Para mayor indignación, esa justicia tan peculiar procesa al juez Garzón -que persiguió implacablemente los crímenes de ETA- no permitiéndole sin embargo investigar los crímenes del franquismo.
Crímenes de ETA investigados, juzgados y condenados en su mayoría, pero no más horrendos ni de mayor trascendencia que los perpetrados por la dictadura. Víctimas del franquismo que siguen reclamando verdad, justicia y reparación. Dicho sea esto sin menoscabo del respeto debido a las víctimas del terrorismo etarra. Respeto que también ha de exigirse –como es de justicia- para las víctimas de la represión franquista y de la llamada “guerra sucia”. También a las víctimas del 11M –el mayor atentado terrorista de nuestra historia- que como todo el mundo sabe fue un “daño colateral” debido a la implicación ilegal del Gobierno de turno en la guerra de Irak.
 
Todas las víctimas son dignas de compasión y deben ser atendidas.. Todas tienen además algo que enseñarnos. Estos horrores, que hieren la conciencia de la humanidad, deben ser juzgados y condenados. El perdón es posible, pero no se puede decretar el perdón –la auténtica amnistía- sin el previo reconocimiento de los crímenes. No se puede asentar una democracia decente sobre cientos de miles de cadáveres.
 
Finalmente el juez Garzón ha sido expulsado de la carrera judicial. No se le ha tolerado el inicio de una investigación judicial sobre una gigantesca trama de corrupción, conocida como el caso Gurtel.
Esto ha constituido, una vez más, un gran escándalo internacional. Prueba del rechazo y denuncia del origen franquista de estos hechos, es el apoyo público al juez Garzón de un político conservador y ex-primer ministro del Gobierno de la República Francesa: el Sr. Dominique de Villepin.
 
Ni las amenazas armadas de los residuos franquistas, que coexisten con la monarquía -como es notorio-, ni la ofuscación residual de la organización armada ETA, facilitan la evolución de nuestra democracia hacia mayores cotas de justicia y libertad. Ambas aberraciones históricas deben desaparecer urgentemente de la escena pública, de nuestras vidas. Su persistencia ahonda la gravedad de la situación y dificulta la salida de la crisis, aumentando si cabe el sufrimiento.
 
También ha de ser firmemente rechazada la llamada doctrina de la "guerra sucia",  pues si es posible el asesinato "paralegal", violando gravemente la ley ¿Quién pondría coto a esos desmanes? ¿Estaría todo permitido? ¿Quién decidiría hasta donde debería llegar el horror? ¿Habría de quedar la justicia al margen? Sin juicio ¿quién garantizaría que esos asesinatos "paralegales" no fuesen un simple ajuste de cuentas mafioso, o una caza de brujas? ¿Qué seguridad jurídica ampararía a los inocentes para no ser secuestrados, torturados y asesinados? ¿Qué legitimidad tendrían en adelante las leyes dictadas por ese régimen?..
 
Veamos ahora, muy resumidamente, cual es la situación del pueblo, del que según la Constitución emanan los poderes del Estado.
El sistema público está sufriendo un deterioro creciente. El paro y la exclusión social se extienden por doquier. Los criminales desahucios empujan a la desesperación a miles de familias. La sanidad pública parcialmente desmantelada. La enseñanza atropellada. En un país con 3.8 millones de personas discapacitadas, las ayudas a la dependencia recortadas. El 20% de los niños españoles en situación de pobreza, condenado al desamparo. Padres que roban, o merodean por los contenedores de basura, para dar de comer a sus hijos. El 25 % de los niños menores de 16 años desnutridos. Las pensiones de nuestros mayores, que son en muchos casos el sustento de muchas familias en paro, recortadas. Las futuras pensiones degradadas. El futuro de nuestro país: la juventud -una juventud sin futuro- arrojada al paro o a la emigración por este régimen indecente.
Se transfieren ingentes recursos públicos -con el dinero de todos- a la gran banca. Se “indemniza” a altos ejecutivos de esos mismos bancos. Se extiende la corrupción política en un escándalo sin precedentes, que alcanza presuntamente a la Familia Real. Políticos reciben presuntamente abultados sobres en complicidad con redes de corrupción. El clima de desconcierto y alarma social se propaga velozmente como voraz incendio.
 
