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martes, 1 de agosto de 2017

LOS CABALLEROS TEMPLARIOS EN ESPAÑA ENTRE EL MISTERIO Y LA LEYENDA

La Orden del Temple es el grupo religioso y militar más estudiado de la Historia. Millones de personas sienten apasionado interés y atracción por estos caballeros, el brazo armado de la Iglesia, quienes iniciaron en la Edad Media una Santa Cruzada que pretendía rescatar Jerusalén de la ocupación turca. El poder que llegaron a atesorar también los destruyó. Custodios de grandes tesoros y secretos, se les acusó de herejes y fueron exterminados en la mayor parte de Europa. Su legado es inmenso, tan inmenso como la relevancia de sus secretos...

miércoles, 28 de enero de 2015

EL ISLAM EUROPEO Y SUS ORIGENES

Durante los últimos años, entre el terrorismo y la inmigración, el Islam en Europa se ha convertido en un tema muy polémico. Casi todos los países europeos han registrado un aumento muy significativo en su población musulmana durante las últimas décadas, y, por tener costumbres y creencias bastante distanciadas de los valores modernos del Occidente, se ha convertido en la minoría más «visible».

Según encuestas recientes, la mayoría de los europeos sigue percibiendo el Islam como una religión foránea y todos los musulmanes son por defecto «extranjeros» que han «venido» a Europa. Con este artículo me gustaría resumir la historia y la actualidad de la comunidad musulmana en Europa..



Durante los últimos años, entre el terrorismo y la inmigración, el Islam en Europa se ha convertido en un tema muy polémico. Casi todos los países europeos han registrado un aumento muy significativo en su población musulmana durante las últimas décadas, y, por tener costumbres y creencias bastante distanciadas de los valores modernos del Occidente, se ha convertido en la minoría más «visible».

Según encuestas recientes, la mayoría de los europeos sigue percibiendo el Islam como una religión foránea y todos los musulmanes son por defecto «extranjeros» que han «venido» a Europa. Con este artículo me gustaría resumir la historia y la actualidad de la comunidad musulmana en Europa.

Los Balcanes y Rusia - un legado histórico


Las regiones con mayor porcentaje de musulmanes se sitúan en los Balcanes, gracias al legado del Imperio otomano que ocupó este territorio durante más de 400 años.

Los únicos países europeos de mayoría musulmana son Albania, Kosovo y Bosnia Herzegovina. Se estima que en Macedonia y Bulgaria, el 20% de la población es de religión musulmana. Aquellas comunidades descienden de habitantes autóctonos de origen eslavo, albanés, turco y tártaro que se habían convertido al Islam durante los siglos XVI y XVII.

Rusia es otro país donde la población musulmana supone la mayoría en ciertas zonas, como en el bajo Volga y en el norte del Cáucaso. De hecho, Islam ha sido la religión dominante en los pueblos autóctonos ahí desde el siglo XIV, mucho antes que el imperio ruso les conquistara en el siglo XVIII. Pero a pesar de 200 años bajo un emperador cristiano y 70 años de comunismo, los habitantes siguen manteniendo su fe.

En general, tanto en Rusia como en los Balcanes, casi todas las comunidades musulmanas han convivido durante siglos con pueblos de otras confesiones y, en la actualidad, sus costumbres se asemejan más a las de sus vecinos europeos que a la de los musulmanes de Oriente Medio. Aunque celebran festividades islámicas, muchos consumen alcohol, pocas mujeres llevan velo, y, en los espacios cotidianos suele haber menos separación de sexos. Para ellos, el Islam es más bien parte de su herencia histórica que una norma que gobierna su vida cotidiana.

Europa Occidental - comunidades inmigrantes


En 2015, hay unos 19 millones de musulmanes en la Unión Europea, un 3,8% de la población total. La gran mayoría son sunitas con una minoría de chiitas. Los países con mayor porcentaje de población musulmana son Francia, Bélgica, Holanda, Reino Unido, Alemania y Suecia.
Los orígenes de las comunidades musulmanas en Europa occidental son muy distintos a los de Europa del este, porque la mayoría desciende de la inmigración posterior de los años 50 aunque, a día de hoy, llevan ya hasta 3 generaciones en Europa. Los principales países de origen son Turquía, Marruecos, Argelia, India, Pakistán, Bangladesh y los países balcánicos. Sus creencias, costumbres cotidianas y nivel de integración varían de país en país entre distintos grupos étnicos y niveles socioeconómicos.

Najat Vallaud Belkacem es ministra de educación francesa

Francia

La población musulmana de Francia asciende al 8% de la población total. La mayoría es de ascendencia magrebí,  y se concentra en las grandes ciudades como París y Marsella. Aunque ha habido comunidades de argelinos y marroquíes viviendo en Francia desde los años 20, la gran oleada llegó durante los años 50 y 60 debido a la descolonización del imperio francés en África y la búsqueda de mano de obra barata durante la posguerra. A partir de los años 70, llegaron más oleadas inmigrantes desde Turquía, Senegal, Mali y Costa de Marfil.

El grado de religiosidad entre musulmanes en Francia varía de individuo a individuo, comunidad a comunidad. Entre la generación inmigrante la mayoría tiene valores conservadores, pero entre la generación nacida en Francia algunos se declaran no-practicantes mientras otros se han convertido en religiosos radicales. Pero, en general, la integración de musulmanes en la sociedad francesa ha tardado más que la de otros inmigrantes. Muchos de la tercera generación aun viven en barrios humildes aislados en la periferia de las grandes ciudades, estudian en colegios segregados, y sufren una tasa de fracaso escolar más alta que la media. Hasta los que tienen estudios sufren una tasa de paro del doble de la de sus compatriotas con nombres y apellidos franceses.

Algunos atribuyen esta desigualdad a la diferencia cultural entre la sociedad magrebí y la Francia laica, otros al pasado colonial y las barbaridades cometidas durante la sangrienta guerra de independencia de Argelia, que plantaron las semillas de odio entre franceses y musulmanes africanos. Los conflictos en la convivencia cotidiana han sido explotados por el partido ultraderechista FN para sacar millones de votos con sus discursos populistas, retratando a la comunidad musulmana como una amenaza a la identidad francesa.

Sin embargo, Francia también es el país europeo con más ciudadanos de origen musulmán ocupando altos puestos políticos, trabajando como funcionarios, sirviendo en las fuerzas de seguridad y como personajes conocidos de la cultura popular. Durante los últimos 10 años también ha aumentado de forma notable la tasa de parejas mixtas entre franceses de origen magrebí y europeos. Los optimistas opinan que los franceses de ascendencia magrebí acabarán siguiendo el mismo camino de integración que los inmigrantes italianos, españoles y vietnamitas, solo que tardarán un par de generaciones más.

Reino Unido

El 5% de la población británica es de religión musulmana. La comunidad tiene diversos orígenes, pero el mayor contingente procede de Asia del Sur: Pakistán, Bangladesh e India. También existen minorías árabes, iraníes y, durante los últimos años, refugiados de Somalia y Afganistán.

La gran oleada de inmigración pakistaní y musulmanes indios tuvo lugar durante los año 50 y 60, después de la partición de India y Pakistán. Los bengalíes llegaron más tarde durante los años 70. En el lenguaje cotidiano, se les suelen referir como «musulmanes asiáticos».

En comparación con la inmigración hindú, los inmigrantes pakistaníes y bengalíes poseían un nivel de estudios mucho menor y muchos procedían de zonas rurales. La mayoría trabajaba en las fabricas textiles y en el sector del automóvil, concentrándose en ciudades como Birmingham, Leicester, Bradford y Londres. Después de la desindustrialización a finales de los años 70, muchos se quedaron en el paro y hasta el día de hoy, los «musulmanes asiáticos» siguen sufriendo una tasa de pobreza más del doble de la media nacional. Sin embargo, las nuevas generaciones están haciendo importantes avances, especialmente en el campo de la educación, ya que la tasa de universitarios entre jóvenes británicos de ascendencia paquistaní ya es ligeramente superior a la media nacional.

Debido a que Pakistán y Bangladesh son sociedades profundamente conservadoras, los mismos valores también se trasmiten en las comunidades de «musulmanes asiáticos» en el Reino Unido. Hasta las generaciones más jóvenes se declaran «creyentes y practicantes» que observan las normas del Corán en su conducta cotidiana, aunque pocas mujeres llevan el velo. Un gran porcentaje de matrimonios son concertados por los padres, aunque no necesariamente de modo forzoso.

Durante los últimos años, ha ganado mucha popularidad la literatura y el cine, ambientado en la comunidad musulmana de Inglaterra, como las novelas de Monica Ali y Hanif Kureishi y películas como "Oriente es Oriente", películas que tratan del tema del conflicto intergeneracional entre los padres inmigrantes y los hijos criados en la sociedad británica.

Película 'Oriente es Oriente' que trata sobre la vida de una familia pakistaní.


Alemania

El 6% de la población de Alemania se declaran musulmán y la gran mayoría (63%) traza sus orígenes familiares a Turquía, con minorías procedentes de Pakistán, Irán y la antigua Yugoslavia. Muchos turcos llegaron a Alemania durante los años 60 para trabajar en las fábricas junto a miles de inmigrantes españoles, italianos y griegos. La idea inicial era que su estancia en Turquía fuera solamente temporal, pero muchos acabaron quedándose y trajeron a sus familiares. En la actualidad, hay entre 1 y 2 millones de alemanes de ascendencia turca, junto a 1,5 millones de ciudadanos turcos residentes en Alemania.

Durante los años 60 y 70, Alemania hizo poco para integrar a la comunidad turca cuya presencia era solo considerada temporal, así que permitía la formación de comunidades cerradas en muchas ciudades y pueblos. Hasta finales de los 90, la mayoría de los hijos de inmigrantes turcos nacidos en Alemania aun carecían de ciudadanía alemana y vivían en barrios aislados con poca interacción con el resto de la sociedad alemana, muchos hasta hablaban alemán con un fuerte acento turco.

Durante los últimos 15 años, la segunda y tercera generación ha mostrado un grado de integración mucho más avanzado, donde cineastas, cantantes, escritores y deportistas de ascendencia turca han llegado a la fama internacional. Pero en general, la comunidad turca, o la musulmana en general, sigue siendo un colectivo muy estigmatizado en la sociedad alemana.