Es aterrador el balance de este naufragio político y social.
Por todo ello hay que poner coto urgentemente a la angustia de tanta gente ante un mañana incierto. Al dolor y el sufrimiento de tantas familias trabajadoras, que constituyen la inmensa mayoría del pueblo español.
Sostengo que -ante esta gravísima crisis provocada por la codicia de políticos y banqueros-nuestros valores democráticos han de concretarse, urgentemente, en la defensa activa de los derechos del pueblo trabajador. Derechos que están siendo injustamente lesionados.
 
La ruptura efectiva con los residuos del franquismo -incluida la monarquía- ha de ser el punto  de  partida para alcanzar una salida pacífica y negociada a la grave crisis social e institucional.
Por lo tanto, hagamos el balance del desastre y exijamos un pacto entre todas las fuerzas democráticas. Sin exclusiones. Un pacto social que posibilite un proceso auténticamente constituyente. De nueva planta, pues las vigas maestras del régimen de la Transición están podridas. Irreversiblemente dañadas, por la terrible corrupción que ha estallado en las entrañas políticas y financieras del régimen. También por la acción persistente de la carcoma franquista, cuyo hedor empieza a ser insoportable.
 
Ese pacto no puede ser otro que el de allanar el camino para un proceso que abra las puertas a la III República. Quizá mediante un referéndum. Una república que encarne los valores democráticos de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Es decir del pueblo trabajador. Y participen en su construcción –de forma pactada y fraterna- las naciones históricas y pueblos de nuestra vieja y querida patria.
 
Las mentiras y pretextos, de este régimen bipartidista de la alternancia, ya no dan una respuesta satisfactoria a los graves problemas a los que nos enfrentamos.
Los medios de persuasión y de control social del régimen –como en una pesadilla orwelliana- han llegado a un máximo de paroxismo, entrando en conflicto frontal con la realidad. El rechazo mayoritario de la monarquía por parte de la juventud es ya un hecho irreversible.
Las masas han desbordado los estrechos cauces del régimen, surgidas de un movimiento social sin precedentes, y avanzan por las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
Ellas están haciendo visibles nuestros anhelos.
 
Manuel Ruiz Robles. Capitán de Navío de la Armada Retirado. Ingeniero de l'Ecole Supériure d'Electricité (Supélec). DEA Physique de l'Energie de l'Université de Paris. Licenciado en Ciencias por la UAM. Membre bienfaiteur de l'ACER (Amigos de los Combatientes en la España Republicana). Adherent du Musée de la Résistance Nationale. Fue miembro de la Unión Militar Democrática (UMD).
 

sábado, 15 de junio de 2013

CARTA DE DESPEDIDA DE UN MILITANTE DE CCOO

Comfia es un sindicato, es Comisiones Obreras en el sector Financiero, administrativo, de las TIC, las ETT, Telemarketing, Oficinas y otros servicios administrativos.
 
Les remito la presente para comunicarles mi decisión de causar baja como militante de la organización sindical Comfia y del sindicato Comisiones Obreras con carácter inminente.
Me temo que no estoy obligado en modo alguno a explicarles los motivos que me han llevado a tomar esta decisión pero lo voy a hacer por si con ello puedo hacer un servicio póstumo a la organización que en el pasado tanto aprecié y les hace reflexionar sobre el rumbo tomado, aunque solamente sea para honrar a sus admirables orígenes en la lucha contra la dictadura que hoy vuelve de la mano de los mismos perros que entonces con distintos collares, con todos mis respetos a los nobles canes, aunque permítanme que lo dude muy mucho.

Recientemente han aparecido informaciones en la prensa en las que se resaltaba el voto afirmativo del representante de CCOO al informe perpetrado por la comisión de supuestos expertos en materia de pensiones convocada por el Gobierno de Mariano Rajoy, informe que de convertirse en ley condenará al hambre y a la miseria a millones de personas que a falta de empleo malviven gracias a las ya de por si míseras pensiones de los abuelos y que dicha comisión recomienda recortar lo máximo posible, o, mejor dicho, lo máximo soportable por esta sociedad idiotizada y narcotizada por el sistema, del que ustedes forman parte, a través de los medios de comunicación, partidos y sindicatos con la generosa subvención de sus amos empresarios y banqueros.

Pues bien, si CCOO a través de su representante, distinguido miembro del partido UPyD, por cierto, y, nada menos que director de su gabinete estudios, decide apoyar estas medidas que conducen al asesinato en cámara lenta de las clases trabajadoras y medias a las que, se supone deberían de representar, el que esto suscribe no está dispuesto a navegar en ese barco, que no duden que al final naufragará.