Los países bajos

La comunidad musulmana de Bélgica y Holanda desciende principalmente de la inmigración marroquí y turca durante los años 60 y 70 del siglo pasado. Aunque constituye solamente un 6% de la población de cada país, se concentra en grandes ciudades como Rotterdam y Bruselas, donde llega a formar el 25% de la población.

En general, tanto los inmigrantes como sus descendientes son practicantes de Islam y viven en barrios segregados. La segunda y tercera generación ya tiene una activa participación política con varios miembros ocupando puestos de ministros y alcaldías.

Suecia

El mayor contingente de musulmanes llegó a Suecia en los años 80 como refugiados desde Irán e Iraq. Durante los últimos años, han llegado nuevas oleadas de refugiados huyendo de las guerras civiles en Irak y Siria. A día de hoy, un 5% de Suecos son de origen musulmán, pero solo la mitad se declara como «practicantes». El resto se identifica con la religión por herencia familiar.

La mayoría de la población iraní constaba de gente de clase media con costumbres laicas. Sus descendientes, en su gran parte, tienen estudios superiores y se encuentran totalmente integrados en la sociedad sueca y ocupan profesiones cualificadas.

Los iraquíes llegaron en varias oleadas, desde la guerra Irán-Iraq durante los años 80 hasta la ultima Guerra del Golfo después de 2003. Constaban gentes de varios grupos étnicos (árabes, kurdos), afiliaciones religiosas (sunitas, chiitas) y grados de religiosidad.

La gran oleada de refugiados que llegaron desde Siria e Iraq durante los últimos 10 años ha levantado preocupaciones entre muchos suecos, que cuestionan la capacidad de su sociedad de integrar a tantos musulmanes. La mayoría ha sido alojado en barrios periféricos algo aislado del resto de la sociedad. Pero aún es pronto para hablar del éxito o fracaso de su integración.

Integración y convivencia

En general, los musulmanes procedentes de grandes ciudades de países con una arraigada tradición laica, como Irán, Turquía y Túnez, no suelen tener muchos problemas a la hora de integrarse en la sociedad europea. Eso también se aplica a la mayoría de los musulmanes alevíes (una rama de chiismo al que pertenece el 20% de la población de Turquía), que tiene una interpretación más liberal de la religión y que reivindica la igualdad de sexos y el respeto hacia otras creencias.

Pero, en el otro extremo, muchos de los inmigrantes musulmanes procedentes de las sociedades conservadoras de Pakistán, Oriente Medio y el Magreb viven en comunidades aisladas donde practican costumbres que chocan con las normas europeas, como el uso del hiyab de las mujeres, la estricta separación de de los sexos en la vida cotidiana, la negación de que sus hijas practiquen deporte en el colegio, el matrimonio concertado, el rechazo a la homosexualidad y la creencia de Dios como la única y absoluta verdad. Eso, combinado con el auge de islamismo radical en los paises musulmanes, ha convertido a toda la comunidad musulmana en el chivo expiatorio de los políticos populistas.

La percepción del porcentaje de musulmanes suele ser mucho mayor que las cifras reales. Por ejemplo, en España la población musulmana apenas llega al 2% de la población, pero la percepción popular es del 16%, o sea, 8 veces mayor.

En muchos países, los problemas de integración de la comunidad musulmana no se debe exclusivamente a la causa religiosa, sino a la socio-económica, ya que muchos pertenecen a la clase marginal que vive en las barriadas marginales, estudia en colegios con pocos recursos, tiene pocas salidas profesionales y encuentra discriminación a la hora de buscar empleo. Su fisionomía, nombre y apellidos los identifican como «extranjeros perpetuos» aunque hayan nacido en el país. Por ejemplo, las revueltas en las barriadas de París en 2005: muchos periódicos lo habían denominado como una «revuelta de inmigrantes», cuando en realidad, solo el 7% de los detenidos había nacido en otro país. La gran mayoría eran ciudadanos franceses nacidos en Francia.


Islamismo y terrorismo

Debido al hecho de que los terroristas, que pusieron bombas en el metro de Londres en 2005 y los hermanos Kouachi que cometieron la masacre en Charlie Hebdo en Paris en 2015, eran ciudadanos de nacimiento británico y francés, los medios nos han alimentado con la idea de que las nuevas generaciones de musulmanes nacidos en Europa se están volviendo cada vez más radicales. Nadie duda de que algunos musulmanes nacidos en Europa se hayan unido al movimiento yihadista, ¿pero esta generalización se puede aplicar a toda la comunidad musulmana?

Entre los 19 millones de musulmanes residentes en la Unión Europea, menos de 1000 han sido detenidos por delitos de terrorismo desde 2001 y unos 3000 se han unido a las filas del Estado Islámico en Siria e Iraq.

Según una encuesta realizada en 2006, la inmensa mayoría de musulmanes britanicos y franceses se consideran «musulmanes» antes de «europeos», pero a la vez sienten fuertemente identificados con el estado-nación donde residen, y, en caso de los británicos, más «patrióticos» que el ciudadano medio. Muchos tienen valores conservadores acerca de temas familiares y relaciones sexuales, pero tolerantes con los que no comparten su modo de vida.

Después de los atentados de 2011 en EEUU, 2004 en Madrid, 2005 en Londres y 2015 en París, los musulmanes de toda Europa han mostrado su rechazo a las masacres cometidas en nombre de su religión, igual que hacia las atrocidades que está cometiendo el estado islámico ISIL en Iraq.

¿Es el Islam compatible con la sociedad occidental?

En mi opinión, creo que igual con el cristianismo, judaísmo y budismo, todo depende de la forma en que practica la religión; mientras que respetan los valores fundamentales como la igualdad de sexos, el derecho de las minorías y la libertad sexual de hombres y mujeres, pues sí que es compatible, pero de otros modos, no. Por eso, creo que a la mayor parte de la comunidad musulmana en Europa todavía le queda bastante camino que recorrer en la cuestión de integración.

martes, 29 de julio de 2014

CONTRA LA TORÁ

El núcleo de la crisis del mundo cristiano-occidental está localizado en su secularización, es decir, en un avance ya casi irreversible de la “erosión de la Fe”. El mundo cristiano-occidental ha perdido la Fe, y a partir de allí surgen las políticas sin el hombre (o a partir de un hombre desalmado o desespiritualizado, que es lo mismo): surge el “crecimiento económico” al margen de las necesidades humanas, surge un “mundo virtual” que promete goces sin límites al margen de los sufrimientos reales del mundo real. Surge, en definitiva, lo que es hoy la cultura occidental: un hecho aberrante que se mantiene en base a una posición de fuerza material, exclusivamente. 


Asimismo, la influencia judía sobre Occidente produce una evidente distorsión sobre su percepción en torno a lo que ocurre en el mundo árabe y musulmán. A partir de su extraordinaria influencia lograda con el control de los sistemas informativos occidentales (prensa, radio, televisión, cine, editoriales, etc.), el judaísmo distorsiona la visión de Occidente, que es impulsado a pensar que los movimientos islámicos practican la “violencia terrorista” y no son más que “residuos del pasado” dentro de un “nuevo orden mundial”. 


La política europea sobre el mundo árabe y musulmán está particularmente afectada por esa distorsión lograda por la creciente influencia del judaísmo sobre Occidente. Es por ello que en estos momentos es tan importante clarificar la posición del Islam en Occidente como reforzar la propia historia y cultura occidental contra la influencia judía. Occidente y judaísmo no son la misma cosa. Por el contrario, durante largos períodos históricos fueron realidades antagónicas. Cuando hablamos de diálogo entre el Islam y Occidente nunca debemos olvidar que ambos mundos, el cristiano-occidental y el islámico-oriental, sufren en estos momentos crisis importantes. La ventaja del mundo islámico-oriental es que su cultura -a pesar de haber pasado y de estar pasando por gravísimas crisis- no ha perdido el enorme valor humano de la religiosidad. 

La cultura islámica no se ha secularizado y ese hecho permite planificar una resistencia política y militar ante el hegemonismo occidental, cuya vanguardia es indudablemente el Estado de Israel y su ideología de Estado oficial: el nacional-judaísmo. No olvidemos en ningún momento que estamos hablando de la existencia de un cáncer en el interior del mundo islámico que se llama Estado de Israel. Esa realidad geopolítica, ideológica y religiosa lleva al límite, casi al paroxismo, la crisis de la cultura árabe-secular que se inicia con el triunfo de la modernidad en Occidente. 

La modernidad occidental se manifiesta como superioridad respecto de Oriente en todos los campos, desde la tecnología militar hasta las doctrinas políticas. Esa superioridad, que luego se transforma en hegemonía, se inicia con el fracaso del ejército musulmán otomano ante las puertas de Viena, en 1683. Es indudable que la actual guerra entre el mundo musulmán y el Estado de Israel es una guerra de supervivencia, es decir, una guerra religiosa. Quien caiga derrotado en esta guerra sucumbirá durante un muy largo período histórico. Esta realidad realza la importancia de la religión en tanto ideología, en general; y del Islam, en tanto ideología resistente no secularizada, en particular, frente a un judaísmo instrumentalizado en función política y estratégica por el Estado de Israel y por los Estados Unidos de Norteamérica. 

Pero otro proceso se desarrolla en paralelo. Desde hace varias décadas el judaísmo trata de absorber teológicamente al cristianismo y, en especial, al catolicismo, trata de convertirse en la ideología hegemónica del mundo occidental. En ese sentido, el mundo occidental ya no es “evangélico-católico”, sino judeo-cristiano. El deterioro que produjo la secularización del cristianismo -tanto en su versión evangélica (protestante, o luterano-calvinista) como en su versión romano-católica, no fue un fenómeno ajeno a esta progresiva hegemonía ideológica que el judaísmo está alcanzando en Occidente. Así, mientras el mundo islámico mantiene una guerra de religión defensiva contra las agresiones de la interpretación imperialista del judaísmo, que hoy hace la dirigencia judía en Oriente Medio y en el resto del mundo occidental, esa misma dirigencia judía pretende y avanza hacia la hegemonía religiosa e ideológica en el seno del propio Occidente. 