A todo ello habría que sumarle la vergonzosa actuación de sus representantes en el Consejo de Administración de Bankia, apuntalando continuamente al presunto delincuente Miguel Blesa en sus presuntas fechorías, vergonzosa desde el  mismo planteamiento, puesto que es inconcebible, a mi modo de ver, que un supuesto representante de las clases trabajadoras y medias se siente y se codee con ladrones y mafiosos cuya misión es robar y asfixiar a esas mismas gentes a través de la extorsión bancaria.

Y podríamos seguir con más y más actuaciones sonrojantes como la presunta participación de algunos dirigentes andaluces en el caso de los EREs o la tibieza de los líderes de CCOO a la hora de pelear los derechos que nos corresponden y que se nos están arrebatando poco a poco ante la mirada de horrorizada pero inoperante a la vez que condescendiente dama antigua victoriana de, entre otros, el señor Fernández Toxo.
 
Es por esto que les pido que en lo sucesivo no me carguen en mi adelgazada cuenta bancaria más recibos trimestrales de 33 euros, puesto que, desde ya, les comunico que serán devueltos.
A la firma de la presente deposito también el carnet de militante en el lugar que se me antoja más acorde con él a día de hoy: el cubo de la basura.

Como pueden ver, no es nada personal.
Atentamente,

Mario Rodríguez. Secretario del área territorial de Iniciativa Socialista de Izquierdas y secretario general de ISI-Madrid
 

miércoles, 5 de junio de 2013

FELIPE GONZÁLEZ : ¿TRAIDOR, CÍNICO O COHERENTE ANTICOMUNISTA ?


           


Una cruda y directa carta de Javier Parra, director de La República, sobre el ex-presidente del gobierno español.
Carta abierta a un traidor: Felipe González nos recuerda el papel directo del socialdemócrata en la integración de España al neoliberalismo y a la definición de un modelo que hoy deja ver sus terribles consecuencias. Pero, ¿es Felipe González Márquez un traidor, o siempre fue un hijo del régimen dispuesto a salvar a España del malvado comunismo?.

Este es el resumen de letra abierta a un prócer de la patria corporativa escrita con harta razón por un hombre de izquierdas. Argumentos incuestionables en una ya larga perspectiva histórica. Aunque como todo decálogo genera más preguntas que respuestas:

-Nadie como usted durante la transición trabajó para acabar con el Partido Comunista de España. Mire, algo en lo que también coincide con Franco.
-Usted nos metió en la estructura de una organización criminal como es la OTAN, después de prometer que nunca lo haría, y de incluso incumplir el resultado del referendum de 1986 que se planteó en estos términos: “La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada. Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español. Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España”. ¿Ve? Es usted un traidor y un mentiroso.
-Usted contribuyó decisivamente a anular el tejido social y la fuerza sindical que tenía este país en los años 80.
-Usted implantó el sistema educativo que supuso de facto la deseducación masiva y organizada de la sociedad española.
-Usted fue el principal responsable de que los derechos laborales fueran puestos a los pies de los caballos del gran capital.
-Usted inició el desmantelamiento del Estado con la mayor ola de privatizaciones que también ha vivido este país en su historia.
-Usted fue de la mano de grandes criminales como Ronald Reagan, responsable de organizar golpes de Estado, bombardeos indiscriminados y organizar movimientos terroristas anticomunistas en todo el mundo.
-Usted, por si alguien no lo sabe, dio un golpe incluso en su propio partido, el PSOE. ¿Recuerda cuando usted propuso en el XVIII Congreso retirar la definición de “marxista” y fue rechazada? Inmediatamente presentó la dimisión, convocó un Congreso extraordinario amañado, se salió con la suya y convirtió usted al PSOE en un pelele más al servicio del capital.
Señor Gonzalez, ¿usted para quién trabaja? ¿para quién trabajó desde los años 70? Porque desde luego para el pueblo español no, y para la izquierda tampoco.
No le voy a decir que se calle, señor González. Siga hablando como lo hace porque ya no engaña a nadie, sólo a esos incondicionales que no quieren ver que las estructuras del Estado que hoy se desmoronan fueron hechas a la imagen y semejanza de usted y de los que como usted trabajaron duramente por la aniquilación política, organizativa y cultural de la izquierda.
Usted, señor Gonzalez, es el pasado. Y aquellos a los que usted odia, los que perdieron la guerra, los que lucharon durante 40 años mientras ustedes estaban de vacaciones, los que perdieron la transición, los que van sembrando poco a poco semillas de justicia social, serán los que – como cantaba un gran luchador – consigan que haya un día en que “todos, al levantar la vista veamos una tierra que ponga libertad”.
Y para ir terminando, y sin dejar de citar a Labordeta, déjeme despedirme con otra frase suya, ésta vez más prosaica:
“Váyase usted a la mierda”.
___
Javier Parra, Concejal de Izquierda Unida en Paterna (Valencia) y director del diario digital LA REPÚBLICA