Pero además hay otro factor que incide sobre el mundo árabe-musulmán. Es la corriente del progresismo laico europeo que sostiene que los graves problemas que hoy debe afrontar esa región del mundo no encontrarán soluciones mientras esas sociedades, las árabe-musulmanas, no adopten sistemas políticos democráticos. Los principales ideólogos de esa corriente del orientalismo europeo ignoran -o fingen ignorar- que la crisis de la democracia entendida como sistema de representación política, es uno de los núcleos de la decadencia cultural del Occidente como un todo, en los tiempos actuales. ¿Cuál es la lógica subyacente de esta intención de “exportar” un sistema que ya está en crisis irreversible allí mismo donde nació?. Criticar esa exportación no significa negar el hecho de que las sociedades árabe-musulmanas carecen de espacios individuales de libertad. 

Es indudable que la práctica inexistencia de lo que en Occidente se llama “sociedad civil” es uno de los máximos escollos ante los que la historia parece tropezar en los tiempos actuales, en esa región del mundo. Es necesario crear y/o desarrollar esos espacios de libertad en los planos individual, familiar y social. Pero sería una catástrofe traducir “espacios de libertad” para el mundo árabe y musulmán en términos neoliberales de cultura occidental. Ni siquiera en Occidente, hoy, la “libertad” es sinónimo de “democracia”. Sino más bien todo lo contrario. Tenemos planteado, entonces, los elementos básicos, aislados como simple operación de laboratorio, que integran un cuadro de situación extremadamente complejo: la situación religiosa, política, cultural y militar que vive el mundo árabe y musulmán dentro de un planeta en avanzado proceso de globalización económica. 

Primer elemento. En el interior de ese espacio (empleamos la palabra “espacio” en su estricta significación geopolítica) árabe y musulmán se vive una crisis de tanta gravedad que si no se la soluciona en plazos históricos razonables entrará en una curva de decadencia irreversible. 

Segundo elemento. El cristianismo (cultura) occidental está en una fase de alto deterioro secular, lo que posibilita la estrategia del judaísmo -en su versión actual de nacional-judaísmo, es decir, de imperialismo teológico y racista- tendente a apropiarse de esa cultura. En definitiva esa estrategia está orientada a transformar la cultura cristiano-occidental en cultura judeo-cristiana-occidental. En Occidente existe asimismo una relación cada vez más estrecha entre el neoliberalismo globalizante y la instrumentalización imperialista del judaísmo, lo que pervierte a la casi totalidad de los “grandes” valores occidentales, como por ejemplo, la idea de “democracia”. 

Tercer elemento. La guerra defensiva que el mundo árabe y musulmán tiene planteada ante el Estado de Israel, es cada día más una guerra de religión, como lo fueron todas las grandes guerras de la historia. Estamos hablando, sobre todo, de interpretaciones revolucionarias del Islam, como el chiísmo. A todo lo largo de la historia musulmana surgieron sistemas intelectuales contradictorios entre sí. Algunos fueron elaborados para legitimar el poder establecido; otros, para combatir ese poder. Sería deseable que en la actualidad pueda lograrse una convergencia cada día más intensa entre los distintos sistemas intelectuales dentro del Islam. 

Cuarto elemento. El Islam aparece en el escenario internacional cada vez más en su exacta dimensión original: no sólo como religión sino como ley revelada. En ese sentido constituye la única cosmovisión sagrada que es al mismo tiempo libre y liberadora. Las luchas políticas y militares que mantiene hoy el Islam contra lo que definimos como “nacional-judaísmo” –para diferenciar la etapa actual de la del clásico sionismo laico- lo diferencia radicalmente del resto de las confesiones que se refieren sólo a la “vida espiritual del individuo solitario”, dejando de lado no sólo la vida social: abandonando asimismo la “vida material” a influencias extrañas a la Fe. Este cuadro de situación, muy simplificado, exige respuestas políticas, militares y estratégicas –en general- extremadamente complejas, tanto en su concepción cuanto en su ejecución. 

RESPUESTAS A OCCIDENTE 
Es absolutamente vital comprender que el proceso de absorción teológica e institucional que el judaísmo desarrolla sobre el cristianismo (y sobre el catolicismo romano en particular) conlleva agresiones múltiples contra importantes sectores del propio mundo occidental, muchos de los cuales en estos momentos están reaccionando contra ellas, bajo diferentes formas, muchas veces solapadas. La estrategia de respuesta árabe y musulmana debería partir del hecho obvio de que Occidente no es una unidad, sino que por debajo de un ligero manto que finge unidad, se desarrollan procesos contradictorios. Esas contradicciones que sacuden hoy al mundo occidental por debajo de una delgada superficie de falsa unanimidad, son de naturaleza económica (conflictos intercapitalistas); nacionales (luchas de los Estados para sobrevivir a la globalización); geopolíticas (Estados Unidos de América versus Europa, y “América profunda” contra la “costa este”, por ejemplo); culturales (defensa de cada una de las identidades contra una mundialización indiferenciadora), y religiosas (reacciones cada vez más definidas del catolicismo popular, por ejemplo, contra una cúpula eclesiástica romana asociada a la globalización y a la judaización de Occidente). 

La clave de la política del mundo árabe y musulmán respecto de Occidente radica en saber desarrollar su capacidad para distinguir estas fisuras cada vez más definidas que existen en el mundo occidental. Esto quiere decir que la estrategia a implementar no puede desconocer lo que realmente sucede por debajo de la superficie de Occidente. Ante cada situación específica la respuesta tiene que ser también específica. La indiferenciación de situaciones conducirá al fracaso, y ése será tal vez el último fracaso. Las agresiones del nacional-judaísmo no se limitan al mundo árabe-musulmán. Existen innumerables agresiones contra numerosos Estados y culturas occidentales: algunas de esas agresiones: en Europa occidental (Alemania, España, Francia), en Iberoamérica (Argentina) y en Rusia. Cada una de esas culturas y de esos Estados es agredido por el nacional-judaísmo en sus intentos por impulsar una globalización económica bajo su hegemonía teológica. Ese universo agredido es el aliado natural del mundo árabe y musulmán. Con esos fragmentos agredidos de Occidente el mundo árabe y musulmán debería articular una política y, en su conjunto, una estrategia basada en la diferenciación: es decir, en una evaluación exacta de las dimensiones particulares de cada agresión. 

La guerra religiosa defensiva que el mundo árabe y musulmán mantiene en estos momentos contra Israel, que ha adoptado una ideología de Estado basada en una interpretación teológica perversa, no debe hacer perder de vista que hay otras guerras -muchas veces ocultas o disfrazadas- en otras partes del mundo contra el mismo enemigo. Como en toda guerra, ésta exige disponer de un sistema de inteligencia estratégica. Es decir, de algo que en la actualidad el mundo árabe-musulmán carece en absoluto. Digamos de paso que un sistema de inteligencia estratégica es algo muy distinto de un “servicio” de inteligencia táctico. Ya hemos dicho que el desarrollo de una estrategia basada en la diferenciación, aplicada sobre Occidente, y sobre Europa en particular, no quiere decir, en absoluto, tener que adoptar los valores occidentales que actualmente se encuentran en crisis profunda. Muchos arabistas u orientalistas occidentales hoy hablan de la necesidad de producir una “segunda modernización”, como elemento central para una salida a la crisis que vive el mundo árabe y musulmán. En mi opinión ello contribuiría a incrementar aún más esa crisis. Sería suicida buscar los necesarios “espacios de libertad” en un intento de “modernización democratizadora”. 

Como lo ha demostrado hace pocos años la catástrofe soviética, existe una distancia esencial y abismal entre “democratización” e “individualización”. La búsqueda y la consolidación de los “espacios de libertad”, de individualización, es una tarea que se puede y se debe desarrollar dentro del propio Islam, entendido como lo hemos planteado hasta ahora, como una religión libre y liberadora, y como la única confesión en el mundo entero aún no deteriorada por la secularización occidental. En el Islam el hombre -el hombre individualizado- está en el centro de un mundo creado por Dios, que ha hecho de él su representante en el Universo, y que por lo tanto está dotado de facultades y capacidades especiales. En el origen de la crisis del comunismo soviético estuvo la cuestión religiosa; y en la decadencia de ese sistema, la “cuestión democrática”. En términos reales, en el origen estuvieron un grupo de “judíos revolucionarios” (la mayoría de ellos no rusos) y, sobre todo, marginales (no asimilados, y despreciados por los judíos asimilados alemanes, franceses e ingleses), que explotan una revolución realizada en nombre de un proletariado (ruso) inexistente. En el medio de esa revolución existió un importante proceso de rusificación (Stalin) frustrado por una distorsión ideológica localizada en el nacionalsocialismo alemán. En la decadencia del proceso existió otro grupo de judíos “reformistas”, que emergen del mismo seno del PCUS (más concretamente, del Komsomol), que comenzaron a construir la sociedad burguesa en una sociedad sin burguesía, y la “democracia”, en una sociedad sin tradiciones democráticas en absoluto. 

Hoy son ellos, esos banqueros judíos producidos por el PCUS, los que controlan casi en exclusiva los destinos de Rusia. El llamado “socialismo real” no fue más que un socialismo pagano. Esto es, una forma política correspondiente a una cultura “primitiva”. El mundo pagano -no religioso- no puede sino generar un Estado primitivo, carente de las complejidades del mundo posindustrial; incapaz de procesar esas complejidades. Lo que produce no sólo una cultura no-democrática. El Estado pagano-primitivo fija en el tiempo una sociedad sin individualización. Así, la vida social y la individual transcurrieron, durante la época del “socialismo soviético”, en dos planos separados y opuestos. Lo general (Estado, sociedad) y lo particular (individuo), discurrieron en niveles y en compartimientos estancos. Hubo un conflicto insuperable entre los dos niveles de la existencia. El Estado primitivo-pagano excluye la particularidad: la vida individual es un crimen, es decir, una oposición activa de lo particular a lo general. A partir de allí se buscó la “democracia” como forma de superar esa dicotomía, que sin embargo no hizo más que agudizarla. El Islam no necesita de la “democracia” para encontrar la individualización de las personas que integran la comunidad (Umma). 