Aún así: la historia del socialismo español y sus relaciones con la oligarquía va más lejos de la figura del presidente que llevó el PSOE al poder en 1982. Sin entrar en más detalles, el golpe del coronel Segismundo Casado en marzo del 1939 avalado por la corriente mayoritaria del partido, por la embajada británica y por el propio ejército de Franco con quien se negoció la entrega de Madrid simboliza y aclara el papel siempre subordinado del principal partido de las izquierdas en momentos claves de la historia nacional.
Un papel que FGM reprodujo a las mil maravillas cuando llegó su turno.


¿Traidor o consecuente en la "Defensa de Occidente?

Gracias al magistral  libro de Alfredo Grimaldos -La CIA en España. Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington, Debate, Barcelona, España 2006- se cierran todas las pistas sobre el papel del PSOE y el grupo bilbaino-sevillano-madrileño del PSOE en la organización de una izquierda afín al proyecto de Washington. No hay pues figura alguna de traidor en gentes como Txiqui Benegas, Javier Solana o el propio Felipe González: solo escenarios de simulación temprana para engañar, y nunca demasiado, a un electorado con querencias rojas que no quería saber la verdad aunque ni siquiera estuviera escondida.

«Los servicios secretos norteamericanos y la socialdemocracia alemana se turnan celosamente en la dirección de la Transición española, con dos objetivos: impedir una revolución tras la muerte de Franco y aniquilar a la izquierda comunista. Este fino trabajo de construir un partido «de izquierdas», para impedir precisamente que la izquierda se haga con el poder en España, es obra de la CIA, en colaboración con la Internacional Socialista. El primer diseño de esta larga operación se remonta hasta la década de los sesenta, cuando el régimen empezaba ya a ceder, inevitablemente, bajo la presión de las luchas obreras y las reivindicaciones populares. El crecimiento espectacular del PCE y la desaparición de los sindicatos y partidos anteriores a la Guerra Civil, especialmente UGT y el PSOE, hacen temer una supremacía comunista en la salida del franquismo. Los cerebros de la Transición comienzan a marcarse objetivos muy concretos.» (Alfredo Grimaldos, La CIA en España, Debate, Barcelona, España 2006, págs. 145-146.)
«En el propio Pentágono, Fernández Monzón es recibido por un coronel estadounidense. «Me puso frente a un gran mapa que tenían desplegado allí, lo señaló y me preguntó qué veía», recuerda el hoy general en reserva. «Yo le contesté: ‘Un mapamundi’. Y él insistió: ‘Pero ¿qué hay en el centro?’ El mapamundi se puede desplegar de distintas formas, claro, y ellos lo habían hecho de modo que en el centro exacto quedaba la península Ibérica. Entonces le contesté: ‘En el centro está España’. Y él, sonriente, remachó: ‘Pues por eso está usted aquí’.» «No es verdad todo lo que se ha dicho de la Transición. Como eso de que el rey fue el motor. Ni Suárez ni él fueron motores de nada», continúa Fernández Monzón. «Sólo piezas importantes de un plan muy bien diseñado y concebido al otro lado del Atlántico, que se tradujo en una serie de líneas de acción, en unas operaciones que desembocaron en la Transición. Todo estuvo diseñado por la secretaría de Estado y la CIA, y ejecutado, en gran parte, por el SECED, con el conocimiento de Franco, de Carrero Blanco y de pocos más».» (Entrevista a Manuel Fernández Monzón, Ex capitán de los servicios de información y contrainteligencia de España, en Alfredo Grimaldos, La CIA en España, Debate, Barcelona, España 2006, pág. 18.)