La grandeza y la trascendencia histórica de la Revolución islámica en Irán, así como el enorme significado que asume la Resistencia Nacional Libanesa de Hezbollah, consiste en que constituyen hechos que emergen cuando la idea de revolución -es decir, de justicia- parecía una idea vencida en el mundo entero, y cuando la idea de dignidad y de libertad nacional parecía un mero recuerdo perteneciente al pasado. La lucha por la justicia y por la dignidad de los hombres y de los pueblos comenzó a adquirir una nueva dimensión, justo en el momento en que esa lucha parecía perdida. A partir de Imam Jomeini queda claro que no hay revolución sin eternidad. Que el hombre, el actor revolucionario, no es un simple eslabón en la “mecánica de la historia”. Es el fundamento de un complejo sistema planificado por Dios. Pero en ese “sistema” el hombre tiene una enorme libertad y, consiguientemente, una enorme responsabilidad. Los “espacios individuales de libertad” están dentro de la misma doctrina. Así, la “cultura musulmana” adquiere una independencia y una superioridad casi total respecto de la “cultura occidental”. Y ello provoca que los humillados dentro del mismo Occidente necesitan ahora de algo más que de una simple doctrina social laica, racionalista o humanista para encarar su propia liberación. Para Irán este es un buen momento para iniciar una apertura hacia Europa, sin ceder espacios de poder acumulados y ya consolidados, porque una hipótesis probable del escenario de futuro es la escisión del “mundo occidental”. “Aunque los americanos, solos, dispondrán siempre de medios (militares) más que suficientes para actuar en solitario (….) tendrán menos intereses materiales en el mundo exterior por los que preocuparse, y el hecho de una ruptura con Europa podría hacerles retroceder a su viejo sueño de autosuficiencia hemisférica” (…) “Una ruptura euro-americana cambiaría radicalmente todos los cálculos sobre el futuro”. 

Por otra parte, los europeos -solos- se enfrentarían a una situación mucho más difícil. Europa depende, mucho más que América, del petroleo del suroeste asiático, y está además geográficamente mucho más cerca del mundo islámico…Para enfrentarse a cualquier problema que pueda afectar sus intereses, Europa “no dispone, hasta la fecha, ni de los equipos militares ni de la unidad organizativa para defender sus intereses de forma adecuada”. Y está lejos de cumplir esos requisitos en un futuro previsible. 

EL MENSAJE INTERIOR 
Las “respuestas a Occidente”, anteriormente expuestas, no podrían ser eficaces si en forma simultánea no se elaborara un “Mensaje interior”, de cara al propio mundo árabe y musulmán. En mi opinión, esa estrategia interna debe pivotar sobre dos elementos esenciales: lograr márgenes progresivos de individualización dentro de las sociedades árabes y musulmanas, y desarrollar un liderazgo de nuevo tipo, un liderazgo hegemónico, que ya no puede buscarse en las antiguas formas en que hasta este momento ese liderazgo se ha manifestado. Entre los “acuerdos” de Camp David y los de Oslo, un verdadero cataclismo ha sacudido a la totalidad de las sociedades árabes y musulmanas, ya socavadas por la derrota militar de 1967. En términos de política internacional práctica el principal hecho esperanzador que surje en el horizonte es la Alianza que se está gestando entre Siria, Irán y el sur del Líbano. Será a partir de ella, de su profundización y de su ampliación, que se podrá estructurar un liderazgo de nuevo tipo, capaz de integrar los elementos positivos del arabismo nacionalista con los del islamismo revolucionario. La “arabidad” y la “islamidad” fueron hasta ahora, en muchas coyunturas dramáticas, elementos antagónicos. Sobre su aparente irreconciliabilidad fueron edificadas todas las estrategias tendentes a mantener al mundo árabe y musulmán en un estado de subordinación y de exclusión perpetuas. Por el contrario, sólo la confluencia de la “arabidad” con la “islamidad” corporizadas en Estados y movimientos de envergadura histórica, como son los de Irán, Siria y Hezbollah, podrá demostrar que aún existe capacidad de organización -es decir, de esperanza- en el mundo árabe y musulmán. Y que esa esperanza organizada, consciente de los enormes errores cometidos en el pasado es, en primer lugar, capaz de mantener una guerra de resistencia contra el agresor, en un momento de la historia en que el poder del eje Washington-Israel parece invencible. El poder potencial de la Alianza Irán-Siria-Hezbollah tiene asimismo una trascendente dimensión geopolítica. Representa la soldadura de dos polos geográficos, el del Mediterráneo Oriental y el del Golfo Pérsico-Índico quienes, a lo largo de muchos momentos de una larguísima historia, actuaron “a la tracción” sobre el mundo persa-árabe-turco (y, aún, sobre otros espacios contiguos, como el caucasiano y el del Asia Central oriental). Un espacio político así re-conformado es la respuesta adecuada a ciertos juegos tácticos, de alta peligrosidad, vigentes hoy en día, en los que participa activamente el ejército laico turco, aliado del terrorismo judío. Yo no soy musulmán ni, como es obvio, árabe, ni persa. Mi vinculación con el Islam es de naturaleza sociológica y estratégica. Desde esa perspectiva he leído y leo el Corán, donde se dice, en varias Suras, que el Antiguo Testamento o Biblia Judía (y protestante), o Torah, ha sido falsificado por los escribas hebreos. 