Fragmentos de un alianza, y no de traición alguna, entre el PSOE de entonces y sus protectores en Berlín y Washington. Donde hizo falta un mesiánico redentor (los falsos mesías si gustan a las derechas) que hablando del cambio mantuviera el timón del poder en manos de los ganadores de la Guerra Civil. Ese fue el papel de Felipe González y su oposición a modo como relata el propio Grimaldos:

D.: Uno de los aspectos que más se intenta entonces es reorientar a la oposición.
A.G.: Aquí es clave sobre todo la refundación del PSOE. El Partido Socialista histórico ya no representaba a nadie, no contaba con peso sobre lo que se estaba cociendo aquí, ni en la lucha antifranquista cotidiana. Tenía mucho más protagonismo el comunismo tradicional, el PCE, y movimientos anarquistas por otro lado. En el Congreso de Suresnes, en 1974, lo que hacen es reinventarse un partido aprovechando unas siglas históricas. El PSOE del que hacen secretario general a Felipe González es un PSOE inventado. El dinero y la cobertura política lo pone fundamentalmente el partido socialdemócrata alemán, que canaliza también dinero de la CIA. Los mismos miembros del Servicio de Inteligencia español, el SECED, toman contacto con el PSOE. E incluso escoltan hasta Suresnes a Felipe González, le dan la documentación y le llevan. Estamos hablando del SECED, el servicio de Carrero Blanco. Y el militar José Faura, que acompañó a González, pasa a ser jefe del Estado Mayor del Ejército en el ‘94, con González ya en el poder.
Reprimir la República
D.: ¿En qué medida sucede algo similar con el Partido Comunista?
A.G.: Bueno, hay que tener en cuenta que Carrillo es un personaje algo turbio. En 1977 es el primer líder comunista que visita EE UU, que es recibido allí en loor de multitudes y es nombrado doctor Honoris Causa. Lo que hace Carrillo es aceptar la Transición impuesta desde arriba, el rey como heredero de Franco y contribuye decisivamente a acabar con quienes peleaban por la ruptura democrática. En 1977, cuando los legalizan, asumen la bandera monárquica y a partir de ese momento la consigna es reprimir la bandera republicana. Conservo todavía una bandera republicana rota por varios trozos por los servicios de seguridad del PCE. Alfredo Grimaldos: “La Transición española se diseñó en la sede central de la CIA”

González, hijo de la clase media reaccionaria de Sevilla, no fue por desgracia un traidor. Esa etiqueta aplicaría quizás para alguien como Santiago Carrillo. Pero al césar lo que es del césar y al cruzado del anticomunismo mundial que es fue y será FGM se le puede decir de todo menos traidor.
Tiempos de furia

viernes, 12 de abril de 2013

ESCRACHES: RECUPERAR LA DEMOCRACIA QUE NOS HAN ROBADO

Los derechos siempre se ganan o se pierden en el pulso político. Y una forma clara de ese pulso, hoy, son los escraches.




"Si un perro flauta me acosa por la calle, le arranco la cabeza", dice un diputado del PP. Si por molestarte en la calle mereces ver tu cabeza arrancada del tronco, ¿cuál es la pena proporcional por dejarte sin trabajo? ¿Y por no poder pagar el colegio de tus hijos? ¿Y por perder la casa en la que has metido todos tus ahorros durante los últimos diez años? ¿Y por endeudarte de por vida aunque además hayas perdido la casa? ¿Y por perder el acceso a la sanidad, a la universidad, a una pensión, al seguro de desempleo?
 
Los que dieron el golpe de Estado en 1936 dijeron que los movió el amor a España . Pero de España, como dijo Franco, les sobraba la mitad de los ciudadanos . Que eran españoles. Que están todavía enterrados en zanjas y cunetas. Desde la patronal nos dijeron que nos fuéramos a trabajar a Laponia. Una parte importante de los jóvenes le ha tenido que hacer caso. Los de siempre. Nunca han existido dos Españas. Eso siempre ha sido una mentira. Hay una España mayoritaria y una minoritaria con mucho poder , capaz de acercar a su bando a una parte de la mayoría. El miedo hace el resto. En la España de ellos siempre están los mismos. Desde los Reyes Católicos y su Inquisición. Por eso, el PP no necesita arrancarle la cabeza a los últimos que pusieron el miedo en su bando. Están ahí, hechas tierra y vergüenza para nuestra democracia.
 