El Corán denuncia la falsificación de un libro que se ha convertido en el fundamento teológico e ideológico de un Estado criminal, el Estado de Israel. La “historia” de Israel que relata el Antiguo Testamento es, en un sentido estricto, una historieta. No es una historia sino una mitología, como siempre fue entendido por el catolicismo tradicional. El mismo método mitificador fue utilizado en este siglo para canonizar al “Holocausto”. La crítica al judaísmo debe incluir al Antiguo Testamento. Debe partir de la Torah. Es decir debe partir de una definición de judaísmo que se atenga a la realidad: él es un hecho totalizador y totalitario: teológico, racial, económico, histórico y estratégico. Y ello, afortunadamente, es muy bien percibido por las corrientes católicas y cristiano-orientales resistentes al posmodernismo. El rol jugado por el judaísmo desde los orígenes del capitalismo finaliza en la construcción del Estado de Israel, que se fundamenta no sólo en ser la expresión regional más elocuente de la globalización del capitalismo, sino en la convicción de que existe no sólo una superioridad religiosa sino, además, una superioridad racial. Entonces la cuestión central es que el judaísmo se percibe a sí mismo no sólo como un hecho religioso, sino como un hecho racial, nacional y social, al mismo tiempo. De allí surge una exigencia básica para el mundo musulmán contemporáneo: ligar más estrechamente al Islam con la histórica y sistemática exclusión-explotación-destrucción sufrida por la “raza árabe-persa inferior”. El Islam reúne muchos elementos para convertirse en el núcleo cultural de un proceso de liberación (de la raza árabe y otras etnias musulmanas contiguas, como la persa y la turca), respecto del hecho judío más trascendente de toda la historia: el espacio geopolítico actualmente dominado por el Estado de Israel. Pero carece de la fractura teológica que existe entre el cristianismo tradicional y el judaísmo: la figura mesiánica de Jesucristo. 

Las palabras de Jesús constituyen una ruptura total con la tradición judía. El misterio de Jesús no debe ser considerado como una tentativa de reformar el judaísmo desde una supuesta secta judía (la de los cristianos): Jesús aporta un elemento absolutamente diferente que no puede ser reconciliado con el judaísmo. Jesús revela un Dios que es esencialmente distinto a Yahvé, al Dios nacional judío que nos muestra el Antiguo Testamento. El hijo de Dios y la Virgen María han sido y volverán a ser la frontera infranqueable entre judaísmo y cristianismo. El espacio islámico es una de las pocas realidades geopolíticas con capacidad potencial para disputarle al imperialismo occidental judeo-cristiano el control sobre los destinos del mundo. Y veo en determinadas interpretaciones del Islam, como la del chiísmo, un sistema de pensamientos y de sentimientos muy cercanos al catolicismo popular, hoy abandonados por la jerarquía de la Iglesia Romana. El “llanto por Hussein” es algo conmovedor para cualquier católico que quiera vivir al lado de su pueblo, en contacto con sus hermanos oprimidos y humillados. 

El chiísmo expresa un sentimiento trágico de la vida muy cercano al sentido del sacrifico de Cristo, y al ejemplo heroico del Che Guevara, que no fue, en ese sentido, un simple mártir laico. Por cierto que la categorización de la raza árabe, y de otras musulmanas, como “inferior”, coincide con el colonialismo, es decir, con el ciclo de expansión del capitalismo. El rol jugado por el judaísmo desde los orígenes del capitalismo finaliza en la construcción del Estado de Israel, que se fundamenta no sólo en ser la expresión regional más elocuente de la globalización del capitalismo, sino en la convicción de que existe no sólo una superioridad religiosa sino, además, una superioridad racial. En este punto coincido totalmente con Bruno Étienne: 
“Israel, contrariamente a lo que dicen los árabes, no es simplemente un hecho colonial clásico, reducible a los casos de Argelia y de África del Sur. Tampoco me parece que Israel sea un peón del imperialismo norteamericano. El Estado hebreo es todo eso a la vez, pero con una dimensión mesiánica, escatológica, ligada a una historia y a unos lugares particulares. 
Los árabes no pueden a la vez conducir la lucha antiimperialista e ignorar la dimensión metafísica de Jerusalén. Pues muy a menudo, en su política de opresión y de anexiones, Israel ha puesto en serias dificultades a sus Aliados” (Bruno Étienne, El islamismo radical). 

Es en el Estado de Israel donde se verifica plenamente la gran intuición expresada por Friedrich Nietzsche, hacia finales del siglo XIX: 
"Los judíos son el pueblo más notable de la historia universal , ya que, enfrentados al problema de ser o no ser, han preferido, con una conciencia absolutamente inquietante, el ser a cualquier precio: ese precio fue la falsificación radical de toda naturaleza, de toda naturalidad, de toda realidad, tanto del mundo interior como del mundo exterior entero. Los judíos son, justo por eso, el pueblo más fatídico de la historia universal: en su efecto ulterior han falseado el mundo de tal modo que hoy incluso el cristiano puede tener sentimientos antijudíos sin concebirse a sí mismo como la última consecuencia judía."