El poder, sobre todo, posee eficaces herramientas para amedrentar a una parte importante de la ciudadanía. Medios de comunicación, iglesias, puestos de trabajo, presencia social, ritos, cultura y el Hola. Un diputado dice que no le tiembla la mano para volver a ejecutar disidentes. Antes eran rojos. Ahora, como ya no hay Unión Soviética, son perros flauta. El miedo, y los nombres, siempre los han administrado ellos. Y exhumar asesinados, expropiar unos carritos de la compra, decirles en el portal de su casa que nos están arruinando la vida y la del futuro, cuestionar la monarquía o recordarles que están robándose el país que dicen que aman, les hace caer en una angustia existencial, propia de quien nunca ha tenido la sensación de sobrar en ningún lado.
 
La dureza de la respuesta del PP a los escraches es muy lógica. La derecha entiende siempre muy rápido las cosas del poder. La legitimidad del sistema político español está en cuestión. Cuando los esclavos dejan de interiorizar su condición, el amo ya no puede dormir tranquilo. El PP lo sabe: lo que ayer era permitido, ahora no lo es. Aunque lo sigan diciendo las leyes. Habían puesto al mismo nivel cosas que no se pertenecen. La Constitución, las leyes, los jueces, los policías y el portero de su casa les saludaban como personas importantes. Pero han surgido nuevas preguntas. ¿Por qué no permitimos un diputado que defienda la pederastia o la ejecución de las minorías o la lapidación de las herejes o adúlteras —lo perseguiríamos hasta debajo de las piedras, porque la democracia tiene derecho a defenderse—, pero permitimos un diputado que esté a favor de los desahucios? Ese es el cambio. Y es lo que les pone de los nervios. Es una lucha política. Si podemos perseguir a los que roban nuestra tranquilidad, están en peligro. Estamos escribiendo nuevas reglas del juego. Y los que siempre han sido dueños del tablero se asustan.
 
Los escraches son reformismo. Pero hasta el reformismo asusta. De ahí la ridiculez de comparar escraches y terrorismo. Recuerdan Pisarello y Asens que "los escraches son una acción informativa, que se ha de hacer "de manera totalmente pacífica" y sin "importunar a los vecinos" . También se estipula que deben realizarse en días laborables y en horario escolar, de modo que los niños nunca sean interpelados. Los casos personales se intentarán explicar sin insultos ni amenazas. Se evitarán ruidos o molestias innecesarios y se procurará ser amables con quienes trabajan en comercios y con los transeúntes. No todas las antiguas reglas han perdido su sentido. Sólo aquellas que únicamente sirven a unas minorías privilegiadas. Pero la situación política está tan podrida que hasta las reglas mínimas de la democracia les están sobrando.
 
El escrache es una forma de desobediencia civil. Cumple las tres reglas que marcó Habermas para que sea tal y no caiga en otras formas de desobediencia que carecen de legitimidad: son pacíficas, lo que se reclama tiene carácter universal —no se reclama en exclusiva para uno mismo, sino para todos— y se está dispuesto a asumir las consecuencias de los propios actos. La desobediencia civil es una válvula de seguridad democrática. Surge cuando las demandas sociales van por delante de las leyes y del comportamiento político institucional. Las leyes que ayer nacieron para defender a los políticos del acoso de los monarcas absolutos -inviolabilidad, inmunidad, fueros especiales- se han convertido hoy en formas de privilegio. Si en España tuviéramos una Constitución como la alemana, hace tiempo que el Tribunal Constitucional tendría que haber llamado al derecho de resistencia o habría declarado fuera de la Constitución a, cuando menos, los dos últimos gobiernos del Reino de España. ¿Por qué los jueces son tan solícitos para algunas cuestiones y, en cambio, han tolerado la ruina del país consumada por Zapatero y Rajoy? ¿No cabría situar en la inconstitucionalidad a dos partidos, PSOE y PP, que han dinamitado el carácter social de nuestro país recogido en el artículo 1 de la Constitución?
 
Escribía en otro lugar que vemos con pasmo que lo que estaba prohibido, ahora está permitido —sueldos desorbitados, sacar dinero del país, vaciar instituciones, usar información privilegiada—, y que lo que estaba permitido —derecho a manifestación, libertad de expresión, derecho de reunión— están, de facto, prohibidos. Vemos que desaparecen las garantías de reparto de la riqueza social y aumentan las desigualdades ; que los políticos que gestionan la transferencia de renta desde las clases medias y bajas a los ricos tienen la llave de la puerta giratoria que les permite un futuro cómodo en las grandes empresas; que cualquier tipo de protesta pasa a ser criminalizada por esos políticos que están gestionando ese robo de los de abajo hacia los de arriba (llevando a suelo patrio lo que antes se hacía entre continentes). "Por la mitad de lo que estos están haciendo yo me he pasado diez años en la cárcel", dice el bróker de Wall Street , la película de Oliver Stone, viendo a nuestros actuales dirigentes. Y eso que no sabía ni lo de la Infanta, ni lo del coche en el garaje de Ana Mato, ni lo de la escritora fantasma de Mulas, ni lo de los sobres del PP. Cuando lo ilegítimo se convierte en legal, nace el momento de la desobediencia . En América Latina se preguntan a qué está esperando Europa.
 
Los escraches son nuevas reglas del juego para una nueva partida democrática. Y tienen la misma oposición que en su día tuvo el sufragio universal, el derecho a huelga o a manifestación. El escrache es un diálogo directo con los "mandatarios" que se convierten otra vez, gracias a ese acto de diálogo forzado, en "mandatados". Que es lo que siempre han sido, aunque el abandono de la conciencia democrática le dio la vuelta a los papeles. Los escraches tenemos que entenderlos como la actualización en el siglo XXI de la rendición de cuentas democrática, de la exigencia del cumplimiento cabal de los programas electorales (o la convocatoria de nuevos comicios), de la reclamación de comportamientos acordes con la soberanía popular, de la renovación de la construcción de la voluntad popular más allá de la distancia que marcan los partidos, de la reivindicación de la honestidad en el ejercicio de los cargos públicos.
 
Déjenme repetirlo: los escraches son el penúltimo intento amable de un pueblo que quiere hacerse escuchar. Con los escraches, el escenario, en cualquier caso, se clarifica: los diputados que no soporten la cercanía de los electores, que se marchen. En democracia, es el pueblo el que manda. Aunque expresarnos así parece devolvernos a un lenguaje que se hablaba en tiempos arcaicos. ¿Quieren seguir manteniendo los políticos la impunidad? ¿Quieren trabajar para otro señor que no es el pueblo y que nadie les demande por su traición? ¿Va a convertirse la política en un negocio paralelo al desmantelamiento de los sistemas de previsión social?
 
La salida fácil es decir que los escraches son una forma de amedrantamiento que pertenece a los regímenes fascistas. Se equivocan. Las tensiones entre sectores sociales pertenecen a todos los regímenes que mantienen desigualdades. ¿Quién sin que se le caiga la cara de vergüenza va a defender que un escrache es más violento que un desahucio, que un despido, que un corralito, que el cierre de la universidad y las urgencias, que una mentira electoral, que las machadas de los antidisturbios, que las multas por ejercer la democracia?
 
Los que están en contra de los escraches son los que están a favor de otras formas de protesta que ya no cambian nada. El mismo diputado del PP que vota en contra de la ILP, es decir, el mismo diputado que construye "fascismo social" expulsando de la ciudadanía a una parte importante de los españoles y españolas, dice que los escraches se emparentan con las señales pintadas por los nazis en las tiendas de los judíos. Es al revés: son ellos los que nos cuelgan la estrella en el pecho negándonos el sustento, la vivienda, la salud. Esa democracia que defienden sólo existe en sus discursos. Hace tiempo que se ha ido.
 
Igual que Israel se comporta con los palestinos con maneras de nazis, el neoliberalismo está haciendo de nuestros países un enorme campo de concentración enmascarado en formas democráticas . Una queja que no es oída no tiene efectos democráticos. Por eso los escraches están devolviendo la democracia perdida o quizá, incluso, están permitiendo el advenimiento de la democracia que nunca hemos tenido. La democracia se gana siempre en la confrontación. Por eso dijo Fraga que la calle era suya. Los derechos siempre se ganan o se pierden en el pulso político. Y una forma clara de ese pulso, hoy, son los escraches. Es normal que el PSOE, el PP, UPYD, CIU o el PNV estén en contra. Tan evidente como que hay que regresar a los lugares donde nacieron los partidos. A la calle. Los escraches ya han empezado a marcar el camino.
 
Juan Carlos Monedero es profesor de ciencia política en la Universidad Complutense.